El pintor está en casa trabajando y me pide que le compre algunos elementos que necesita. Voy a una ferretería con la lista por él confeccionada, en la que le insistí consignara hasta la menor especificación, porque odio que me exijan detalles sobre lo que desconozco por completo, cosa que suele suceder en estos rubros (listas incompletas, solicitud de aclaraciones, desconocimiento de uno, que se siente un simple cadete).
En la ferretería leen el papel y sin hacerme ningún tipo de preguntas, me entregan unas maquinarias extrañas. Pero me dicen, eso sí, que no tienen los dos primeros ítems que figuran en el papelito.
Recorro tres ferreterías más, lo mismo.
Recién en la cuarta leen la lista y se disponen a buscar lo faltante.
El ferretero regresa con una barra de panceta ahumada y otra de queso. Coloca la panceta en la máquina de cortar fiambre y comienza a calibrarla. No entiendo. Le pregunto si es eso lo que me anotaron. Me contesta que sí. Y me explica que mi electricista debe ser uno de los pocos que saben que la panceta ahumada y el queso son excelentes aislantes de los cables de exterior.
Replico que quien me pidió esos materiales es un pintor, no un electricista.
-Ah... entonces los querrá para hacerse un sándwich -concluye el ferretero, mientras corta el fiambre.
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