Crónicas de una sirena enamorada 3

Evan Kratt y una linda sorpresa junto a él retornan al país austral

Cuatro años transcurrieron desde la partida de Evan a Inglaterra para dar inicio a sus estudios en oceanografía. Ya era hora de regresar a casa junto a Gema y comenzar una nueva vida. El apuesto ex marinero pelirrojo estaba ansioso por darle a todos una gran sorpresa, la cual iba alegrarle la vida a muchos, especialmente a su madre y a su mejor amigo: Joseph. 

Evan guardó el secreto junto a Gema para sorprender a todos en cuanto regresaran a Brisbane, ni siquiera Stara y Eudora sabían de qué se trataba. 

Esa mañana, aproximadamente a las nueve hora de Inglaterra, el vuelo de Evan y su amada Gema apenas salía del aeropuerto de la ciudad con destino a Brisbane. Un día entero se tomarían en llegar a casa. Ambos estaban ansiosos por volver a ver a todos sus amigos y familiares, disfrutar nuevamente del ambiente australiano; contemplar el bello paisaje y escuchar el relajante sonido de las olas. 

—Será un largo viaje, pero finalmente estaremos con nuestros seres queridos. Ojalá todo esté bien en Australia y en lugar de nosotros dar una sorpresa sean ellos los que nos sorprendan a nosotros. —comentó Evan mientras abría una pequeña bolsa de frituras. 

—¿Crees que todo esté bien en Tritonia o Nueva Parténope? —cuestionó Gema, quien mostraba algo de preocupación por la nación de su madre —Ese Atolón no es de los que se quedan quietos tan fácilmente.

—Mi hermano no tiene remedio, pero respondiendo a tu pregunta, quizá no ha perturbado la paz de Tritonia —llevó un poco de frituras a su boca y le brindó a Gema —Si de verdad es responsable, lo mejor es que olvide sus planes por un tiempo y se dedique a su primogénito. 

Gema observó su collar, acto seguido observó el de Evan y estos no emitían luz —lo curioso de todo esto es que los collares no han dado señales de nada. 

—¡Tienes razón! —exclamó Evan —mejor esperemos hasta llegar a Brisbane y que los demás nos cuenten qué ha pasado. No tengo idea de qué ha ocurrido desde la última vez que hablé con mi madre. 

Gema durmió un poco durante el viaje, el ex marinero por su parte, no pudo conciliar el sueño debido a su emoción por volver a casa. Solo pensaba en una cosa: surfear. Era lo primero que quería hacer al regresar a la ciudad que lo vio crecer. Evan anhelaba hacer sus trucos entre las olas, quería sentir la adrenalina que le causaba surfear.

Mientras tanto, en la isla de Nueva Parténope, la gobernadora Eudora ordenó a varios soldados en tierra firme viajar a Tritonia para reforzar a sus compañeros en el fondo del océano. La sirena estaba enterada de la emboscada que hizo su hijo y sentía vergüenza con el pueblo que la adoptó, especialmente al saber que Atolón arruinó la festividad lunar. 

Luego de enviar a sus soldados, la gobernadora regresó a su aposento. Poco después una de las sirenas encargadas de la guardia, le notificó a Eudora que tenía visitas. La gobernadora de la extensión territorial de Tritonia, salió a ver quién era, sentía un poco de emoción pues pensaba que era su hijo menor que finalmente había regresado a Australia o por lo menos se fugó para visitarla. 

La expresión de Eudora cambió al ver que se trataba de Naiad, reina del palacio de Mihasya y la reina Salacia, princesa del palacio de Livartova. Ambas sabían que Eudora era la madre de Atolón y necesitaban algunas respuestas para poder derrotarlo.

—¡Bienvenidas sean a mi palacio! —dijo Eudora a medida que se acercaba a las gobernantes —¿en qué puedo ayudarlas?

—Gobernadora Eudora de las Cariacas; gracias por recibirnos en su morada. —comentó Salacia mientras hacía entrega de una ofrenda a la gobernadora de Nueva Parténope —por favor, reciba usted esta perla. En nombre del pueblo de Livartova le hago entrega de este pequeño, pero valioso obsequio. 

Eudora agradeció a Salacia de Livartova por su regalo.

Naiad, la reina Mihasya entregó a Eudora un pequeño cofre con joyas —En nombre de los habitantes del pueblo de Mihasya, le entrego este pequeño obsequio.

—No debieron molestarse en traerme regalos, pero los recibo con amor y los atesoraré como a mi propia vida —expresó Eudora mientras guardaba los obsequios en el interior de un cofre más grande, acto seguido le ordenó a una de las sirenas que la escoltaba que llevara el cofre hasta su habitación y los dejara sobre la mesa en la que solía escribir sus poemas. —Ahora díganme, ¿A qué se debe el honor de su visita? —cuestionó la gobernadora volviendo la mirada a sus colegas. 

—¿Podríamos conversar en un sitio más privado? —solicitó Naiad.

A lo que Eudora contestó —¡Por supuesto!

Las gobernantes siguieron a Eudora hasta una pequeña habitación en donde la sirena solía recibir visitas para tratar temas delicados —Aquí podremos platicar con entera tranquilidad.

En eso, inició la reina Naiad la conversación —Gobernadora, sabemos que usted es la madre del rey de Marania. Hemos llegado hasta aquí debido a su reciente emboscada al pueblo de Tritonia en medio de la festividad más importante para esta nación. 

—¡Ciertamente! Respecto al sorpresivo ataque por parte de mi hijo, he enviado a varios de mis soldados para hacer refuerzo bajo el océano. 

—Mi pueblo hará lo mismo para ayudar a los tritones. —comentó Naiad.

En ese momento intervino Salacia —No gustaría saber cual es el punto débil de Atolón.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.