Crowfield: Secretos Enterrados

Capítulo 4 Tabla Por Tabla

—¡Oye Ian! —llamó Duane Davis. Era un perfecto jueves soleado, el aire estaba algo fresco y todo alrededor de la casa de Ian Scott parecía marchar bien, en el patio trasero él y su mejor amigo estaban haciendo unos ajustes a la vieja casa del árbol de Ian. — ¿crees que sería mejor si quitamos esta vieja madera y colocamos una nueva? 

—Tienes razón, parece que los años han peleado con esta casa durante mucho tiempo. —respondió Ian con algo de cansancio en su voz. 

La casa del árbol era algo vieja, tenía algunas tablas de madera ya podridas y la pintura estaba ya desgastada y habían muchos clavos oxidados por el paso del tiempo. Aunque ya Ian estaba grande para una casa del árbol a él le gustaba hacer algo de carpintería arreglando las cosas de madera en su casa, y como dicha estructura ya estaba (por así decirlo) vieja, era como un hogar más que los Scott tenían que proteger. 

—Aunque sería mejor que quitáramos todas las tablas de madera del árbol que servían como escalera y colocar como una especie de escalera de cuerdas desde arriba de la casa. —repuso Ian. 

Duane asintió. —Eso suena mejor. 

La casa del árbol fue construida cuando Ian tenía cinco años. Su padre pasó más de tres horas y por casi un mes para poderla armar. Más adelante la casa fue usada para reuniones que Ian planeaba con Helena y sus amigos, aunque a Helena no le agradaba la idea de reunirse en una casa del árbol porque era absolutamente nada genial dejaron de usarla para eso y años más tarde, la casa quedó en el abandono y obligada a usarse como refugio para los fuegos artificiales de año nuevo y del 4 de julio. 

Duane comenzó a sacar los oxidados clavos de la escalera. —Tengo el presentimiento de que será una larga y agotadora tarde, sabes, no caería mal una limonada. 

Ian comenzó a reír. —Amigo, no puedes durar mucho tiempo haciendo algo porque te cansas. No seas perezoso. 

—No es pereza... —corrigió Duane—. Simplemente tengo algo de sed. 

—Cualquiera que te oiga dirá que te tengo trabajando como esclavo. —bromeó Ian desde arriba de la casa del árbol. —Allá en el refrigerador hay limonada. 

Duane dejó caer el martillo en el césped. —Lo que sea. Iré a buscar un poco. ¿No quieres que te traiga un poco? 

Ian asintió. 

Duane e Ian siempre se habían conocido, en séptimo grado cuando Helena había gobernado como Abeja Reina, le gustaba obligar a los chicos a hacerles bromas a los demás, así que un día, Duane había dejado su casillero medio abierto por error y Helena aprovechó la oportunidad de enviar a Ian a que ejecutara la broma mientras los demás vigilaban. De pronto Ian recordó ese momento como si hubiese sido ayer. 

—Espero que me seas útil y hagas esta broma a la perfección. —ordenó Helena. 

Ian observó alrededor. —no sé cómo hacerlo, Helena. —espetó el. 

— ¡Es pan comido, Ian! —Exclamó Helena— sólo vas, y le llenas el casillero de espuma para afeitar. 

—No, no lo haré. 

— ¿Por qué no lo harás? 

—Porque no soy muy bueno haciendo estas cosas. Podría hacerlo Tom o Kenneth... ellos son buenos y además... 

—No lo hagas —interrumpió Helena—. Sabía, o al menos me imaginaba que no serías capas. Que gallina eres. —giró en sus zapatillas y caminó por los pasillos. Ian caminó hacia el cesto de basura, arrojó la lata de espuma para afeitar y dejó escapar un suspiro. 

—Gracias por no hacer eso. —dijo alguien detrás de Ian. 

Era Duane. 

—D-de nada... —tartamudeó Ian. 

— ¿ella no se enojará contigo por eso? —preguntó Duane. 
Ian asintió. —Probablemente pero es algo normal en ella. Siempre es así. 

— ¿Y por qué dejan que ellas los mande de esa forma? 

Ian palideció. — ¡Oh... veras, es que...! 

— ¡Ian apúrate, se nos está haciendo tarde y nos estas retrasando! —llamó Helena desde el pasillo. 

Ian se despidió de Duane y se fue tras Helena. Con el tiempo Duane saludaba de vez en cuando a Ian por los pasillos; y no fue hasta la desaparición de Helena que el grupo comenzó a separarse y Duane e Ian comenzaron a hacerse mejores amigos. 

— ¡Ian, oye, Ian! —gritó Duane sacando a Ian de sus pensamientos. 

Ian sacudió su cabeza. — ¿Q-que pasó? ¿Encontraste la limonada? 

—No solo eso, me la terminé toda. Es que tenías mucho tiempo ahí como idiotizado, y de tanto esperar a que reaccionaras me dio más sed. 

— ¡Hombre, tu siempre tienes sed! —Exclamó Ian— ¡Y cuando no es sed... es hambre lo que tienes! 

Duane soltó unas carcajadas. 

Ian se reía demasiado con su amigo, más que en su antiguo grupo donde debían obedecer a Helena... realmente era algo frustrante para él hasta que se hizo una amistad con Stephen, su antiguo amigo. Incluso, él era otro loco incoherente como Ian, se la pasaban escuchando canciones y contando nubes hasta perder la cuenta. Pero después de... lo que le paso a Helena, casi no hablaban al igual que los demás. 



#12887 en Thriller
#7276 en Misterio
#5267 en Suspenso

En el texto hay: misterio, desaparición, chicos

Editado: 06.06.2021

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.