Habían pasado un par de días más, el Comando Central de la Resistencia se había entrenado de acuerdo a lo planificado, y enviaron las órdenes a los diversos grupos distribuidos por el país para ejecutar las acciones de ataque, repasaron el plan en la mañana y los grupos salieron con sus identificaciones falsas para los puntos acordados.
El primer grupo, el de Marun, se fue con tres voluntarios, entre ellos Yosef, el marido de Aya, el músico que tocaba la melodía con el instrumento parecido a la gaita. Armados y preparados fueron hasta la calle donde estaba el vehículo recolector de basura, y con falsos uniformes comenzaron a recolectar la basura de la calle y de las casas y negocios cercanos a la estación policial.
–Marun, los explosivos están colocados y armados para ser detonados.
–Asegúrate bien del cronómetro –ordenó Marun.
Los otros rebeldes, iban disimuladamente recogiendo la basura y en eso, se encontraron a otro carro recolector, y los obreros les preguntaron:
–¿Quienes son ustedes?, nosotros nos toca esta ruta.
Marun les responde:
–Esta mañana me dieron la orden de recoger por esta zona.
–Ustedes no los había visto –dijo el conductor del otro carro.
–Hagamos algo, sigan ustedes por esta vía, que nosotros vamos por la estación de policía.
Los obreros se miran los uno a los otros y como odiaban a los policías, le dice el conductor:
–Todos suyos, suerte con esos desgraciados.
Marun sigue conduciendo el carro en dirección a la estación, disimuladamente se ubican frente al comando de policía, y activa un dispositivo que finge que el vehículo sufre una falla y se apaga al lado de la estación. Un policía que estaba de guardia sale a ver qué ocurre.
–¿Se puede saber que pasa aquí?
–¡Oficial! –le responde Marun–: El vehículo tiene una falla, ya la vamos a reparar.
–Pues apresúrense, molestan con ese hedor la entrada de la estación.
–Terminaremos rápido, vaya tranquilo que nosotros haremos nuestro trabajo.
–¡Bien, háganlo rápido!, o se las verán con el comandante.
Marun y Yosef con los otros chicos disimulan reparar el carro mientras terminan de armar las bombas y las cronometran a la misma hora que esperaban que también estallara las del grupo de Soleg.
En otra parte de la ciudad, Soleg y su equipo se dirigen disfrazados de camareros, y en una fábrica cercana los espera otro del grupo de rebeldes de otro comando que se les iba a unir.
–Comandante Soleg un placer verle de nuevo.
–Comandante Aram, ¿que información tiene?
–Las cosas se complican, llegó un grupo de milicianos, averiguamos que los prisioneros están en el sótano, y arriba están un grupo de cincuenta milicianos ezrahim que están recibiendo formación ideológica.
Soleg suspira con algo de incertidumbre.
–Esto no lo esperaba, apenas somos cuatro Comandante Aram.
–Y con nosotros que somos tres, ya somos siete
–¿Cual es el plan Comandante Aram?
–Asumo el mando –dijo Aram–, usted espere aquí, yo conozco el lugar, dos de mis muchachos ahora están adentro con los explosivos, tus chicos entrarán conmigo, si se pone difícil, mis muchachos están cerca de los guardias y los eliminarán. Entraremos y activaremos las bombas, luego vamos al sótano y lucharán contra los guardias y liberaremos a los prisioneros; están desprevenidos porque la fiesta de recepción es en el casino.
–¡Entendido Comandante Aram! –dijo Soleg.
Aram lleva a los muchachos de Soleg al sitio y dos guardias los esperan para revisarlo, detrás de ellos estaban dos de los chicos de Aram conversando pero vigilantes esperando que llegara su comandante, Aram y su grupo cargaban el bolso con las armas y otros explosivos caseros, en eso, uno de los guardias le dice a Aram:
–Abre ese bolso.
–Solo cargo mis cosas personales.
–¡Que los abra, te dije ya!
En eso los chicos que están detrás se colocan sigilosamente por la espalda de los guardias y los acuchillan por la garganta, y en el forcejeo, se une Aram y con los otros tres rebeldes, esconden a los cuerpos de los guardias degollados en un cuarto, no sin antes quitarles sus armas, y entran a colocar los explosivos en los puntos claves.
Los chicos de Aram, disfrazados de camareros, entran al casino y colocan las bombas en unos jarrones en las columnas del salón, ya cronometradas y salen del lugar disimuladamente y los esperan los de Soleg para entrar al sótano.
Los hombres llevan un carro de festejos, con supuestos panecillos para festejos y escondidas unas armas.
–¿Para donde llevan eso? –preguntó un guardia apuntando con su arma.
–Los envía el comandante para los soldados que custodian el sótano –respondió Aram.
–No nos han dicho nada de eso.
–Supongo que se los envía de cortesía, puede ver que son galletas y bebidas para ustedes aquí abajo.
–Esta es un área restringida, deje que verifique la información.
–Oficial, escuche, el comandante está en el salón de fiesta del casino, y estaba algo tomado, ¿lo va a interrumpir?
–Igual voy a verificar, quédense aquí.
El guardia que era un cabo, da media vuelta y se acerca a un escritorio, los otros soldados bajan la guardia, y en eso Aram les hace un gesto a los demás chicos y sacan unas armas y apuntan a los confiados guardias.
–Manos arriba, suelte ese aparato.
El cabo y los otros soldados, sorprendidos, ponen sus manos en alto.
–¡Tú, amárralos!
–Dense la vuelta y cuidado con hacer algún movimiento en falso –dijo otro de los rebeldes.
Aram y los otros someten a los soldados y uno le quita las llaves al cabo.
–Comandante, tengo las llaves.
–Quítenles las armas, y abran las celdas.
Los rebeldes, efectivamente encuentran en el frío, oscuro y húmedo sótano a una treintena de prisioneros maltratados y torturados.