Nos quedamos en silencio a la espera de que explicara, pero ella solo se sentó y llevó las manos a la cabeza, en señal de desespero. Miguel, quien era el que más cerca estaba de ella se percató de que iba a perder el conocimiento. La sujetó antes de que tocara el suelo. Todos se apresuraron a socorrerla, Mikel le trajo una bota con agua mientras que Christian le hacía viento con una tela.
—¿Qué crees que le haya pasado? De un momento a otro se desmayó —preguntó Alberto que se mantuvo lejos de la escena al igual que yo.
—No lo sé, pero más me preocupa lo que quiere decirnos, porque lo ha ocultado por mucho tiempo. Me da mala espina.
Después de las atenciones que le brindaron Naythiry recuperó la conciencia, y se sentó en una roca, los demás hicimos lo mismo y esperamos a que pudiera hablar.
—No sé qué pasó, sentí un fuerte dolor en mi cabeza, como nunca lo había sentido —empezó a hablar—, cada vez que recuerdo como conocí al hechicero me viene ese dolor, es muy extraño. —Tomó un sorbo de agua y continuó—. Hace unos años; veinte; para ser precisos, conocí a Séfer —nos miramos, confundidos. Asumí que así se llamaba el hechicero—. En ese tiempo él era un guardián joven; incluso se podría decir que era noble e inocente; idealista, en busca de un mejor mundo. No había rastro del maniático ser en quien se convertiría. —Volvió a tomarse la cabeza, como si buscara los recuerdos de aquel momento—. Llegó a mi aldea con la intención de aprender más, para poder ayudar a los guardianes del norte, y nosotros le creímos. Yo le creí.
—¿Por qué iría a tu pueblo en busca de conocimiento? —la interrumpió Christian— ¿Por qué tomarse la molestia de viajar hasta aquí y enfrentar al dragón?
—En mi pueblo hay una gran biblioteca, y nuestro padre es sabio.
—Alfrid Capreolus es el más antiguo guardián, y la biblioteca de ese bosque es la más completa. Además, la sacerdotisa era su hermana, si buscaba información, debió acudir a ellos —le refutó.
—Christian, deja que termine de contar y después la bombardeas de preguntas —lo detuvo Jesús.
—Sí, ustedes tienen la biblioteca más completa —reanudó Naythiry—, pero no tienen los libros tabúes de nuestra gente, esos libros se encuentran aquí.
—¿Tabúes? ¿De que tratan? —pregunté
—No, no lo recuerdo —dijo acariciando su frente con los dedos—, por más que trato de recordarlo, no puedo.
—No te esfuerces, cuéntanos lo que recuerdes. —Mikel le habló con ternura tomándola por los hombros.
—Mis memorias son borrosas, pero lo que sí recuerdo es que mi padre le enseñó a usar la magia de una manera más completa. —Levantó la mirada hacia mí, otra vez, su mirada era suplicante—. Después de varios meses, nos enamoramos, o eso es lo que yo pensé. —Bajó la cabeza intentando ocultar unas lágrimas que escaparon de sus ojos—. Él solo me utilizó, me engañó para que lo ayudara a entrar a la zona prohibida de la biblioteca, una vez que obtuvo lo que buscaba, arrancó las páginas de uno de los libros y escapó.
—Entonces, ¿nos dices que se llevó las páginas que nos podrían servir de pista? —bufó Alberto.
—Dejen de interrumpir —riñó Mikel.
—No lo sé. Cuando se fue yo esperé por él, pensé que volvería por mí, pero nunca regresó. —Su mirada cambió de la pena, a la ira—. Solo me di cuenta de su traición cuando escuché los informes de que Séfer se había convertido en el hechicero, y que buscaba acabar todas las razas con un poder sobrenatural. —Se limpió el rastro de lágrimas—. Supe que me engañó, y cuando informaron a mi padre que la biblioteca había sido profanada, y unas páginas de un libro habían desaparecido, entendí que todo había sido mi culpa. Yo le di los medios para hacer todo el daño que ha causado. Así que decidí escapar de mi pueblo y buscarlo para detenerlo.
—¿Detenerlo? ¿Cómo pensabas lograr esa proeza? —cuestionó Alonso.
—No lo puedo recordar. No recuerdo nada de lo que pasó la noche que escapé, solo conservo la idea de que si logro quitarle aquellas páginas… a lo mejor podrían detenerlo —suspiró resignada—. Cuando encontré su campamento, un ejército de humanos y algunos guerreros del sol lo estaban atacando, pero el hechicero era demasiado poderoso. —Se puso de pie y nos dio la espalda—. Los guerreros caían uno tras otro, nada podía detenerlo.
—Se debe tratar de la batalla que me contó el capitán —dijo en voz baja Alberto.
—Cuando pensé que todo estaba perdido, y que yo no tendría ninguna oportunidad en contra de esa criatura, el cielo se estremeció, y con una gran explosión apareció un dragón dorado. —Nos miramos y asentimos, todas las historias de esa batalla concordaban—. Los ataques de esas dos criaturas eran inmensos; era muy peligroso quedarse ahí; así que busqué refugio en una caverna. Allí fue donde encontré a un guerrero del sol. Estaba mal herido, pero nos hicimos compañía todo el tiempo que escuchamos la poderosa batalla. No supe cuánto tiempo pasó, pero les puedo decir que fue mucho.
—En los recuerdos de Arturo, no vi cuanto tiempo pasó. —Mikel me fulminó con la mirada.
—Creo que fueron dos días, no estoy segura, pero de lo que sí es que cuando el ruido se acabó, el dragón dorado se alejó del campo de batalla. —Sonrió a medias—. Supe que el hechicero fue derrotado. Mi escape había sido en vano y resignada decidí volver a mi hogar. Sin embargo, no podía dejar al guerrero del sol, así que me quedé a su lado. Pretendía quedarme con él hasta que se recuperara o falleciera; para darle una sepultura merecida; al menos eso podría hacer. —Su voz se quebró por un instante—. A las dos noches de espera, apareció Magnus, ahí fue donde se cruzaron nuestros caminos, el resto es historia conocida.
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Editado: 02.08.2022