Cruzada de sangre

Capítulo 5

Aquella misma noche todos los empleados trabajaron para mantener lista la decoración del cumpleaños de Víctor, cumple ciento cincuenta años, lo normal para un vampiro y anormal para mí al pensar que un hombre de ciento cincuenta años no se comporta lo suficientemente maduro. Los empleados se diferencian de los sirvientes porque los empleados son vampiros de clanes menores y que trabajan a cambio de un dinero, en cambio los sirviente son humanos obligados a ser vampiros por lo que su trabajo principal es seguir las ordenes de su vampiro amo, o sea quien lo convirtió en vampiro, solo deben vivir para él por lo que pasan a ser una especie de objeto de quien lo capturo, en otras palabras a ser sus esclavos.

 

Víctor no apareció en toda la noche y Cristóbal luego de que cenáramos en silencio se fue a su habitación dejándome sola, me dediqué un rato a ver como ordenaban el lugar y luego me fui a mi habitación también.

 

Por lo menos la recompensa prometida por Cristóbal por mi colaboración consistía en una visita a mis padres, la que ansiaba, pero eso sí, no podría ir sola, no me aclaró si sería él quien iría conmigo o mandaría a alguien más.

 

Al otro día evité salir de la habitación, Víctor había vuelto, lo escuché discutir con Cristóbal en un tono bastante alto y agresivo.

 

—¡Yo sé lo que hago! ¡No soy como tú! ¡Jamás cometería el mismo error!

 

—¡¿Cuándo vas a pensar en lo mejor para el clan?! —replicó Cristóbal perdiendo la paciencia.

 

—¡¿Y tú lo pensaste alguna vez?!

 

Los ánimos no son de los mejores, así que evite encontrarme con ambos durante el día.

 

Más tarde llegaba una mujer con trajes listos para que usara, me probó algunos y decidió cual era mejor, luego los tomó los arreglos a mi medida y en un par de minutos estaba listo, me ayudó con el maquillaje, los zapatos con todo. Es un extraño vestido que llega hasta las rodillas, con vuelo y largas mangas color crema, y un pequeño sombrero que como adorno colocó encima de mi cabello. Iba a colocar una pechera, pero finalmente declinó de su idea. Apenas habíamos terminado Cristóbal golpeaba a la puerta, es hora de que entrara Víctor al salón y como su sirvienta debo ir caminando detrás de él.

 

—No lo olvides, no hables si Víctor no te autoriza a hablar, mantén silencio, evita reírte y no hagas nada sin pedirle autorización.

 

—Me siento como si estuviera en una escuela militar —señalé fingiendo no estar nerviosa.

 

—La diferencia es que no te ves como militar, te ves bonita vestida así —agregó Cristóbal sonriendo.

 

No pude evitar sentirme extraña con su comentario, pocas veces me han dicho que me veo bonita, aunque claro puede haberlo dicho solo para quitar lo tenso del ambiente.

 

—¿Ya vamos o no? —apareció Víctor con gesto molesto.

 

Vestido de traje, lleva el botón del cuello de la camisa desabrochado, un extravagante reloj de oro y un cinturón en la cintura en donde claramente me pareció ver una daga asomada, se ve muy bien, aunque claro que con esa actitud le quitaba solemnidad a su apariencia.

 

—Menos mal que te ves algo más decente —agregó dirigiéndose a mí—. No vayas a dejarme en vergüenza.

 

No le respondí, trato de mantenerme serena, difícil con alguien como él. Cristóbal puso su mano en mi hombro y me sonrió como dándome ánimos.

 

Bajamos las escaleras de mármol, y varias miradas se fijaron en mí, camine detrás de Víctor en silencio y con la mirada fija en el piso, es bastante incomodo, pero como me había indicado Cristóbal, debo tener paciencia que luego de mirar mucho y satisfecha su curiosidad ya no tendría tantas miradas encimas.

 

Las lámparas de lágrimas transparentes brillan en aquel cielo de color blanco, mientras las cortinas de color rojizo están abiertas de par en par permitiendo que el cielo despejado decorado con una enorme Luna llena luciera cual pintura perfecta. Hay mucha gente vestidos en forma elegante y extravagante, otros con cuero o trajes de estilos extraños, las mujeres lucen sus joyas y los hombres sus mejores trajes además de otros objetos exóticos. Hay gente que puede pensar que entre los vampiros solo hay hombres y mujeres extremadamente hermosos, pero no es la realidad que tengo al frente, hay gente de diversas edades, jóvenes, ancianos, niños corriendo por doquier. Contexturas diversas, delgadas, gordas, bajas y altas, tal como lo que se vería en una extravagante fiesta de humanos.

 

El enorme salón con su piso bien pulido y limpio luce con esplendor las decoraciones de plata y las pinturas que se encuentran sobre la pared de color crema, y que al no exagerar le daban un aspecto agradable. Desde la entrada una alfombra color caoba cubre el piso. Los sirvientes visten un traje distinto al usual, y se nota el detalle de la ropa planchada y revisada hasta el mínimo detalle.

 

—Un gusto de verte nuevamente, sobrino —exclamó un hombre acercándose a Víctor—. Feliz cumpleaños.

 

—Me alegro de verlo aquí —respondió Víctor en forma respetuosa.

 

—Con que aquella jovencita es tu sirvienta —señaló examinándome fijamente—. Es muy niña.

 

—Si, pero es muy lista —agregó Víctor—. Es una joven muy inteligente, amable y servicial.

 

Que falsedad, pensé mientras lo escuchaba a hablar, me da la sensación de que se ha aprendido un discurso de Cristóbal y repite algo que ni el mismo se lo cree.

 

—Yo pensé que te sentías avergonzado de tener a una sirvienta tan poca cosa —interrumpió Marcos seguido de una sirvienta que luce un ajustado vestido azul y cuyos rasgos asiáticos le acentuaban la fría mirada, por sus rasgos supuse que se trataba de Violeta de acuerdo a las descripciones que antes me había dado Cristóbal. Víctor lo observó seriamente.




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