De camino a casa llegó a la tienda de autoservicio ya que su antojo por un chocolate amargo la torturaba. Estacionó el coche en el lugar de servicio rápido, salió de él y se adentró yendo al pasillo de dulcería, ahí tomó dos barras grandes de chocolate.
Con presura fue a la caja, Abed la atendía. Abrió los ojos con sorpresa mientras el pelinegro sonreía.
—Hola—, saludó.
—¿Tú aquí?—, rezongó torciendo los labios.
—Sí, también Hisashi está aquí...estamos laborando.
—¡Qué!—, exclamó y comenzó a reír.—Están locos...tienen suficiente dinero para vivir, no necesitan esto...
—Lo tomaremos cómo un hobby, además hemos encontrado a una vieja amiga.
—¿Ah sí?
—Claro—, le dedicó una sonrisa.—Mira ahí viene...
Y, a la vez que Abed apuntaba la puerta por dónde la joven entró, no pudo creer lo que veía. Se preguntó si aquellos tipos jugaban con ella o intentaban molestarla en cada ocasión, porqué si de esos se trataba, todos eran muy buenos para guardar secretos. «¿Por qué de toda la gente que hay en este mundo, tiene que ser ella? »
—Ya vine por mi café...
La abuela de Lyla le sonrió Abed que devolvió el saludo, al ver a su nieta en el establecimiento, se acercó...
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Editado: 24.01.2020