Continuamos nuestro viaje sin percances. Decidimos lo que teníamos que hacer, puesto que no teníamos otra idea; cabalgábamos alrededor de siete horas al día, lo que nos daba más tiempo para conversar e incluso para entrenar. Esto último fue idea de Alonso, ya que, en un día de caza, vio que Miguel tenía una gran fuerza. También comprobó que Alberto y yo éramos mucho más rápidos y agiles que los demás, pero, aun con todas esas destrezas; Miguel y yo fuimos derrotados de la peor manera por el dragón. Y, si queríamos derrotar a seis de ellos teníamos un largo camino por delante. Así que pasábamos todas las mañanas entrenando o cazando sin preocupaciones, ahora que contábamos con un fuerte capital de dinero para comprar los metales de los que nos habló el general, ya no tendríamos que preocuparnos por conseguir trabajo. Luego, iríamos con el herrero que también nos recomendó, para forjar unas buenas armas.
Habían pasado dos semanas desde que dejamos la ciudad. Viajamos por prados, descansando en pequeñas granjas que encontrábamos en el camino, lo que hacía que nuestros alimentos no disminuyeran.
Con el transcurso de los días la cordialidad se hacía más fuerte. Los lazos de amistad se estaban fortaleciendo, todas las noches contábamos algo de las cosas que nos habían pasado en ese lugar y algunas veces le contábamos a Naythiry sobre lo que habíamos vivido en nuestro mundo. Ella quedaba fascinada con cada historia. Sin embargo, no todo era felicidad; una noche las pesadillas volvieron, y una vez más la desesperación se apoderó de mis pensamientos. Intenté disimularlo cuanto pude, no quería que se preocuparan por mí.
—Estás muy callado esta noche —dijo Alberto mientras se acercaba a mí, sin darme cuenta me había alejado del grupo.
—Necesito pensar las cosas —le contesté sin ocultar mi humor—, hemos perdido mucho tiempo, tenemos que volver. —Mis palabras sonaron más amargas de lo que quería que sonaran.
—Tienes razón, pero necesitábamos esto, necesitábamos volver a conocernos para combatir en grupo —afirmó mientras se sentaba a mi lado—. Tenemos que hacer las cosas bien, no quiero perder a nadie en este lugar. —Sus palabras eran sinceras.
—Lo sé —es lo único que pude atinar a decir—, pero aún no encontramos a Christian y cuanto más tiempo pase, menos probabilidades tendremos de encontrarlo. —Fue la única idea que se me vino a la mente para poder refutarle algo.
—Ese es un problema, mientras no encontremos al cachudo, todo lo que hagamos será en vano, él forma parte de este grupo —comentó Alonso que se acercaba a nosotros.
Volteé al escucharlo, me sorprendí al ver que todos habían dejado sus actividades para prestar atención a lo que decíamos, incluso Naythiry se había acercado, aunque se le veía un poco más desanimada.
—¿Entonces? —pregunté mirándolos, ya no quería tomar decisiones erradas que arrastraran a todos hacer algo que no quieran hacer.
—Yo creo que tenemos que buscar a su amigo —respondió Naythiry, se acercó a mí y me tomó del brazo. Me gustó que fuera ella quien empezara a hablar.
—Entonces está decidido, mañana empezaremos a buscar al cuernudo —dijo Miguel riendo.
—¿Cuernudo? —cuestionó Naythiry.
—Es un apodo que le pusimos antes de llegar a este mundo —expliqué riendo bajo mientras la empujaba con suavidad, invitándola a descansar. Ella asintió alejándose de nosotros, cuando volteé estaba sentada al lado de Miguel conversando y riendo; a Miguel se le notaba muy alegre. Al cabo de un momento Alonso también se fue a descansar. Me quedé sentado en una roca junto a Alberto, en completo silencio por un momento.
—Sabes que este triángulo nos puede ocasionar problemas ¿verdad? —Me preguntó con su tranquilidad habitual, una tranquilidad que, al parecer, había adquirido en este mundo.
—Lo sé, pero por el momento no puedo hacer nada —comenté suspirando mientras lanzaba una roca.
—Tienes que aclarar las cosas. —Alberto sonaba mucho más maduro, era tranquilizador poder hablar con él.
—Yo ya le aclaré a ella que nunca va a significar nada más para mí que una amistad, así que no creo que vaya a haber algún problema en que Miguel intente algo con ella. —Respiré profundamente—. ya le he dicho que mi mente y mi corazón le pertenecen a Emma.
—Bueno, es tu decisión —dijo mientras se levantaba y estiraba con pereza—. Tú has decidido hacer todo esto por volver a verla, aun sabiendo que ella ya debe haber hecho su vida. —Se quedó mirándome en espera de una respuesta.
—Sí, sé que esa es la más grande posibilidad. —Esas palabras me sonaron amargas y dolorosas, pero tenía que aceptar que eso era lo más probable.
—Entonces así será, tu harás todo lo que sea necesario por volver a ella y yo haré todo lo necesario por volver con mis hijos. —En ese momento entendí que yo no era el único desesperado por volver, ni era el único que deseaba ver a alguien de nuevo, todos tenían un alguien o un porqué querer volver. Eso me tranquilizó en cierta manera. Me recosté sobre la hierba, el ambiente había cambiado, el aire estaba cálido y la noche despejada.
—¿Cuánto falta para llegar al bosque? —nos preguntó Jesús.
—Se supone que ya deberíamos haber llegado —respondió Naythiry entre bostezos— supongo que llegaremos mañana en la mañana. —Después todo se quedó en silencio, como todas las noches, no supe en qué momento me quedé dormido.
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Editado: 02.08.2022