La oscuridad, por primera vez, fue tranquilizante para Viola.
No había sonidos a su alrededor, todo estaba callado. Acababa de salir de un extraño sueño, sin imágenes, sin ideas, sólo el dormir.
No quería abrir los ojos, no quería volver a la triste existencia que quemaba dentro de su corazón.
Los Linnehouse ya no existían. Todas las generaciones de brujas poderosas y heroicas estaban pendiendo de un hilo, todo dependiendo de ella.
Los Linnehouse tenían una larga historia. Provenían de la tierra, el planeta madre, de donde habían sido llevados a Elex, un hermoso planeta muy parecido aunque bastante distinto a la vez.
Al llegar a Elex los Linnehouse descubrieron que el cambio de dimensión y de planeta había alterado su estructura molecular. Ahora podían hacer cosas distintas, cosas inimaginables.
La esfera, (la inteligencia que los había llevado a aquel lugar), les dijo que la dimensión en la que estaban era mágica, que elegía a las personas especiales que tendrían habilidades fantásticas y, que en el caso de la familia Linnehouse, había hecho una elección muy poco común.
Les había dejado una bendición, una maldición y una responsabilidad, todo junto.
Todo comenzó con las gemelas Liz y Marissa. Ellas fueron las únicas que, en la generación siguiente a los recién llegados a Elex, siguieron teniendo poderes.
Y, después, cada una de las gemelas tuvo hijos gemelos, también. Pero sólo uno de esos dos pares seguiría teniendo habilidades.
Así es como, con el tiempo, los Linnehouse notarían que estaban destinados a ver dos pares de gemelos nacer en cada generación, pero solo uno de esos pares conservaría el legado familiar.
Y no sólo eso. Los gemelos portadores del gen mágico tendrían que proteger a su planeta a como diera lugar. Ese era su destino, su obligación, y como unos de los Albas más poderosos, ese era su trabajo incluso antes de nacer.
Era el trabajo de Viola y a partir de ese momento lo haría sola.
Antes, al menos, aun con todas esas responsabilidades tenía una familia que la apoyara.
Pero Viola terminó siendo ella misma, sin nadie más. Ella, sin su gemela, sin su mamá, sin la gemela de su mamá y sin la abuela y su gemela también.
No quería creer que, con todo el poder que su mamá tenía, muriera. No podía creerlo.
—¿Está segura?
—Sí, definitivamente, nuestra tecnología de punta lo ha manifestado. Viola acaba de despertar.
Esa voz. Dioses, era imposible. Viola se levantó enseguida en su lugar solo para notar lo extremadamente dolorida que estaba y que, efectivamente, aquella voz que acababa de escuchar provenía de su amada madre.
Estaba acompañada de una enfermera, pero sólo le importaba ella.
—¿Estás viva? —preguntó Viola al instante y sintiendo sus nervios a flor de piel. Incluso comenzó a llorar, su madre yendo hasta ella y tomándola en sus brazos—. Sí, claro que estás viva, eso es seguro, pero... ¿Cómo? ¿Qué pasó realmente? ¿Dónde estamos?
El lugar en el que estaban era bastante familiar, aunque Viola no podía deducirlo con claridad. Su mente estaba demasiado dispersa.
Era obvio que se trataba de un hospital. Había varias camillas a su lado, aunque sin pacientes. Las paredes, el mobiliario, todo era blanco. Incluso su ropa y la de la enfermera.
Había una ventana a su lado pero sin poder ver la ciudad podría decirse que estaba en cualquier lugar. La única que desentonaba en toda aquella imagen era su madre, que con su piel morena, ojos castaños y ropa colorida era el único rastro familiar en aquel lugar.
—Viola, necesito que te tranquilices —dijo. Posó su mano sobre la de Viola, apretándola con cariño para luego explicar—: Todo lo que viste, todo lo que creíste que pasó... no pasó, fue una prueba. La prueba.
Todo el aire que Viola estaba conteniendo salió de sus pulmones. Era imposible.
La prueba por la que había esperado toda su vida, en la que se decidiría a cual academia para brujas asistiría, sucedió de la nada. Una simple y horrorosa alucinación había decidido el futuro de su vida.
—¿La pasé? ¿A dónde iré?
La misma esfera había llevado a seis grupos de personas desde la tierra a diferentes planetas.
Con el tiempo distintas sociedades de Albas y Tenebris se habían forjado y nuevas generaciones habían necesitado entrenamiento.
Así fue como surgieron cuatro distintas academias de varios niveles a las que los jóvenes irían a ser entrenados, pero sólo si pasaban la prueba.
La que menos nivel tenía se encontraba en Gimmin, un planeta bastante pobre pero con buenas criaturas para entrenar.
La siguiente en nivel era la que se encontraba en Calumn, un planeta bastante sencillo y parecido a Elex, del que Viola era originaria.
Luego estaba la academia que estaba en el mismo planeta en que Viola estaba, Vuolix. Vuolix era un planeta moderno y con buenas relaciones públicas, pero su escuela, por más moderna que intentara serlo, no tenía a los mejores maestros.