Crónicas de una sirena enamorada 3

El viaje a Grecia: Los Verlander en aprietos

Los primos Verlander salieron a la plaza para entretenerse y tratar de olvidar lo ocurrido en Tritonia. Los jóvenes comieron frituras y soda, luego fueron a la tienda de golosinas como solían hacerlo en su infancia y compraron mucho chocolate, goma de mascar y piruletas. 

Tyler compró golosinas extra para llevarle a la sirena o la tía Lumina como el joven solía llamarla. Al salir de la tienda, los muchachos notaron que dos extraños sujetos los vigilaban; uno era robusto y de barba frondosa, el otro, era un poco más delgado y de cara pálida.

—¿Qué están tramando esos dos? —preguntó Jocelyn  —¿asaltarnos?

—No estoy de humor para delincuentes ahora —manifestó Christopher —¡vamos a casa!

Aquellos extraños sujetos seguían a los jóvenes, que comenzaban a sentir una señal de alerta al percatarse de la presencia de los hombres, sin saber cuáles eran sus verdaderas intenciones. De pronto, Christopher volteó para verlos de frente y desafiarlos, el joven estaba realmente enojado por la actitud de los misteriosos sujetos. 

Aquellos hombres sintieron temor ante la fría mirada del muchacho, quien los desafiaba y les demostraba con su actitud valerosa que no les tenía miedo, y que se había percatado de que no tenían buenas intenciones. 

—¿Hay algo en lo que podamos ayudarlos, caballeros? —preguntó, pero los sujetos se alejaron rápidamente con una expresión de temor. Christopher volteó nuevamente para seguir su camino de regreso a casa, aunque no dejaba de mirar atrás de vez en cuando para cerciorarse de que los hombres no los seguían nuevamente. 

Al llegar a casa, los jóvenes alertaron a sus familiares de lo que había ocurrido. Automáticamente, Joseph y William se alarmaron ante lo que dijeron los jóvenes. 

Mientras tanto en el fondo del océano, Lumina seguía ayudando a sus familiares a restaurar lo poco que quedaba de Tritonia. Algunos soldados del Tánzur regresaron al país del Pacífico junto al rey Tarek, que no dudó en visitar a sus vecinos para ayudarlos y, por supuesto, ver a su hija y nieto.

Tarek ofreció a varios de sus mejores soldados para ayudar a los tritones a reforzar la seguridad en el Pasaje de Drake para evitar el paso de los maranios, al menos hasta que Tritonia recobrara la magia y todas sus fuerzas.  

Al terminar, Lumina se despidió de su familia y regresó a tierra firme en donde su esposo e hijos esperaban por ella. Antes de ir a casa, la sirena llegó a la morada de Stara para ver si estaba bien. 

La gran leyenda de cola blanca estaba devastada y enojada por la muerte de sus hermanos, no soportaba que su muerte fuera en manos de Atolón. —¿por qué tuvo que ser así? ¿por qué mis hermanos fueron humillados de esa manera? 

—Murieron como guerreros defendiendo a su nación y eso es lo que importa —comentó Lumina —y si te fijas, Atolón comenzó a pagar por sus atroces actos asesinando a su propio padre, y pronto lo pagará con su hijo como castigo de los dioses. 

—Pude ver las intenciones de Maher, realmente no quería seguir con esto —comentó Austin —él le salvó la vida a Joseph sacrificando la suya. Atolón iba a asesinar a tu esposo, Lumina. 

—¿Maher? ¿sacrificó su vida por salvar a Joseph? —la sirena no podía creer lo que Austin decía. 

—Lo ví con mis propios ojos desde la distancia. 

Lumina sintió angustia, pues Atolón no quería desistir de su idea sobre asesinar a Joseph a pesar de los años —debo regresar a casa. 

La sirena salió de casa de Stara rápidamente, pero a pocos metros Lumina se encontró con los mismos hombres que poco antes seguían a los primos Verlander. Lumina, discretamente, tocó su collar dando aviso a su esposo de que estaba en peligro. 

Joseph se levantó de su asiento sorpresivamente y salió corriendo de su casa en busca de su esposa, pero cuando llegó, Lumina ya no estaba. Un grupo de niños que jugaba en la playa le dijeron al marinero que se habían llevado a su esposa en un auto rojo. 

—¡Maldición! ¡Maldición! —gritaba Joseph de rodillas en la arena —¿Quienes son y a dónde la llevan? 

—¿Cómo eran los sujetos? —preguntó William

Luego de la descripción dada por los niños, Jocelyn habló —Los sujetos que nos seguían tienen esas descripciones. 

Una de las niñas les comentó que hablaban griego y que estaba segura del idioma porque su abuelo es nativo de ese país y le enseñó a hablarlo. 

Sin pensarlo, Christopher y su hermana corrieron hasta la zona rocosa y se sumergieron nadando velozmente a Nueva Parténope. Joseph le agradeció a los niños y corrió hasta la casa de Stara para darle la noticia. La sirena de cola blanca se puso de pie muy enojada, pues no iba a permitir que le hicieran daño a su sobrina. 

Un día después del secuestro de Lumina, Joseph se enteró de que los hombres eran marineros mercantes que aprovechaban su trabajo para traficar personas. Para el marinero era pan comido abordar el buque. Joseph se disfrazó para ocultar su apariencia ya que se había convertido en un marinero de renombre en varias compañías mercantes, especialmente en esa época pues, estaba por ser nombrado capitán. 

El valeroso australiano logró abordar el barco el mismo día que este zarpaba, sabía que en la nave estaba su esposa oculta en algún lugar. Joseph recorría los pasillos de la embarcación en busca de Lumina, pero la sirena estaba en una cabina junto a la del capitán. 




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