Despierto con un dolor de cabeza punzante y una sensación de confusión que me envuelve. La última imagen que recuerdo es la de Lorenzo sujetándome mientras el mundo se desvanecía. Ahora, me encuentro en una habitación desconocida, el lujo y la opulencia a mi alrededor un contraste inquietante con mi estado actual.
La habitación en la que estoy es grandiosa, con una decoración que evoca tanto elegancia como frialdad. Las paredes están adornadas con paneles de madera oscura, y la luz suave de una lámpara de araña de cristal ilumina el espacio con un resplandor tenue. La cama en la que estoy acostada es enorme, con sábanas de satén que parecen absorber la luz. A mi alrededor, el mobiliario es sofisticado: un escritorio de madera tallada, una silla tapizada en terciopelo, y una alfombra persa que cubre gran parte del suelo.
Trato de incorporarme, pero descubro que estoy atada a la cama con correas finas y fuertes. El miedo y la indignación se mezclan en mi pecho mientras intento recordar cómo llegué aquí. Cada vez que muevo las manos, siento una presión en las muñecas, y mi respiración se vuelve más rápida. El pánico empieza a apoderarse de mí.
La puerta de la habitación se abre con un suave chirrido, y un hombre entra, vestido con un traje oscuro que destaca por su elegancia. Lleva una expresión de calma imperturbable mientras me observa con una mirada fría y calculadora. No puedo evitar sentir un escalofrío al ver su presencia.
“Buenos días, Isabel,” dice con un tono suave pero autoritario. “Me alegra ver que has despertado.”
“¿Dónde estoy? ¿Qué está pasando?” mi voz suena temblorosa, pero intento mantener el control. “¿Por qué estoy aquí? ¿Qué quieren de mí?”
El hombre se acerca a la cama y se detiene a un lado, observándome con una mezcla de interés y distancia. “Mi nombre es Lorenzo. Estás en la mansión de Angelo Di Marco. Y como mencionó tu padre, has llegado aquí como parte de un acuerdo que se realizó.”
Mis ojos se abren de par en par ante el nombre. “¿Angelo Di Marco? ¿Qué tiene que ver conmigo? ¡Mi padre no me dijo nada sobre esto!”
Lorenzo inclina la cabeza ligeramente. “Tu padre hizo un trato para saldar una deuda, y tú eres parte de ese acuerdo. Ahora, tendrás que cumplir con lo que se prometió.”
La puerta se abre de nuevo, y un sirviente entra con una bandeja de desayuno. Coloca la bandeja sobre una mesa cercana, llena de frutas frescas, panecillos y café. El sirviente lanza una mirada rápida y luego sale sin decir una palabra. Lorenzo observa la comida con una mirada de desaprobación, como si considerara la comida una distracción innecesaria.
“Comer algo te ayudará a estar más tranquila,” dice Lorenzo. “No te preocupes, no estás en peligro físico. Pero tendrás que esperar a que Angelo regrese para discutir los detalles.”
A pesar de la tentadora oferta de comida, el estómago me aprieta con ansiedad. La idea de enfrentarme a Angelo Di Marco, un hombre del que sólo he oído rumores, me llena de terror. “¿Cuándo se supone que va a regresar? ¿Y qué va a pasar conmigo?”
Lorenzo no responde de inmediato. En cambio, se acerca a la ventana y mira hacia el exterior con una expresión de preocupación. “No lo sé exactamente, pero Angelo es un hombre de muchas ocupaciones. Mientras tanto, te recomiendo que te mantengas tranquila y te prepares para lo que está por venir.”
Mientras Lorenzo sale de la habitación, cierro los ojos y trato de calmar mi respiración. Mi mente está llena de preguntas sin respuesta y una sensación abrumadora de incertidumbre. El sonido de los pasos de Lorenzo desvaneciéndose en el pasillo me deja sola con mis pensamientos.
La angustia crece a medida que me doy cuenta de que estoy atrapada en un lugar del que no tengo idea de cómo escapar. La magnitud de mi situación y la falta de información sobre lo que me espera hacen que cada minuto parezca una eternidad.
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Editado: 19.11.2024