Ya había conocido a Aaron el día que ella y Corín fueron a buscar a Reed, y ahora eran compañeros de escape en el apocalipsis. Una situación como todas aquellas que los lectores conocen. Encontraron un gimnasio dónde había sobrevivientes resguardándose del mundo actual; en ese momento su prioridad era obtener víveres, así que no intentaron ningún ataque, sólo tocaron a la puerta y pidieron hacer un intercambio.
— ¿A cambio de qué?—preguntó el gigantón calvo, que abrió la puerta.
—Tenemos huevos—respondió sonriendo.
Aaron burlóse, era verdad, llevaba pocos huevos de gallina en los bolsillo de su sudadera. El sol de verano los estaba cansando, eran aproximadamente las doce del día y aquella persona calva no les daba paso al gimnasio que se veía fresco. Las tripas le rugieron y borró la sonrisa de sus labios, Aaron torció la boca y preguntó:
— ¿Podemos regresar después?—movió la cabeza.—Creo venimos en mal momento.
— ¿Cuantos son?
— ¿Disculpa?—Cuestionó en respuesta.
—Ustedes y cuantos más...
—Somos siete.
—Vayan por ellos—la puerta se cerró en sus caras.
Se miraron unos segundos muy consternados, giraron sobre sus talones y caminaron sigilosos entre los cuerpos mutilados de los muertos, hasta la iglesia que estaba a dos cuadras. Abrieron la enorme puerta antigua de madera; la única luz que entraba era la de afuera cuando alguien la abría. Las cinco personas restantes les vieron de reojo intentando no encandilarse con el halo de luz.
— ¿Les fue bien?—Rompió el silencio, Reed.
—No—respondió Aaron. —Quieren vernos a todos...
Todos los presentes cruzaron miradas, tardaron en ponerse de acuerdo en idear un plan. Al día siguiente se encaminaron por las calles con mucho cuidado; mataron unos cuantos errantes y llegaron al gimnasio, Aaron tocó la puerta.
***
No fue tan difícil adentrarse al gimnasio después, por lo tanto sus compañeros, incluyéndose, se mantuvieron alerta; lo recorrieron todo, había bancas para los espectadores de los partidos de basquetbol, juegos infantiles en la parte de atrás, aunque lo más llamativo fue una caja de refrescos. Eran coca-colas en envase de vidrio; su boca se hizo agua. Imaginó beber el líquido y sentir el gas rasparle la garganta. Así pues, se acercó llevándose la sorpresa que los refrescos estaban empaquetados en hule. Sacó su cuchillo para romper el plástico, escuchó muchos gritos impidiéndole seguir con la labor de tomar una botella. Buscó a sus compañeros entre la muchedumbre en pánico, corrió a las bancas y las subió; sus compañeros intentaban ayudar; los muertos se habían colado al sitio.
Para llamar la atención de un zombi que iba tras Aaron, le aventó los huevos y al distraerlo, su amigo le mató; después le indicó con un movimiento de cabeza que escapara por la parte de atrás; se encontró con Reed, tomó un refresco, lo guardó en su mochila y salieron del gimnasio. Fuera había un incendio...una explosión los cegó.
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Editado: 14.04.2018