Crónicas de una sirena enamorada 4

Adón, Jocelyn y los celos de Christopher

Una mañana de agosto, Jocelyn se encontraba jugando con algunas conchas a la orilla del mar. Era algo que adoraba hacer desde niña y le costaba dejar atrás esa costumbre. La joven permanecía en el mismo lugar que frecuentaba cuando salía a jugar con su padre y su hermano, solo que ahora esperaba por ellos mientras pescaban para llevarle de comer a los padres de Joseph. 

En ese momento, Adón estaba debajo del agua. Quería acercarse a Jocelyn a pesar de que Christopher no estaba muy convencido. El pasado del maranio pelirrojo afectaba su vida actual en algunas ocasiones. 

«Quiero hablarle, pero no quiero causarle problemas», pensó Adón en su deseo por salir del agua y saludar a la chica de pelo rubio. 

—Basta de seguir ocultándote allí, Adón —expresó la joven —sé que estás ahí así que sal en este instante.  

Asombrado por la habilidad de la joven, Adón salió a la superficie lentamente y cambiando de forma sin hechizo alguno. Al igual que su padre, el príncipe de Marania nació con esa habilidad. 

—Lo lamento, mi bella ninfa. —Adón se disculpó por haber impacientando a Jocelyn y caminó para luego sentarse junto a ella. 

—¿Qué haces aquí? Deberías estar en el palacio junto a tus padres. 

Adón miró al horizonte y le dijo que quiso salir a distraerse un poco. A veces las cosas en el palacio de su padre se tornaban aburridas para el príncipe. Por lo que de vez en cuando salía de la fosa para entretenerse. Evidentemente, el príncipe Adón era muy diferente a su padre y en lugar de buscar lugares en donde la diversión fuera inmoralmente aceptable en el fondo del océano, el joven prefería salir a la superficie y estudiar los corales junto a su tío, o bien, divertirse con los demás. 

Jocelyn seguía jugando con las conchas y restregando los dedos de sus pies en la arena mientras Adón la observaba. De vez en cuando levantaba la mirada para ver a su padre y a su hermano en el bote. 

—¿Algo te preocupa? —cuestionó el príncipe. 

—No es nada, solo observo a mi padre. Hace poco renunció a la marina mercante. 

Adón no comprendía muy bien, así que preguntó —¿Eso es algo malo?

—No, para Christopher y yo es algo bueno en cierto modo. Él ya cumplió su sueño de ser capitán como mi abuelo Eugene, así que supongo que ya está satisfecho con eso. —suspiró —lo bueno es que pasaremos más tiempo juntos. 

Mientras el príncipe y Jocelyn conversaban sobre el retiro de Joseph de la marina mercante, Christopher veía desde el bote que Adón estaba muy cerca de su hermana. Alarmado, el joven de cabello rubio saltó al agua y nadó velozmente hasta llegar a la orilla. Con la mirada anclada en el chico, Christopher preguntó:

—¿No te parece que estás muy cerca de Jocelyn? 

—¡Christopher! No malinterpretes las cosas. Solo conversaba con tu hermana. Sabes que no tengo intención de causar estragos aquí y mucho menos de hacerle daño a Jocelyn. 

Christopher no confiaba mucho en el príncipe a pesar de llevar tiempo interactuando con él. A veces pensaba que Adón tenía algo en mente o que quizá su naturaleza destructiva despertaría en cualquier momento, provocando una actitud energúmena por parte del príncipe maranio. 

—Pero, ¿para conversar con ella debes estar tan cerca? —cuestionó Christopher frunciendo el ceño. 

En ese momento, Jocelyn intervino —Más vale que te disculpes, Crhis. Adón no está haciendo nada malo. Ya deja de comportarte como un idiota, ¿Quieres? 

Joseph se acercó y notó que sus hijos estaban un poco molestos mientras que Adón se mostraba apenado. Tomó las cosas y se acercó a ellos para ver lo que pasaba. 

—¿Está todo bien? 

Jocelyn no pronunció una sola palabra y se marchó a casa, Adón solo la veía alejarse. Fue entonces que se disculpó por haber causado problemas entre los hermanos Verlander. Por otro lado, Christopher partió a casa de Stara en donde permaneció hasta el atardecer y el príncipe caminó junto a Joseph de camino a casa de Evan. 

En el trayecto, el príncipe le preguntó a Joseph si había algo que él pudiera hacer para que los demás confiaran plenamente en que jamás haría daño. A lo que Joseph comentó: 

—Es un poco duro al principio, sobre todo por el pasado de tu familia y la de mi esposa. Sin embargo, el único modo de enmendarlo todo es, intentando cambiar la reputación de tu familia o eso creo yo. 

—Señor Verlander, ¿Usted confía en mí? Dígame la verdad, por favor. —demandó el príncipe. 

—A pesar de todo lo que sufrí por causa de Atolón, Sí. —contestó Joseph con entera seguridad —no puedo culparte por las atrocidades que hizo tu padre en el pasado, es como que alguien culpe a mis hijos por las cosas malas que yo hice mucho antes de ellos nacer. Sé que tú también fuiste víctima de su odio, pero demostraste ser diferente a él desde que eras niño. Muchos nos dimos cuenta de ello, especialmente Ranhir. 

—Créame, que he intentado acercarme a ellos, pero más a Jocelyn. Aún así, siento que tienen miedo de mí. —comentó Adón un tanto cabizbajo.  

—Es su parte humana, Adón. No los culpes, pero si quieres yo puedo hablar con ellos para tratar de ayudarte. Sé que tienes buenas intenciones y no es justo que te excluyan por algo en lo que no tienes culpa. 



#6869 en Fantasía
#13916 en Novela romántica

En el texto hay: magia, sirena, marinero

Editado: 05.02.2024

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.