Caminé inquieta en la habitación, ya he decidido por mí misma adonde iré si las cosas no resultan favorables para mí. No, no será al Clan Tenebrae Rapax, aunque agradezco en cierta forma a su líder por el ofrecimiento. Mi camino es repetir los mismos pasos que mi anterior existencia, unirme a los cazadores, no me quedare cruzada viendo como Fergus y Ellen atacarán a los humanos. Aun cuando eso me lleve al mismo destino que a Emilia. Saque la daga Aeternus aun sintiéndome inquieta y se transformó en la enorme hoz que me ha salvado tantas veces.
—Magnifica arma en las manos de magnifica mujer —Fernando entró sonriendo—. Pero es mejor que la guarde por ahora, no deje que la rabia se apodere de usted. Necesito que esa cabeza piense fríamente como debe actuar en este lugar.
Se acercó tomando mi rostro con sus dos manos y me fije en sus ojos verdes, en su mirada tranquila, es como si trataba de trasmitirme su calma. Afirmé sin palabras haciendo que la hoz volviera a ser la daga original.
—Es hora de la cena, así que le convido que me siga —agregó luego de alejarse de mí.
—No me siento con ganas de esto —murmuré incomoda evitando su atención.
—Es una de las cosas a las que deberá acostumbrarse cuando sea nuestro líder —sonrió levemente.
No entiendo por qué se muestra tan confiado, suspire observando la daga Aeternus que sostengo en mis manos, ¿Por qué no puedo evitar el miedo que siento? No puedo olvidar que quienes me rodean son vampiros puros con años de experiencia, en cambio yo aún me siento como si fuera una humana.
—Confío en su inteligencia, y su capacidad de saber responder sin caer en el juego de Fergus y Ellen.
Inclinó su cabeza ante mi estupefacta sorpresa, no agregó nada más ni yo tampoco intente hacerlo. Caminamos en silencio rumbo al comedor.
Cuando la noche llegó se dio inicio el consejo de los ancianos. Aquellos formados con los vampiros más viejos y que se les consideraba de mayor sabiduría. Quienes lo conforman muestran diferencias marcadas, hay ancianos, jóvenes y niños, pero todos son hombres y mujeres de muchos años. Sentados en una especie de taburete alto de color caoba que en una media luna se ubica en el centro de la enorme galería, tal y como si se tratase de un juicio. Observaron seriamente a quienes estaban presentes. Rodeado por el consejo bajo estos hay una larga mesa de madera pura, rodeada de sillas, sobre un piso oscuro y reluciente donde nuestros pasos resuenan como ecos que chocan en las desnudas paredes. En el fondo una galería enorme de varios asientos, de seguro utilizados para el público en caso de juicios públicos o alguna otra especie de reunión.
—Queremos oír sus argumentos del porque representan a estos postulantes como futuro Líder de Vis Erinys —habló el anciano que se encontraba en el centro, mirándonos con gravedad.
—Soy Ellen ValVerse, Líder del Clan Nigrum lupum, y vengo a presentar a Fergus Brancepth (es el apellido de su madre). Hijo de Sebastián Fuentes, el anterior líder del Clan Vis Erinys, y legítimo heredero del liderazgo.
—Yo soy Alejandro Torres, Líder del Clan Tenebrae Rapax. Y Vengo a representar a Catalina Alcaraz, uno de los designados como futuros herederos al liderazgo por Sebastián Fuentes mediante este documento que dejo en mis manos.
—Uhm —señalo el anciano arrugando el ceño y le hizo un gesto para que se acercará y le pasará el papel.
Lo reviso en silencio pasando mano por mano a cada miembro del consejo.
—Aquella mujer solo lleva un par de años como uno de nosotros, entró como una sirviente, ni siquiera debería estar en este lugar —indicó Fergus sentado hacia atrás con expresión arrogante.
—No hemos pedido su opinión, Joven Brancepth —respondió seriamente otro de los hombres del consejo.
—Sin embargo, si eso es cierto ¿Porque has traído a una mujer inexperta para que asuma un cargo que usualmente solo se le designan a vampiros destacados? —preguntó una niña del consejo arrugando el ceño y dirigiéndose a Alejandro.
Este sonrió tranquilamente y luego con seriedad respondió.
—Catalina Alcaraz, no es la simple mujer que aparenta. Sí, es cierto que hace dos años atrás fue una humana, luego una sirvienta, pero su calidad aumenta al ser la única vampiresa descendiente, una sangre pura original, una sangre tan valiosa que hay quienes han pagado mucho dinero por una sola gota. La sangre de la madre fundadora de su clan, la sangre de la guerrera que nos salvó de desaparecer, la sangre que la daga Aeternus obedece...
—No mientas, Alejandro ¿Como podrías asegurar eso? —se levantó Ellen molesta y golpeando la mesa—. ¡Si todos sabemos que la Daga Aeternus desapareció! Que luego de la muerte de Emilia Capdevila nunca pudo ser encontrada.
Alejandro sonrió con un dejo de malicia mientras estiraba su mano hacia mí en señal de que me acercará. No sé qué se propone, pero me levanté de inmediato evitando mostrar temor y me acerqué a su lado.
—Demuéstraselos —indicó luego de tomar mi mano y posar su otra mano encima de la mía.
Me soltó alejándose. Fije mi mirada en aquellos hombres del consejo, me observan con atención y severidad. Entrecerré los ojos con seguridad mostrando seriedad en mi rostro. Saqué la daga que escondía y la giré mientras empezaba a transformarse en la Hoz de odio, grande, oscura y que me pareció más gloriosa y majestuosa que nunca. Abrieron sus ojos impresionados y hubo dos que se levantaron de sus asientos.
—Emilia Capdevila —murmuró alguien.
—¿Que significa esto? —señaló otro alterado.
—¡Silencio! —ordenó el hombre que se encontraba en el centro del consejo. Noté que tragaba saliva, ¿Acaso le desagradaba o sabe lo que significa que la daga y yo estemos de vuelta? Tal vez sabe que mi nacimiento significa que el mal estaba cerca, mi destino atado al resurgimiento del Mago maligno y cuyo final escrito esperan que sea tan desafortunado como el de Emilia.