Al día siguiente la rutina se hizo igual, mi cuerpo estaba adolorido, pero eso no le importó a Samuel. Necesité de una semana entera para que mi cuerpo se acostumbrara al entrenamiento; aprovechando que no tenía un horario fijo y nadie me decía nada; al menos mientras siguiera entrenando como lo hacía. Decidí ir a ver al anciano en las noches, aunque casi no cruzábamos palabras, siempre estaba dispuesto a responder cualquier duda que tenía con los libros y documentos que leía; casi nada de lo que decía era irrelevante y fuera de lo común, pero no encontraba una respuesta de cómo podría volver a mi mundo, el anciano por lo menos me estaba ayudando a buscar la solución a mi problema.
Cada día me era más fácil cargar los baldes de arena, cada vez me aumentaba el ritmo de lo que recorría, empezando a duplicar lo hecho en el día a día. Al cabo de dos meses, ya tenía casi lleno el primer cuarto, a lo mucho me tomaría quince días en terminar de llenarlo, Samuel por su parte, dejó de venir a controlarme, al parecer los guardias también dejaron de hacerlo. En el tiempo que estuve yendo donde el anciano, había terminado de leer casi todo, sin encontrar ni una pista.
—Has leído casi todos los libros de este lugar, y aun no encuentras nada.
—¿Quién dice?, anciano. —Lo miré de reojo al ver que se acercaba a mí.
—¿¡Qué es lo que has encontrado!? —exclamó sentándose a mi lado.
—Hay unas antiguas piedras con marcas especiales, se dice que se tienen que juntar con un sacrificio de sangre, para abrir un portal.
—Pero nadie ha podido lograrlo.
—Te equivocas anciano, si está escrito es porque alguien logró hacerlo. —El anciano me miró con los ojos desorbitados—. El único problema es que esas piedras antiguas están bajo los cuidados de seres milenarios.
—Dragones —dijo el anciano temblando, el solo hecho de pensar en volver a ver una de esas criaturas llenaba su corazón de temor.
—Ya veremos cómo lo hacemos anciano, pero para eso tenemos que escapar de este lugar, y creo que ahora tengo la fuerza necesaria para llevarte en mis espaldas si hace falta. —Sonreí ampliamente tratando de infundirle algo de valor a aquel pobre hombre.
—Si vas a enfrentarte a un dragón… —suspiró dejándose caer en su asiento—, tienes que adquirir todas las habilidades que puedas aprender en este lugar.
—¿A qué te refieres? —Lo miré un poco dubitativo.
—Enfrentarse a esa criatura es casi imposible para una persona normal, pero aquí, se dice que Rak Nha’s podría hacerlo. —Me quede pensando por un momento sin decir ninguna palabra dirigiéndome hacia la puerta.
—Nos veremos mañana anciano. —Me despedí saliendo del cuarto, sumido en mis pensamientos.
—Has cambiado. —Levanté la mirada, era Naythiry, muy pocas veces habíamos vuelto a hablar desde que empecé a entrenar y me metí a leer con el anciano.
—¿Quién lo dice?, aún puedo escucharte ¿no?
—Te has acostumbrado a estar aquí, ya no creo que quieras irte.
—Habla con el anciano, creo que te tiene buenas noticias. —Sin decirle más seguí mi camino en dirección al cuarto, toda mi mente estaba en lo que había encontrado esta noche «no pienso cazar dragones, es imposible, tal vez intentar robarle la piedra, tengo que analizarlo bien, pero por ahora solo me queda hacerme más fuerte». Esas últimas palabras no se iban de mi mente, tenía que ser más fuerte, tenía que regresar.
****
Después de seis meses y veintiséis días, logré terminar el entrenamiento; para la sorpresa de Samuel que estuvo animándome para que terminara durante los últimos días, al parecer le emocionó que pudiera lograrlo en menos tiempo que Rak Nha’s, el cual también se encontraba mirando, a la sombra de la casa.
—¡Lo lograste! Y en tiempo récord. —Samuel me felicitó palmeando mi hombro.
—Perfecto, bien hecho —Rak Nha’s nos sorprendió—, ahora harás un entrenamiento especial, ya que tienes tanto tiempo.
Por alguna razón sus palabras no concordaban con su mirada, haciendo señas hizo que los siguiéramos, le dimos la vuelta a la casa hacia la montaña, donde trabajaban los niños picando piedra, no reconocí a ninguna de aquellas pobres almas, Samuel colocó su mano sobre mi hombro, empujándome con suavidad, para que volviera a caminar.
—La mina ya no sirve, hemos sacado de ella todo lo que había —empezó a indicar Rak Nha’s—ahora la trasladaremos al otro lado de la montaña —indicó con la mano—, estos pobres desparpajos humanos tienen que llevar todos los materiales hacia ese lugar, pero como entenderás, esas grandes vigas de madera no serán utilizadas por el momento, así que quiero que las lleves a la casa, solo son sesenta vigas, creo que podrás lograrlo en un par de días, entonces las sacarás de nuevo a este punto, y después las volverás a guardar. —Rio dándome la espalda, volviendo a la casa.
—¿Por cuánto tiempo? —le pregunté mientras me acercaba a los maderos sin demora.
—La mina empezará su trabajo en unos seis meses, así que lo harás hasta que ellos necesiten los maderos.
Samuel fue detrás de él, refutando, pero Rak Nha’s no le hacía caso, en tanto; yo empecé mi labor.
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Editado: 02.08.2022