Crónicas de un soñador V

Plaza en llamas

Plaza en llamas 

 

No había tenido noticias sobre Gabriel desde hace mucho tiempo, por lo tanto, saber que él se encontraba en el centro de aquella ciudad que no era la suya, le molesto. Y más aún porque Rhys, había sido el informante. 

— ¿Lo viste? —, preguntó con reproche. El mayor desvió la mirada y negó con la cabeza.  

— He estado contigo todo el día y me acabo de enterar. 

— Sí es una de sus pruebas lo voy a matar. 

— Siempre lo quieres matar…—, le miró con una sonrisa. 

— Destesto…cuando juega con mi tiempo…y mi vida… 

— Y ahora la señorita irá a verlo porque quiere pelear con él. 

— Sí, has acertado…vamos. —, respondió con seriedad. 

— Ni siquiera sabes dónde está. 

— Rhys…—, le miró con sorna. —Sé dónde va a estar. 

Rhys suspiró. Se hubiera negado ante tal petición, pero, sabía que la joven era reacia y no iba a convencerla; sin embargo, él también quería ver a Gabriel porqué le acompañaba una persona que le daba desconfianza desde hace tiempo, y sí Lyla llegaba a verla, iba a matar a su padre sin dejar que le dieran explicaciones. 

En el transcurso caminaron varios kilómetros, Rhys temió que su compañera perdiera la paciencia y se le desapareciera en cuanto tuviera una oportunidad, pero, la menor platicaba con él y le contaba sus aventuras en aquella ciudad. 

— En mi primer día aquí, traté de encontrar el camino a casa y me guie por ese enorme obelisco. — Apuntó el obelisco que se veía en las lejanías. Era un obelisco hecho por cantera, antes era rosa, pero con el tiempo, el color de la cantera se ha opacado por las lluvias, el Sol y todos los sucesos climáticos que afectan una construcción, por lo tanto, su color actual era naranja, o así se veía desde el punto dónde los individuos caminaban. Rhys, miró el monumento. Se preguntó cuál era su altura, puesto que lo vio muy alto, aunque recordó que esa ciudad estaba situada en lomas.  

— Esa cosa no estaba cerca de mi casa. Así que llegué a un parque y me puse a ver el mapa que ponen para los turistas. — Señaló un letrero con el mapa de la ciudad y que marcaba la ubicación actual. — Es igual a ese, luego, caminé y caminé…hasta identificar unas escaleras…odié esas escaleras, pero, mi búsqueda había terminado. 

— ¿Están lejos de aquí?  

— Sí. Estamos del otro lado. —, comentó. — Debajo de esas escaleras…había un puesto dónde vendían… 

— ¿Y a dónde vamos? —Interrumpió el mayor. 

«Duros de cuero y trompa y refrescos enlatados…» La joven hizo un puchero, sintió su estómago rugir. Y pensar en la deliciosa salsa picosa, le hizo agua la boca. 

— A la plaza Miguel Auza, detrás del teatro. — Rhys le miró incrédulo. 

— No conozco aquí… 

— Lo siento…pero, me has preguntado a dónde vamos…y yo no sé los nombres de las calles…sólo el camino. 

— Bien. 

— Rhys…si tú has venido aquí varias veces… 

— Sí, pero, no sé dónde está el teatro… 

Ambos siguieron caminando y platicando, aunque Lyla platicaba más, cosa que le agradaba a Rhys, porqué la joven no solía decir muchas palabras cuando estaba con él, la mayoría de las veces discutían y otras sólo pasaban el rato sin decirse nada a menos que Corín, Jafet, Dabir, Eckhart o Aram estuvieran con ellos. 

Bajaron unas cuantas cuadras más, se esperaron en los semáforos impacientes a que cambiaran para que el peatón pudiera caminar. Esquivaron personas, perros, anuncios y coches; hasta que la joven se detuvo en un puesto ambulante atrás del lugar dónde iba a encontrarse a Gabriel; compró golosinas. Rhys se sorprendió por la cantidad de golosinas que compró, además del algodón de azúcar color rosa. La joven le ofreció golosinas y él sólo tomó un chicle sabor goma de mascar. Lyla, guardó sus dulces en las bolsas de su pantalón, le quitó el empaque a su algodón de azúcar y comenzó a comerlo. Necesitaba tiempo antes de llegar con el vampiro de ojos azules. Su compañero, le miraba de vez en cuando y trataba de cuestionarla con la mirada, pero, nunca lo hizo. 

— Estamos cerca… — comentó Lyla. — Lo siento tras esos muros. 

— Debe estar ahí…quizá espera por nosotros. 

— ¿Qué piensas hacer? 

— Lanzarle bolas de fuego —, la joven, creo una pequeña llama color azul en su mano. Luego, miró la llama mientras mordía el último trozo de algodón y desvió sus ojos a Rhys cerrando el puño y apagando el fuego fatuo. 

— Es broma… 

— Piensas llegar a saltarle cómo siempre a la espalda, para que te encuentres con su doppler con un cuchillo en tu cuello. — La joven sonrió mostrando los colmillos por el comentario. 

—No. Vamos… 

Comenzaron a subir las escaleras con determinación, Rhys se percató que la joven iba decidida, pero, no sabía a qué la lleno de tanta determinación; por lo tanto, en su interior, decidió no dejarla sola para que no cometiera una tontería de las cuales ya se había acostumbrado. 

El cielo nuboso se oscureció en un parpadeo, un estruendo, alertó a los aventureros y la muchedumbre comenzó a bajar los escalones con presura. Rhys y la joven, mantuvieron la calma porque la estampida humana les impedía avanzar más, veían pues, que las personas corrían del lugar a dónde iban. 

— ¿Lo ves? Ya empezó con sus juegos. 

— No sabemos que pasa ahí. 

— ¡Es él! —, gritó. 

— Tranquilízate, Lyla. — La joven frunció los labios y espero que su compañero diera el primer paso. Rhys no tardó en subir las escaleras y tomó a la joven del brazo, los dos hicieron fuerza para no caer de los escalones, pues la gente los aventaba mientras bajaban en pánico.   

Cuando llegaron arriba, un silencio incomodo dominaba la zona; había menos gente huyendo, pero, lo más inusual fue ver a Gabriel sentado en un trono de piedra, que estaba pegado a la pared del mismo edificio, dónde Lyla se detuvo a comprar golosinas. 



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En el texto hay: vampiros, lobos, zombis

Editado: 14.07.2020

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