Veía fijamente la carne que colgaba del gancho, sabía que era parte del cuerpo de una res; esperaba que el carnicero le atendiera. El olor del local no le molestaba, pues sabía que había más carnicerías que apestaban a carne cruda y sangre, pero, esta era la excepción. De ese lugar lo que más le aterraba era el carnicero gordo, mal oliente, gruñón y sucio. Su delantal blanco estaba manchado de sangre y grasa. Aquel hombre robusto, le recordaba al pedófilo que vivía en el piso de abajo, del edificio dónde Aram vivió; aquella vez, vio un niño salir de ahí asustado y ella sentía temor cada que pasaba cerca de la puerta color verde, pues ese hombre gruñón, siempre la tenía entreabierta.
Quizá era el mismo sujeto, pues al verlo frente a frente, sintió escalofríos en la espalda. Cuando él le preguntó qué era lo que quería, la joven vaciló; sin embargo, debía llevar el encargo. Así pues, la pelinegra pidió ½ kilo de chuletas, el carnicero asintió de mala gana, se alejó del mostrador y comenzó a cortar el pedido. Lyla por su parte miraba hacía la calle desesperada; quería salir de ahí lo antes posible, aquel ambiente le tenía paranoica.
La música de la radio comenzó a no agradarle, siempre estuvo de acuerdo en una frase: “Sigue a tus vísceras”, había dicho un profesor en clases. Miró hacia la calle nuevamente ya que el carnicero aún estaba cortando las chuletas en la máquina. Luego de un momento sintió una presencia tras ella y se giró asustada, el carnicero estaba muy cerca de su rostro.
— Pagarás por todos tus pecados, — dijo el carnicero con una voz escalofriante, alzó la bolsa de plástico para dársela a la chica y la cogió sin percatarse que el sujeto le iba a dar un golpe con un enorme gancho para carne.
━⊰❖⊱━
Al despertar sentía el cuerpo adolorido, un hilo de líquido tibio le escurría por la sien, sus pies flotaban en el suelo, pero lo que más le dolía era la mejilla derecha y parte del labio inferior. Lo poco que pudo visualizar fue su cuerpo desnudo con heridas y moratones. Quiso emitir una palabra, pero, la mandíbula le dolió hasta el alma. Se percató que colgaba de un gancho para carne y que a su lado, estaba la enorme res que vio al entrar a la carnicería.
El gancho le atravesaba la mejilla derecha y la mandíbula, que salía hasta su labio inferior, empezó a llorar, no le respondían los miembros del cuerpo, desesperada llamó a la soñadora, que sabía que le veía desde afuera de la carnicería.
— Ayúdame. — Apenas pudo articular. — Lyla, ayúdame.
— ¿Qué? —, cuestionó la soñadora que estaba viendo a ella misma colgada en el gancho, parecía que la venderían cómo un animal muerto.
— Ayúdame… — Sollozó.
— Tengo miedo… — Afirmó.
— Yo también.
— ¿Cómo quieres que te ayude? — Lloró, verse tan frágil y destruida le atemorizó.
— Cómo te ayudarías tu misma…
— No…
━⊰❖⊱━
Cuando recuperó el conocimiento, se preguntó tantas veces que había pasado. Pudo ver que la Lyla que colgaba del gancho para carne se había fusionado en su cuerpo, sin embargo, el gancho que tenía atravesado en la boca, estaba en la suya; su ropa, la cara y sus manos yacían salpicadas de sangre y a sus pies, el carnicero parecía muerto y mutilado. No sintió compasión por el cadáver. Se preguntó si esos eran los pecados por los cuales aquel regordete le había colgado y golpeado.
Sin el menor remordimiento, tomó la bolsa dónde estaban las chuletas, salió del local y caminó dos casas más, en dónde tocó en la casa color azul con puertas negras. No tardaron mucho en abrir la puerta. Micaela, al verla se espantó.
— ¿Por qué tienes ese gancho en la cara? — Lyla le miró indiferente y se adentró a la sala.
Micaela la siguió esperando una respuesta, que no llegó rápido. La pelinegra comenzó a quitarse el gancho cómo pudo. No quería lastimarse y sacar sangre de su boca, aunque le impresionó que no le dolía. Cuando pudo retirar aquel pedazo de hierro, se giró hacia su prima.
— ¿Crees que este hoyo se vaya a cerrar pronto? Pensaran que me hice una expansión.
— No…no lo sé. — Dijo su prima impactada. — No sangra…
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Editado: 14.07.2020