Las farolas de gas proyectaban sombras titilantes sobre las calles empedradas mientras Alex seguía a Isabel por la ciudad. Las casas, con sus fachadas de ladrillo y techos inclinados, parecían susurrar historias de épocas pasadas. Isabel se movía con familiaridad por el laberinto de callejones, y Alex se sintió agradecido por su guía en este mundo desconocido.
Finalmente, llegaron a una casa acogedora con una puerta pintada de verde y ventanas adornadas con macetas llenas de flores. Isabel llamó suavemente y, tras unos momentos, la puerta se abrió para revelar a una mujer de mediana edad, con cabellos grises recogidos en un moño y una expresión amable.
—Tía Margot, este es Alex Harper. Necesita un lugar donde quedarse. ¿Podríamos ofrecerle una habitación?
La tía Margot examinó a Alex con ojos agudos, pero su sonrisa no vaciló.
—Por supuesto, Isabel. Siempre hay una cama disponible para un amigo en apuros. Bienvenido, Alex. Pasa, por favor.
La calidez del interior contrastaba con el aire fresco de la noche. La pensión tenía un aire hogareño, con muebles de madera oscura y alfombras tejidas a mano que cubrían el suelo. Un fuego crepitaba en la chimenea, llenando el espacio con un resplandor acogedor.
Margot llevó a Alex a una habitación en el segundo piso. Era sencilla pero cómoda, con una cama de cuatro postes, una pequeña mesa y una silla junto a la ventana. Alex dejó su bolsa en la cama y se volvió hacia Margot con gratitud.
—Gracias, señora Margot. Aprecio mucho su hospitalidad.
—No es nada, querido. Descansa bien esta noche. El desayuno se sirve a las ocho. Buenas noches.
Alex se quedó solo en la habitación, dejándose caer en la silla junto a la ventana. Miró hacia el exterior, observando la ciudad que lentamente se sumía en el sueño. Necesitaba planificar su próximo movimiento. Sacó el pequeño cristalizador temporal de su bolsa y lo colocó sobre la mesa. Los indicadores brillaban débilmente, mostrando que el dispositivo aún estaba activo, aunque inestable.
El viaje había afectado el dispositivo más de lo que esperaba. Necesitaba estabilizar la energía temporal y encontrar una forma de regresar a su tiempo. Mientras ajustaba los controles, sus pensamientos volvieron a Emily y Sarah. La imagen de sus rostros le dio fuerza y determinación. No podía fallarles.
El sueño lo venció eventualmente, y Alex se tumbó en la cama, dejando que el cansancio lo envolviera.
A la mañana siguiente, el aroma del pan recién horneado y el café lo despertaron. Bajó al comedor donde otros huéspedes ya estaban disfrutando del desayuno. Isabel y Margot le hicieron señas para que se uniera a ellas.
—Buenos días, Alex. Espero que hayas descansado bien, dijo Isabel con una sonrisa.
—Sí, gracias. Este lugar es maravilloso.
Durante el desayuno, Alex notó que Isabel y Margot evitaban hacerle preguntas demasiado personales, por lo que decidió aprovechar la amabilidad de sus anfitrionas para averiguar más sobre el periodo en el que se encontraba. Habló de temas generales, haciendo preguntas sobre la ciudad y su historia, obteniendo valiosa información que podría serle útil.
Después del desayuno, se retiró a su habitación para trabajar en el cristalizador. Sabía que no podía perder tiempo. Mientras realizaba ajustes meticulosos, hubo un ligero golpe en la puerta. Isabel entró, llevándole una bandeja con té.
—Pensé que te vendría bien un descanso. Pareces bastante concentrado.
—Gracias, Isabel. Eres muy amable.
Isabel observó el dispositivo con curiosidad.
—¿Puedo preguntar qué es eso?
Alex dudó un momento, pero sintió que podía confiar en ella.
—Es un aparato científico. Estoy intentando... bueno, viajar en el tiempo. Sé que suena increíble, pero...
Para su sorpresa, Isabel no pareció incrédula.
—Sabes, siempre he creído que hay más en este mundo de lo que podemos ver. ¿Puedo ayudarte de alguna manera?
Alex sonrió, agradecido por su disposición.
—En realidad, sí. Necesito ciertos materiales para reparar este dispositivo. Podría hacer una lista si no te importa.
Isabel asintió con entusiasmo.
—Por supuesto. Conozco algunos lugares en la ciudad donde podríamos encontrar lo que necesitas.
Mientras Alex escribía la lista de componentes, sintió una renovada esperanza. Con la ayuda de Isabel, tal vez podría estabilizar el cristalizador y encontrar una forma de regresar a su tiempo. Pero mientras tanto, debía ser cauteloso. El pasado era un lugar frágil y lleno de