09/02/16
-Pelado, qué calle es ésta?
Te lo pregunta un flaco de unos cuarenta y pico, onda porteño canchero, pero ya para el lado de Villa Luzuriaga, que venía a los pedos en un Fiat desvencijado, hablando por celular, y frenó un poco en la esquina, pero no acercándose al cordón, sino en el medio de la calle, cuando vos todavía estás a varios metros.
Te lo pregunta a los gritos, claro, y haciendo un gesto expansivo, repetido y rápido, a derecha izquierda, con el brazo fuera de la ventanilla, en dirección al asfalto, graficando así que se refiere a la calle por donde está transitando él y no yo.
Debe haber gente a la que no le importa que la interpelen de esa manera. Más aún: que le caiga simpático el apelativo chistoso de "pelado", cuando rebosás de pelos por todas partes, como es mi caso. No es mi caso, lo siento. No me cae simpático, quiero decir. Menos aún cuando recién me levanto, compruebo que no tengo nada para desayunar, tengo que salir a comprar y encima hace un calor de cagarse.
Le contesto secamente que no se.
El flaco se sorprende, atina a empezar una ironía con "Ah, no sabe...?", pero no hace tiempo a seguirla, porque del almacén de la esquina se asoma una gorda con bolsa de los mandados, que con voz chillona y a los gritos, como el otro, le da la información que pide.
El flaco agradece excesivamente, para contrastar con mi actitud, y retoma la agresión en mi contra, mientras el Fiat sigue la marcha: "... y en qué ciudad vive usted? en Buenos Aires?".
Yo para entonces había doblado la esquina en sentido contrario del que iba el tipo, pero no me había alejado tanto como para no mandarlo a la concha de su madre y que me oyera, que fue mi primer impulso, pero lo refrené para no empezar el día peleando.
Cruzo a la panadería. Hay un señor mayor terminando su compra. Se demora con la panadera en una conversación que al parecer tiene que ver con cierto estado confusional del viejo, porque ella lo carga diciéndole que lo tiene trastornado la calor. Yo a mi vez, que hace unos días vengo con la idea de comer tortitas negras (incluso fui en Saladillo a comprar antes de ayer para el mate y no encontré), las veo y están lindas, esponjosas como me gustan y las hacen ahí, a la manera de antes. Pero dudo un momento hasta que me digo que no, que ahora no tengo ganas, y busco con la mirada otra cosa que comprar. Pregunto a la panadera si tiene galleta marinera, me muestra unas alpargatas que son sin sal. Consulto si no hay con sal. No, no hay. Finalmente me decido por ésas. Pago, me da el vuelto. Vuelvo a cruzar, me dirijo ahora al almacén por donde pasé antes.
Todo este interregno lo cuento con el objetivo de dar una idea del tiempo que transcurrió entre mi llegada al otro comercio y el episodio del falso porteño de Villa Luzuriaga.
No va que cuando entro la gorda de voz chillona, sigue comentándolo?
-El hombre le preguntó la calle, estaba arriba del auto, no iba a asaltarlo...
Nuevamente refreno el impulso de echar una larga parrafada acerca de que no es la sensación de inseguridad o seguridad que me transmiten los demás la que guía mis reacciones, sino una escala de valores más amplia que la de la gente que pierde su tiempo en cotilleos barriales, como sería el caso de la señora.
No creo que se haya dado cuenta que yo entraba, estaba yéndose de todos modos, en mutis triunfal y satisfecho de haber demostrado quién era "gente" y quién no. O sea que el tema concluyó ahí.
Me adentro en el almacén, que es chiquito, pero siempre me cuesta encontrar lo que busco, ergo tardo el tiempo suficiente como para que, cuando llego a la caja, agarre empezado otro tema. Inmediatamente lo identifico como referido a "lo caro que está todo" o a que "todo se fue por las nubes", frases que me juego la cabeza en algún momento se pronunciaron aunque yo no las haya oído.
Lo que escucho al llegar a la caja es a la almacenera repetir dos veces "yo lo voté", pero como diciendo "ojo al piojo, que no soy ninguna paparula y ahora vas a ver por qué". Efectivamente, después de aclarar que en las primarias su preferencia cívica había ido a Massa, continúa con un tercer "yo lo voté..." y enseguida: "...pero a lo que tenía miedo era justamente a ésto".
Casi me sale de los labios, te juro "y entonces para qué lo votaste vieja pelotuda???". Pero los apreté fuerte.
Tercera represión de la mañana.
No quita que sea un tipo jodido, lo se.
Y el día no arrancó bien.