Me encontraba en la calle, delante de la entrada de una terminal de ómnibus. Se me había desprendido el pantalón y me acostaba en la vereda para abrochármelo, en una actitud que yo mismo reputaba indecorosa. Abocado a la tarea, que no resultaba fácil, veía y escuchaba a un colectivero -desde dentro de la terminal- explicando a un grupo de pasajeros el por qué un coche había atropellado a una persona, al hacer marcha atrás. Atribuía la culpa a la imprudencia de la víctima. Yo recordaba que un par de días antes había oído exactamente la misma explicación sobre un hecho similar. Concluía entonces que sucedía con frecuencia y que los colectiveros tenían un discursito armado para deslindar responsabilidades. A unos metros de donde me hallaba tirado en el piso, una pareja mayor sentada en un banco hablaba con otro señor mayor, parado junto a ella. Al principio parecía una conversación normal, pero de pronto el que estaba parado empieza a gritar "ladrones, son todos unos ladrones!", y se lanza furioso contra los transeúntes. Venía en mi dirección, y yo calculaba que en esa postura de indefensión, iba a ser presa fácil de su furia. Pero no... se agacha y empieza a hacerme cosquillas, mientras dice graciosamente: "piquipiquipiquipiqui..."
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