Crónicas post-apocalípticas

Primeros minutos a la Eternidad

Silencio… Hace unos minutos, ¿minutos?, que no percibo absolutamente nada. Está oscuro, me duele el cuerpo, no tengo idea de donde estoy o de qué modo llegué a este sitio. No puedo moverme y con un último esfuerzo trato de abrir los ojos, pero un dolor repentino me hace desmayar, tal vez por segunda vez. No puedo estar consciente de si esto se ha repetido o no. Pero sospecho que son más. Trato de darle un sentido a mis pensamientos, pero no puedo…


Despierto nuevamente, me duele mucho mi cuerpo entero, puedo mover mi brazo derecho, pero no veo nada más. Considero mi situación. Puedo respirar, y eso me ayuda a comenzar a pensar en cómo llegue aquí. Hubo un temblor, el más fuerte que recuerdo desde el terremoto en Japón en 2011, que fue de 9.0 en la escala de… la escala de… no lo recuerdo. En mi mente aún recuerdo ese momento, era un niño en ese entonces y si bien como cultura, somos un país acostumbrado a los terremotos, este último supero todo lo que alguna vez pude imaginar. Estoy en mi trabajo, un edificio enorme en Kanagawa en Minato Mirai... vine en un taxi… me duele le cuerpo. 


Tengo sed, y ese sentimiento me hace volver a concentrarme en mi entorno. Estoy atrapado entre lo que debería ser una pared y unos soportes del hotel de los últimos pisos, cuando comenzó el terremoto, caí dentro de un carrito de transporte con ropa sucia y cobijas para la lavandería, eso me envolvió y protegió, estoy casi dentro de un capullo. Mi primer pensamiento es recordar como llegué a este lugar, luego recuerdo la altura a la que nos encontramos… ¿caería el edificio?... No hay modo en que estemos vivos si este edificio cae, son casi 70 pisos de altura, pero no importa, necesito salir de aquí. Trato de jalar mi cuerpo hacia lo que se supone es “arriba” desde mi perspectiva, o “adelante” según lo veo yo. Mi único brazo de momento útil está en una postura que me permite sólo este movimiento. Pero al menos, con algo de lentitud, he podido liberar mis pies de una presión en ellos, no sé cómo describir el alivio por dejar de sentir mis pies apretados por algo que no puedo identificar. 


Me lleva una hora, o al menos es lo que deseo pensar o calcular, el sólo jalar mi cuerpo hasta recuperar la sensibilidad en mi brazo izquierdo. La mitad de mi cuerpo está adormecida, tal vez es el área donde me golpee al caer en el espacio entre la pared y los soportes. No se oye ni un solo ruido y finalmente salgo a un espacio donde podría incluso ponerme de pie, lo malo es la presencia de tantos cadáveres, esto explica el silencio, y aún con el estómago vacío, trato de vomitar por la impresión de ver gente hecha pedazos entre los escombros y el olor de la sangre flotando en medio de este osario. Traté de mantenerme con la mente fría, pero es imposible ante la cantidad de cuerpos.


No es una sorpresa, pero me lleva un rato ponerme de pie, no tengo fuerzas tras tratar de vomitar con el estómago vacío y por primera vez trato de ver donde estoy… Y me parece que ya está amaneciendo, un muro, o piso, no lo sé, que se halla sobre mí, está partido por la mitad, y entre la enorme grieta se filtra un cielo de color naranja y rojo… Debe estar amaneciendo por el color. 


Por lógica quiere decir que estuve al menos 24 horas entre estos escombros. Una tarde, toda la noche, y ahora amanece… le doy muchas vueltas al asunto, para ordenar mis ideas. Un celular. Encontré un celular. Trato de avanzar entre los escombros, el lugar donde me puse de pie era el único sitio donde podía hacerlo, aún debo arrastrarme entre los restos de la construcción, pero ignoro cuanto me haga falta para salir, y me alejo de la fractura en lo que de momento es el techo, y de la imagen de lo que aún creo que es el color del amanecer.
Me lleva un muy buen rato finalmente sentir una corriente de aire que me indica que estaré…
 
Que estaré…


¿Afuera?... 


No lo entiendo, estoy a nivel del suelo. Esto no debería ser posible. Estaba a más de 290 metros del suelo en una construcción sólida. Pero no hay ninguna construcción que quede en pie. El mar está cubierto de escombros hasta donde la vista alcanza, y no veo a nadie más. El cielo, su color es como el fuego, y no ha cambiado desde hace mucho rato. Es un mar de llamas de horizonte a horizonte, por mera curiosidad busco el lugar más alto posible, quiero ver mis alrededores.

 

Una montaña de escombros es todo lo que tengo a mano para hacer mi exploración. Subo unos pocos metros, tal vez diez. Y contemplo lo que queda de Yokohama… Lo que más me asombra es ver los restos del edificio donde me encontraba, pero esto es lo que me da la pista de lo que ocurrió. Parecería haber sido despedazado como un pastel en pisos, y estos están esparcidos formando un espiral, pienso, viendo los restos de toda la ciudad y los pedazos grandes de construcción, que hubo algo como… un enorme y poderoso huracán. Un remolino es lo que veo en mis pensamientos, algo que se retuerce con vida y por impulso volteo al cielo… y tal vez por la imagen en mi mente, me parece ver un breve espiral en el cielo, que se desvanece.

El dolor en mi cuerpo no ha disminuido, pero ahora es el hambre lo que me tiene más debilitado y preocupado. He buscado por… una hora o tal vez dos… pero sin hallar nada comestible. Tampoco he encontrado a persona alguna con vida, en cada rincón donde puedo atreverme a ver, hay muchos cuerpos y el olor insoportable de la muerte. Llevo un rato vagando, y no he escuchado a seres humanos o animales de ninguna clase. No sin cierto cansancio me encamino al norte, o al menos eso creo. A mi paso encuentro un vehículo aprisionado entre escombros, pero asombrosamente íntegro. Y con la puerta abierta, veo en sus escalones algo que realmente deseo, un paquete de alimento, y una botella con agua.




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