Llegó a su departamento, recordaba que lo había perdido una vez, pero gracias a Mar, Azul y Airi, estaba de vuelta en él. Abrió la puerta y vio todas las luces encendidas, miró a su alrededor pues escuchó voces que hablaban en susurros, se adentró hasta su habitación y se percató que sus amigas platicaban dentro.
Su cama era la que tenía colcha blanca con puntos rojos, yacía del lado izquierdo pegada a la pared, del lado derecho estaba el pequeño buro con una lámpara de noche que era lo que separaba la otra cama qué estaba en la habitación. Mar, compartía cuarto con ella. Al ver su aspecto sus amigas corrieron auxiliarla.
— ¡Lyla! ¿Por qué te has tardado mucho? — preguntó Mar.
— ¿Qué te paso? — cuestionó Mar encaminándola a la cama.
La sudadera de la joven se había desprendido de una manga, su pantalón se rompió de la rodilla ofreciendo un espectáculo carmesí, iba cojeando y para el colmo, le faltaba la bota derecha.
— No sé —, respondió vencida.
Se dejó llevar por sus amigas hasta que la sentaron en su cama. Airi le tocó la frente esperando que no tuviera fiebre.
— ¿Cómo que no sabes? — musitó su amiga.
— Tuve una visión y vi a Luna, me pidió que le llevará galletas…de esas galletas que encuentras recién hechas, le dije que era muy noche para que estuviera abierto…Eran las galletas del creador de Edward manos de tijera.
Mar, Azul y Airi, la miraban incrédulas. Sabían de antemano que Lyla tenía ciertos pasajes en la vida muy extraños, aunque en ese lugar no había fábrica de galletas, al menos no una que conocieran.
— Entré a la fábrica y vi que la máquina se había apagado, luego escuché que alguien rompió la ventana que estaba en el muro atrás de mí, me empujaron y me pegué en la cabeza con la pared de a un lado. Caí sobre la banda que lleva las galletas al horno. Y así estuve por varias horas, hasta que alguien prendió la máquina, me desperté porque comencé a sentir calor —, apuntó su rostro lleno de hollín. — Intenté levantarme pero mi bota se había atorado, ya faltaban poco minutos para que mi cuerpo entrara por completo a las llamas, pero pude zafarme el pie, al intentar caminar, mis piernas estaban dormidas y me caí al suelo de rodillas a la vez que me torcí el pie; sin embargo, caminé buscando la salida y llegué al lugar dónde las galletas estaban recién horneadas y empaquetadas. Tomé un paquete para dárselo a Luna.
«Cuando iba de salida el edificio empezó a temblar y se derrumbó al instante. Miré al cielo y vi la Luna llena. Fue en ese momento que me di cuenta que no había sido una visión. Me dolía el pie, estaba descalza, cojeaba, la rodilla me sangraba y yo, estaba tosiendo por el polvo que se desprendió de los escombros. Luego levanté mi brazo para limpiarme la frente con el dorso de mi mano y llevaba las galletas.
La joven se metió la mano a la sudadera y sacó las galletas de masa con betún rosa y blanco en una bolsa de celofán.
— ¿Quieren una? están deliciosas —, sus amigas la miraban boquiabiertas.
— ¿Cómo puedes decir eso? — reclamó Airi.
Azul por otro lado, tomó la bolsa y sacó una galleta con betún rosa, la acercó a sus labios y le dio una mordida.
— Están buenas.
— ¿A ver? — Mar se acercó y tomó otra galleta, la cual probó. — Sí, me gusta…
— Vamos a dormir…siento que me arrolló un camión. — Protestó la pelinegra dejándose caer en su cama de espaldas, pues estaba sentada.
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Editado: 14.07.2020