El autobús partía a seguir su ruta habitual por las calles de la ciudad, tenía la vista perdida en el asiento de color azul de en frente y no se percató lo que había afuera. El camión frenó brusco, se fue hacia adelante alcanzándose a detener en la barra del asiento. Despertó de su ensoñación y miró por la ventana qué había provocado aquel repentino freno.
Mucha gente caminaba en la calle, parecía una peregrinación, pues no vio pancartas de protesta. Los adultos llevaban de la mano a sus hijos o en sus brazos, traían mochilas de viaje en la espalda, al costado, con ruedas y en las manos. Bajó del camión azorada y se metió entre la muchedumbre preguntando a un hombre que pasaba.
— Tenemos que irnos —, le dijo con seriedad. — Estamos en alerta…
Tras no conseguir más información que la misma frase, se salió de aquel desfile humano y se recargó en la caja de una camioneta color negra, dando un suspiro derrotado, mientras miraba sus zapatos escuchó un grito de dolor. Levantó la vista y observó con terror que un individuo mordía en el cuello a una mujer, que llevaba en brazos a una linda niña de aproximadamente tres años.
Se agitó, quedándose en shock pues más gritos se prolongaban en aquella peregrinación, muy pronto supo lo que pasaba. Veía zombis alimentándose de carne humana. Lo primero que pensó, era que los ciudadanos de su ciudad no estaban listos para un ataque así, sabía por otro lado, que ella tampoco y menos una bebé de un año qué estaba a punto de ser devorada por un muerto viviente. Corrió lo más rápido que le permitieron sus piernas y aventó al zombi, que por su parte mordió a un hombre.
Tomó a la pequeña entre sus brazos horrorizada. No estaba lista para ver morir a demasiada gente y menos en su ciudad. Su instinto de supervivencia le hizo correr, no sin antes parar otra vez cerca de la camioneta dónde había estado. Sacó su móvil e hizo una llamada a un amigo. Cuando este le contestó le dijo de inmediato:
— Dile a Aaron que Edith está conmigo…
— ¿Qué? —preguntó su amigo confundido.
—¡Dile a Aaron que Edith está conmigo!
— ¿Por qué se escuchan gritos? ¿Dónde estás?
— ¡Hay zombis! ¡Muchos zombis! — Colgó la llamada, esperando que su amigo llamará a Aaron.
No se preguntó cómo era que la pequeña estaba en sus brazos y menos cómo había llegado ahí, pero cómo se trataba de su vida cotidiana, entendía que cualquier cosa podría pasar en su mundo. Emprendió el escape una vez que tuvo la oportunidad de salir de aquel alboroto, llegando a una vecindad a unas cinco cuadras del lugar dónde el camión había parado.
Se metió y buscó una casa que estuviera abierta, los zombis que ella había conocido en televisión eran peligrosos, pero no corrían y estos sí. Cerró la puerta apresurada y alertó a las personas que estaban dentro, preguntándole que quien era y porqué entraba sin permiso aquel hogar. Sin titubear la joven les explicó lo que pasaba afuera, a pesar que no le creyeron, no permitió que le sacarán de ahí, estaba muerta de miedo y quería sobrevivir para llegar a casa y dejar a la pequeña Edith con su padre. Si ella no encontraba a Aaron, él las encontraría.
Después de tanto alboroto, convenció a las personas de la casa que se quedaran en silencio y que echarán un vistazo afuera para que vieran que no había perdido un tornillo, supieron que decía la verdad porque un zombi comenzó a rondar afuera. Tenía tanto miedo, que se quedó pasmada tras la puerta y le tapó la boca a la pequeña para que no hiciera ruido, aquel zombi astuto los estaba oliendo.
Su móvil vibraba e impedía que aquel muerto viviente se desviará del camino. No podía atender la llamada, si hacía el menor ruido, menos podría salir de ahí y volver a casa. Edith, seguía emitiendo sollozos, pues estaba asustada igual que la joven. Su momento de suspenso terminó cuando el zombi atacó a alguien más tras la puerta, Lyla, aprovechó el momento de salir corriendo de aquella vecindad que comenzó a llenarse de gritos y muerte.
Encontró otra camioneta manejada por un anciano, esta persona le miró muy confundido cuando ella se adentró. Lyla le pidió que arrancará porque debía llegar a su casa. El anciano sonrió incrédulo y le comentó que lo haría cuándo llegará la persona que esperaba, le enseñó su rifle y le calmó comentando qué él sabía lidiar con esas cosas. Así pues, la camioneta caminó hasta que un hombre corpulento y mal oliente subió al vehículo, para su suerte la ruta que tomaron se aproximaba a su hogar.
El viejo la dejó cerca de casa, al parecer todo estaba en calma en esa zona, sin embargo debía alertar a las personas de aquel ataque zombi, que se originó mientras otros huían de algo qué aún no sabía. Se apresuró con precaución, al ver su calle sola y tranquila, decidió caminar. Edith se había quedado dormida con la cabeza en su hombro. Divisó la puerta de su casa, llegó hasta ahí y al abrirla, se dio cuenta que estaba cerrada. La ansiedad la invadió, no tenía llaves y no había rastro de los coches de los vecinos y de su familia, ni siquiera se veía un alma rondar su hogar.
Tenía miedo que Edith despertará y que Aaron no hubiera recibido el mensaje, la batería de su teléfono se había agotado y el sol estaba ocultándose en el oeste.
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Editado: 14.07.2020