Cruzada de sangre

Capítulo 15

La oscuridad, el silencio. Oscuridad y silencio. ¿Escucho algo? ¿Qué es?, ¿una rata o es agua corriendo?, si agua, bajo ese foso corre agua. Dormir es mi muerte. No sé cuánto llevo aquí, sin luz, sin comida, solo yo y mis pensamientos. Preferiría un calabozo que estar en este lugar. Tengo miedo, a veces creo que ya no me importa nada, si me dejara caer moriría ¿acabaría así todo más rápido?

Luego de que Marcos se enfureciera por haber querido detenerlo me trajo a este lugar, estamos en el área de los calabozos, pero este es una especie de calabozo de castigo. En el centro hay un foso enorme, y solo parada pegada a la pared evito caerme, dijo que en el fondo de aquel poso corre agua, y hay algo mucho peor, además. Encontrando unos grilletes en el muro, hice dos sogas con mi vestido y amarre mis muñecas y manos firmemente a esos grilletes, así cuando me duermo evito caerme, aunque dormir en tales circunstancias es casi imposible, pero llega un momento que no puedes evitar que tus ojos se cierren.

Me culpo a mi misma por causar la rabia de ese hombre, ¿pero porque debo sentir culpas si el culpable es ese tipo? Las palabras van y vuelven, y a veces me parecer verme a mí misma burlándome de mi suerte. De mi sombra que se levanta y me hace morisquetas mientras le grito que se apresure y abra la puerta. Luego me doy cuenta de que estoy perdiendo la cordura.

Escucho un grito lejano, y algo que cae contra el agua, luego el grito se acerca y se escucha como ecos encerrados dentro del foso, para perderse a lo lejos. Alguien acaba de caer ¿Es que habrá otras salas horribles como estas? Me arden los ojos, ya no lloro, ya no hay lagrimas dentro de ellos, ya he llorado tanto que siento ganas de reír ¿Que loco?, ¿En esta situación de que podría reírme?

—Debo tener demasiada fiebre para pensar así —murmuro en voz alta.

Me quedo con la mirada perdida en la oscuridad, a veces creo que esto no está pasando, que nada de esto es cierto. Que camino a mi casa un vehículo me atropello, y que en estos momentos estoy en una camilla en coma formando todo este mundo de fantasías solo en mi cabeza. Creer eso en parte me da algo de tranquilidad, pero por otro lado algo aún se aferra a que todo esto es real.

¿Cuánto tiempo seguiré aquí? ¿Moriré? ¿Alguien recordara que estoy en este lugar? Escucho pasos, si pasos, se acercan a donde estoy, mi corazón se agita, pero si pasan otra vez de largo como otras veces. La puerta se abre y me quedo fija en los irreconocibles rostros que se asoman. Los rostros adustos de los hombres y su fría mirada me hacen tiritar, pero no me muevo, tengo miedo de que ante mi cuerpo falto de comida, resbale y caiga al pozo.

Veo que giran una enorme palanca que hay por fuera, el pozo se cierra por una reja, y ellos caminan por ella acercándose. Sueltan las amarras que yo misma me realice con los grilletes. Me llevan con ellos en silencio, no les pregunto nada, temo que me digan que vamos al lugar en donde me mataran. Camino, algo atolondrada, y a diferencia de aquella vez en que fui arrastrada a este lugar, logro ver lo temible que es el lugar, calabozos mohosos, solo débiles fogatas alejan en parte algo de la oscuridad. Además, se escuchaban voces lamentándose, ¿Como alguien puede dormir tranquilamente en su cama teniendo a otros seres sufriendo bajo sus pies?

Cuando salimos del lugar, la luz que atravesaba una ventana me cegó tanto que retrocedí con torpeza. Había estado durante días en un lugar tan oscuro, que mis ojos no supieron reaccionar ante la repentina luminosidad. Cuando pude ver bien vi a Rosa, parada frente a mí, con expresión seria y sus ojos azules tan abierto que me sentí extraña.

—El amo espera que hoy en la cena te disculpes con él —indicó casi como una orden.

Mi rostro pareció otra vez delatarme, el solo escucharla la aborrecí ¿por qué debía pedirle disculpas a un psicópata como ese?

—Eres más inmadura de lo que pensé —señalo indicándome que la siguiera—. Llamaré a Claudia para que te junte agua, hueles mal.

—Estuve en un calabozo —murmuré mirándola fijamente—. Creo que fueron varios días.

—Tres días —me corrigió—. Y agradéceme a mí que pude convencer al amo de dejarte salir, aunque ya sabes la condición que él puso. Pídele disculpas en la cena o volverás a aquel lugar.

La contemplé estupefacta ¿Realmente eso era cierto? ¿Por qué ella habría intercedido por mí? en cierta forma le debía ese favor, pero el imaginarme tener que pedirle disculpas a ese hombre, sabía que no sería capaz, pero tampoco quería volver a ese lugar.

Darme un baño fue la sensación más agradable, aun no podía sacarme el ruido de aquel pozo, el sonido del agua corriendo. Unos golpes en la puerta me sacaron de mis pensamientos en forma brusca. Es Rosa que me apura para que me vistiera, faltan aún dos horas para la cena por lo que no entiendo su apuro. Espero en silencio mientras Claudia me ayuda a vestirme y a maquillarme, pero mi rostro no tiene arreglo, me veo demacrada, con ojeras enormes y los ojos hundidos, aun cuando he saciado mi hambre con la fruta que trajo Claudia.

Rosa nos observa en silencio, a veces parece perderse en sus pensamientos y luego dándose cuenta de ello vuelve a su realidad. Cuando Claudia salió de la habitación su expresión cambio en un rostro molesto.

—¡¿Quieres morir?! —me recriminó sorprendiéndome.

—¿Por qué dices eso? —respondí sin salir de mi sorpresa ante su rápido cambio de actitud.

Suspiro y luego mirándome con compasión se sentó sobre la cama.

—No vuelvas a hacer eso, aun cuando eres especial, el amo puede llegar a ser más cruel de lo que imaginas —en sus ojos algún recuerdo doloroso se reflejó, y poniéndose la mano en su rostro guardo silencio.

Más cruel, pensé, ¿acaso ese hombre podía ser más cruel? Me sentí como un insecto atrapado en las telarañas de un monstruo. Mi mirada se perdió, y la viva imagen del calabozo hizo que sintiera nauseas.




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