Al encontrarse en la fiesta de su amigo, las jóvenes se abrazaron efusivamente, las dos cómo siempre, recargaron sus cabezas en sus hombros. Lara siempre le dice a Lyla, qué es una persona cómoda a la cual abrazar, porqué ambas están casi de la misma estatura. Comenzaron a platicar sobre pesadillas en las cuales había relación con espectros.
–Hubo un tiempo.–Empezó a decir Lara.–Qué tenía pesadillas y me golpeaba o me caía de la cama. Así qué mi mamá me regaló una pulsera con una medalla de un santo qué te protege.
Lo primero qué pensó Lyla fue en su medalla, que servía para lo mismo, pero la suya había desaparecido del lugar dónde la guardó. Cuestionó a todos en su casa y nadie vio la medalla de nuevo.
–Dejé de tener pesadillas.–Comentó su amiga con una sonrisa.–Hasta que un día, soñé estar con mis amigos en la plaza, estábamos comiendo y vi a una persona que sobraba. La vi con mal aspecto, tenía sangre en el rostro y me dije: "Ay es una pesadilla...no pasa nada tengo mi pulsera."
«Vi mi brazo, después a esa persona horrible y me respondió: "Claro que no la tienes porque aquí está tu pulsera."–Lara dio un paso hacia atrás y apretó la mandíbula.–Grité y me desperté asustada, y mi pulsera estaba tirada en el suelo.
Lyla se tapó el rostro; recordó la pesadilla de la niña con gorra roja.
–"No soy la única."–Pensó.
Contempló a Lara por unos segundos, se mordió el labio antes de hablar.
–A mi también me pasan esas cosas...
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Editado: 14.04.2018