A medida que observaba el techo, mis pensamientos se desbordaban en un torbellino de ansiedad y temor. Los minutos parecían horas mientras esperaba el inevitable castigo que se avecinaba. Los recuerdos de las historias escalofriantes que había escuchado sobre las marcas y sus terribles consecuencias se agolpaban en mi mente, alimentando mi aprensión.
Los guardias habían demostrado ser implacables en su crueldad, y eso me hacía preguntarme qué más podían hacerme sufrir en este lugar sombrío. Si el simple hecho de marcar a alguien era motivo de temor y horror, ¿qué otros tormentos podrían tener preparados para nosotros en el futuro?
La incertidumbre y el miedo se apoderaron de mí, pero también nació una chispa de determinación. No podía permitir que estos despiadados individuos me doblegaran por completo. Debía encontrar una manera de resistir, de mantener mi valentía y mi cordura en medio de la oscuridad que nos rodeaba.
— Entonces te gusta jugar — Justo como lo pensaba, llegó Alejandro a la habitación, tenía un cinturón en sus manos. Me pare rápido, él se me acercó más a mí — Tú no entiendes, que eres solo mía — Me agarró el rostro.
Alejandro me miraba con una intensidad que enviaba escalofríos por mi espina dorsal. Su presencia llenaba la habitación, y el cinturón que sostenía en sus manos era un recordatorio aterrador de la violencia que él era capaz de infligir. Mis manos temblaban, pero mi determinación se mantenía firme.
A pesar del miedo que me embargaba, no iba a ceder ante su control. Me negaba a ser tratada como un objeto, como una posesión suya. Mi voz sonó más fuerte de lo que esperaba, y mi mirada desafiante se encontró con la suya.
— No soy tuya, Alejandro. Ni lo seré nunca. No tienes el derecho de controlarme.
Las palabras salieron de mi boca con una fuerza que no sabía que poseía. Era un grito de resistencia, un recordatorio de que a pesar de las circunstancias adversas, yo seguía siendo dueña de mi propia voluntad.
Me arrojó a la cama con violencia, y mi cuerpo golpeó el colchón con un impacto doloroso. A pesar del miedo y el dolor, intenté levantarme desesperadamente, pero sus manos fuertes y decididas no me lo permitieron. Mis brazos fueron rápidamente atrapados y esposados, dejándome inmovilizada en esa posición vulnerable.
Luego, con una precisión fría y calculada, Alejandro fue al armario y sacó dos blusas que utilizó para cubrirme la boca y los ojos. La sensación de asfixia se apoderó de mí, y la oscuridad se convirtió en mi única compañía. Sabía lo que vendría a continuación, ya que había vivido esta pesadilla demasiadas veces antes.
Cada golpe, cada palabra hiriente, me recordaba que estaba atrapada en un lugar donde la violencia reinaba y la esperanza era un lujo inalcanzable. Pero en lo más profundo de mi ser, seguía ardiendo una pequeña llama de resistencia, una determinación feroz de no rendirme ante la crueldad que me rodeaba.
Me arrancó los botones de la blusa con brusquedad, dejándome solo en el sostén. Cada botón que se desprendía era como un recordatorio doloroso de mi vulnerabilidad. El pantalón también fue arrancado con violencia, dejándome expuesta y vulnerable.
Luego, tomó el cinturón y lo pasó por mi piel con un gesto cruel. El metal estaba gélido contra mi cuerpo, enviando escalofríos por mi espina dorsal. Sabía que lo que vendría a continuación iba a ser doloroso, física y emocionalmente. La habitación estaba llena de un silencio tenso, roto solo por mis propios latidos acelerados y la sensación de que no había escapatoria.
—Por cada mentira, te pego ¿Por qué lo hiciste? —Me destapó la boca, pero yo permanecí en silencio —No vas a responder —Me golpeó con el cinturón tan fuerte que ahogué un grito.
—No te voy a responder nada,sígueme pegando.
—¿Qué prefieres, la pierna o el brazo? —Seguí callada —Serán las piernas entonces —Me volvió a golpear aún más fuerte que la anterior vez, esta vez en las piernas.
Luego de cada golpe, el dolor se extendía por mi cuerpo como una oleada implacable. El cuarto se llenaba con el sonido del cinturón chocando contra mi piel y mis propios sollozos ahogados. En ese momento, la única forma de resistir era mantenerme en silencio, negándole a Alejandro la satisfacción de escuchar una sola palabra de dolor o miedo escapar de mis labios.
Cada golpe era un recordatorio de la crueldad que había llegado a ser mi vida, una pesadilla que parecía no tener fin. Pero en algún lugar dentro de mí, seguía ardiendo una chispa de resistencia, una determinación feroz de sobrevivir a pesar de las circunstancias. Sabía que tarde o temprano encontraría la oportunidad de escapar de este infierno y buscar la libertad que tanto ansiaba.
No aguantaba más.
Era consciente de que esta pesadilla podía repetirse en cualquier momento, que Alejandro tenía el poder de tomar el control de mi vida cuando quisiera. Apreté los dientes con fuerza, luchando por no soltar un grito cuando el cinturón se abatió sobre mí una vez más. El dolor era abrumador, pero también lo era mi determinación de sobrevivir a esta tormenta y encontrar una forma de escapar de este lugar infernal. Cada golpe fortalecía mi resolución, alimentando el fuego de la resistencia que seguía ardiendo en mi interior.
—Puedo quedarme toda la noche —Yo no tenía toda la noche, Rous iba a venir por mí más tarde —¿Quieres que siga?
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Editado: 14.09.2023