Crónicas del Fénix del Mar

Capítulo 01. Jude el Carmesí, el Último Gran Señor Pirata

Me he preguntado algunas veces: ¿cómo sería el mundo si todo fuera agua? Si todo lo que conociera, todo lo que me rodeara, pudiera tocar, oler, y ver, fuera sólo… agua. Es extraño pero de vez en cuando, al cerrar mis ojos, surgen en mí estos pensamientos y esta extraña sensación de estar cayendo; lentamente, como si me estuviera hundiendo; profundo, cada vez más profundo. Pero no siento miedo ni ansiedad. De hecho, es en esos pequeños momentos de inconsciencia en los que realmente me siento bien… En los que me puedo considerar libre.

Miro al océano desde la ventana de mi habitación, y no puedo dejar de plantearme esa hipotética idea de cómo sería la vida si todos viviéramos en él. ¿Sería parecida a la vida en la tierra? ¿Las personas se tratarían igual entre ellas? ¿Yo sería la misma persona que soy ahora?, ¿o sería alguien totalmente diferente? ¿Sería acaso alguien mejor?

Me siento perdida, me siento sola, como si estuviera parada en una pequeña isla, en medio de la nada, y ante mí sólo se cerniera el inmenso mar azul. Pero no estoy sola, nunca lo estoy. Al abrir mis ojos, me encuentro siempre rodeada de gente, que viene y va ante mí sin notarme siquiera. Cada quién se encuentra sumido en su propia conversación, en su propio asunto o en su propia preocupación diaria. No me miran ni me hablan. Soy como una roca en el camino que sólo deben esquivar para continuar.

En mi mente, todos los que me rodean empiezan a desaparecer, a esfumarse en la nada como la espuma de las olas. Nadie lo nota, nadie lo ve. Y sólo queda ante mí el mar, en toda su furia, azotándose contra las piedras de la costa sin misericordia. Y escucho una voz; una voz que me llama, que me dice que vaya hacia ella. La oigo tan distante, pero a la vez tan cerca. Quiero ir hacia ahí, pero no puedo. Tengo miedo de saltar y salir de esa pequeña isla en la que estoy parada.

Al final, terminaré abriendo los ojos, terminaré despertando, y todo aquello no habrá sido más que un sueño más. Y será mejor así.

Quisiera poder ser como todos, y simplemente dejarme llevar, simplemente conformarme con quién soy ahora mismo; pero no puedo.

¿Es ésta realmente la vida para la que nací? ¿Es esto para lo que estoy en este mundo? Quizás así sea. Pero, cada vez que veo el mar a lo lejos por la ventana, no puedo evitar pensar que realmente hay alguien ahí, alguien llamándome, alguien cantando para que yo la escuche. No puedo evitar pensar que éste no es mi lugar, sino alguno más allá del horizonte. No puedo evitar pensar que debo ir hacia ahí; que debo ir hacia el mar…

WingzemonX & Denisse-chan

CRÓNICAS del FÉNIX del MAR

CAPÍTULO 01
JUDE EL CARMESÍ, EL ÚLTIMO GRAN SEÑOR PIRATA

Pocas cosas imponen tanto respeto y admiración en este mundo como estar ante la majestuosa bandera de fondo azul real, con el león dorado de alas emplumadas, que servía de escudo para el Reino de Kalisma. En cuanto la miraban en un estandarte, en la pechera de algún uniforme, o en el mástil de un barco, la gente sentía la necesidad de bajar la cabeza en señal de respeto y, a veces, de sumisión.

El barco de carga Santa Carmen, viajaba con la bandera del león dorado en alto, ondeando orgullosa y majestuosa. Era de los barcos más modernos del reino, o al menos de los más modernos que no eran sólo de uso militar. Con cascos de acero, chimeneas y ardientes calderas de vapor que ayudaban a hacer que la gran estructura se moviera a una velocidad apta y constante.

Ese día era muy temprano por la mañana; el sol apenas comenzaba a asomarse. El Santa Carmen iba ya en su quinceavo día de viaje partiendo de la Ciudad Imperial de Xing, con destino al puerto de Vankary, y de ahí su carga se dirigiría a diferentes puntos del Reino. Y, ¿cuál era su carga?; además de cuatro decenas de marineros somnolientos y cansados, en su interior transportaba unas cientos de cajas con diferentes productos comerciales del lejano país aliado: telas, ropas, especias, artesanías... de todo un poco. La mayoría eran encargos de mercantes de Kalisma que esperaban ansiosos la llegada de su mercancía para la venta, y otros más eran objetos curiosos adquiridos por empleados de hombres y mujeres acaudalados en su nombre y para su deleite.

A los miembros de la tripulación del Santa Carmen realmente les daba igual qué era lo que había en esas cajas; ninguna era para ellos, eso sí lo tenían claro. Les habían pagado por hacer ese viaje de medio mes de ida, medio mes de regreso, y lo que más querían era llegar al fin a sus casas sanos y salvos; tanto ellos como su mercancía. Aunque eso no representaba un gran problema, en realidad. El sólo hecho de viajar con el león dorado escudándolos era suficiente para que absolutamente nadie se metiera en su camino. Después de todo, nadie estaba tan loco como para intentar algo contra una embarcación navegando con la bandera de Kalisma, y con ello hacer enfurecer a la armada naval más poderosa y temida del mundo.

Bueno, casi nadie estaba tan loco...

Desde la madrugada se había alzado una densa niebla que envolvía el barco en todas direcciones, y lo sumía en un ambiente mucho más oscuro y divagante de lo normal. Desde la perspectiva de los menos experimentados, parecía casi como si estuvieran yendo derecho y sin algún rumbo fijo, pues difícilmente podían ver más allá de sus narices. A esos chicos no les quedaba más que confiar en sus astutos navegantes, y creerles cuando afirmaban saber lo que hacían, y que no los estaban encaminando directo hacia las rocas o algo peor.



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En el texto hay: piratas, sirenas, princesas

Editado: 03.03.2024

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