Historia 19: Una maid muy moe
Esmeralda de la Luz no tenía otra opción, todas las salidas yacían bloqueadas frente a ella, además, fallar a su palabra definitivamente no estaba en su código de honor. El asunto era sencillo: Una apuesta, hace dos días jugaron una partida de “Blanco-Negro”, un popular juego de cartas de origen japonés, donde manejaban caballeros, princesas, magos y demás criaturas fantásticas, cada uno tenía un arquetipo y en general la victoria era dada al usuario que destruyera al castillo enemigo.
Nuestra heroína se confió, creyó que alguien como Wendy no sería capaz de vencerla en un juego donde se requería estrategia y paciencia para ganar. Por desgracia, las cartas tenían como artículo promocional una serie animada proyectada en Japón, los personajes en sí eran puros chicos guapos y una que otra mujer. El porqué Wendy resultó tan buena en el juego era sencillo: ¡Se comió todas las temporadas en un fin de semana!, por ende, solamente tuvo que imitar las jugadas de la protagonista para someter a Esmeralda.
—No creí que esto fuese a pasar. —La jovencita suspiró resignada, el hecho de perder ante una bruta como Wendy no le pareció nada gracioso.
—Las apuestas se pagan, querida amiga.
—Ya lo sé, no tienes que repetirlo. Es solo que… ¡No quiero ponerme esto! —La chica señaló un traje de maid muy bonito, quizá un poco apretado para ella, aún así, cabía perfectamente en el atuendo. Dicho vestido era amarillo con delantal blanco, también poseía una tiara dorada que resaltaba mucho la brillante piel de Esmeralda. Nuestra heroína sostuvo el traje con un gancho, ya no faltaba mucho para pagar los platos rotos.
—Oye, pasé horas confeccionándolo solo para ti, estaba tan segura de mi victoria que lo hice por adelantado. Además, si no te lo pones, lloro. —Wendy por fin usó su chantaje emocional, el cual era efectivo un cien por ciento de las veces. Sus ojitos se tiñeron con falsas lágrimas y de inmediato le hizo una carita moe a Esmeralda.
—Uh, de acuerdo… —susurró resignada, por fortuna era sábado y solamente ellas dos estarían en casa de Esmeralda, nadie más de la clase la iba a ver, ¿o sí?
De repente, el timbre sonó y Esmeralda quedó muy extrañada, su padre no llamó para avisar que vendría y no invitaron a nadie más. La jovencita creyó que eran los del agua potable o algún visitante inesperado, de hecho, acomodó el traje sobre el sofá y caminó hacia la puerta.
—¿Quién es? —llamó Esmeralda antes de girar la perilla.
—Soy Pablo, Wendy me dijo que necesitaban mi ayuda para un asunto.
En ese momento los ojos de la heroína se abrieron en par, Wendy nunca le dijo nada acerca de invitar a Casanova Pablo, de hecho, ni siquiera quería verlo por los constantes sentimientos encontrados. Aún así, tuvo que invitarlo a pasar, ya que sería descortés no atenderlo luego de hacerle caminar varios minutos.
—Hola, Pablo, te estábamos esperando. —Wendy saludó al muchacho con una sonrisa maliciosa, Casanova se acomodó en un sofá sin la más mínima idea de lo que iba a suceder pronto. Con el invitado en la casa, Esmeralda se dispuso a cambiarse dentro de su habitación.
—Gracias, espero no haber tardado mucho. —Pablo giró su mirada hacia la sala principal, allí vio varias fotografías de Esmeralda cuando era una niña pequeña, además, apreció el retrato de una mujer hermosa con cabello castaño y sonrisa cautivadora. Su rostro le recordó mucho al de Esmeralda, tanto que parecía una fotografía editada con las facciones de su amiga.
Aquella persona era Victoria, la madre difunta de Esmeralda y el motivo por el cual su querida amiga tuvo un cambio de personalidad. La historia detrás de estas dos se verá en otro momento…
Mientras tanto, Esmeralda se quitó la ropa dejándola en un canastito, posteriormente comenzó a meterse dentro del traje de maid. Wendy midió mal las medidas a propósito, ya que le quedaba totalmente al ras, mostrando perfectamente su silueta femenina sin ocultar nada. Nuestra heroína nunca usaba ropa pegadita, de hecho, la mayoría de sus vestidos normales eran ligeramente largos, holgados o trajes de lolita gótica que no enseñaban nada de piel, pero sí mostraban muchos accesorios.
—Me arrepentiré de esto, Wendy, ya me las pagarás —susurró para sí misma, en seguida salió de su habitación ya con el traje maid puesto. La chica avanzó unos cuantos pasos por los pasillos, le quedaban pocos para llegar a la sala principal, de inmediato miles de mariposas bailaron alrededor de su estómago. Obviamente, estaba nerviosa y con ganas de saltar por la ventana.