Cruzada de Sangre - Presagios #3

Capítulo 18

Mientras bebo la sangre no puedo dejar de observar a Cristóbal que a pesar de sonreír luce cansado, su rostro que antes lucía siempre afeitado denota que lleva varios días sin afeitarse, y de cierta manera aun cuando trata de esconderlo la tristeza engulle sus ojos claros. El silencio de la sala solo es interrumpido por los pasos que se pierden en el piso de madera, pasos que vienen y van pero no buscan acercarse.

 

—¿Por que? —mascullo bajando la mirada.

 

—No fue tan fuerte como pensó —murmuró y noté el esfuerzo al decir estas palabras, él era su hijo a final de cuenta—. Intentó sacrificarse para proteger a Millaray. Pero cambio dolor por venganza, amor por odio y su alma se oscureció dejando que la maldad se apoderará de él.

 

Arrugué las sabanas de la cama en la cual estoy recostada, sintiendo un doloroso calor que me recorre el pecho, y la fría mirada penetrante del hechicero apareció en mis recuerdos obligándome a apretar los ojos y negar con la cabeza lo que Cristóbal me esta contando.

 

—Es mi culpa, si solo hubiera sido más cuidadosa... —entrecerré los ojos intentando acallar los gritos de mi pecho.

 

Me observó sorprendido por mis palabras y bajando la mirada no respondió.

 

—No, no fue tu culpa  —murmuró—. No fue culpa de nadie, aun no se el porque pasó esto, Víctor parecía dispuesto a enfrentar a la bruja pero de un momento a otro tomó la decisión de traicionarnos, ante el dolor de la pequeña Millaray... Ese hombre bajo el rostro de mi hijo ya no es aquel que conociste, en él no hay amor, no hay nada...

 

Abrí los ojos amargamente impresionada por su sinceridad, quise decir algo pero mi garganta seco ante su desesperanzado semblante. Dos golpes en la puerta interrumpieron nuestra dolida conversación, y una chica vestida de uniforme se hace presente, por el aroma que expende es una humana quien en cierta manera me observa con desconfianza.

 

—Nuestra lider quiere hablar con la recién llegada —indicó dirigiéndose a Cristóbal—. Traje ropas para...

 

—No tengo tiempo para eso —la interrumpí arrugando el ceño—. Cristóbal ¿Donde esta la daga Aeternus?

 

—¿Que piensas hacer? —me preguntó preocupado.

 

—Lo lógico, lo que es mi deber, buscaré a Víctor y lo obligaré a que me responda —empuñé las manos. Y dándome fuerza para estar preparada de que probablemente en aquel hombre ya no queda nada del hombre que amo y solo queda la presencia del maligno hechicero.

 

—No te apresures —señaló preocupado más aun al ver como me levanté de la cama y salí por la puerta dispuesta a ir donde Francisca y exigirle que me entregará la daga, algo me decía que la líder de la cual había hablado la mujer que entró a la habitación se refería a ella—. ¡Catalina no actúes en forma precipitada!

 

—Lo siento Cristóbal pero no me pidas que me quede sin hacer nada tu...

 

—¿Tú eres mi... madre? —una voz infantil interrumpió mi caminar.

 

Me detuve en seco y volteé quedándome detenida en los oscuros ojos de una niña de cinco años. Su cabello largo y oscuro caía sueldo decorado con una cinta de color blanco, llevaba un vestido celeste y unos zapatos de color negro. Me quede en silencio ante su seria e interrogante mirada.

 

—Sí, eres ella, eres igual a la foto que me dio mi tía —agregó apretando la mano que la sostenía.

 

—Es un milagro —murmuró la mujer que la traía. Por un instante no la había reconocido, Rosa se ve mayor, aunque su aire de elegancia y belleza siguen presente—. Es un agrado volver a verte, Catalina.

 

—Esta niña... —indiqué confundida—... es

 

—Sí, es Millaray, tu hija —completó Rosa sonriendo.

 

—Fueron diez años...  —confundida porque aquella niña frente a mi no parece tener diez años.

 

—Los vampiros tenemos un crecimiento más lento que los humanos —agregó Cristóbal luego volteando hacia Millaray le miró con fijeza—. Podrán hablar más tarde.

 

 —Es tarde —exclamó la niña endureciendo la mirada—. Demasiado tarde, si hubieras aparecido antes, papá no se hubiera ido.

 

—¡Millaray! —la reprendió Rosa mientras que yo seguía mirándola sorprendida y dolida.    

 

—¡Cuando él te necesitaba tu no estabas! Ahora él ya no esta y yo no te necesito y... —apretó los labios sollozando—. ¡Vete lejos de nuevo! 

 

No hubo palabras que pudiera decirle, ni consuelo cuando ni yo misma aun no logro encontrarlo, pero Millaray luego de darme la espalda al final volteó lanzándose a mis brazos llorando.

 

La pequeña apretó los ojos moviendo la cabeza. Empuñando sus manos aferrada a mis ropas.

 

—Has vuelto... no quiero que te vayas, no quiero que termines como papá...

 

Guarde silencio notando la fija mirada de Cristóbal, solo bajó la cabeza intentando esquivarme. Tragué saliva y solo atiné a acariciar el largo cabello de mi hija.

 

—Disculpen —interrumpió la mujer que antes había entrado a la habitación—. Pero la líder la esta esperando, necesito que se cambie de ropa. Arrugué el ceño al notar un tono despectivo en su forma de hablar, y cuando fije mis ojos en los suyos vi cierto temor en ellos.

 

—No es necesario como lo dije antes, llévame donde ella que necesito hablarle —respondí en tono severo.

 

—¿Aun piensas en ir tras de... él? —preguntó Cristóbal con seriedad.

 

—No por ahora, primero quiero que me aclaren varías cosas —dicho esto fijé mi atención en la cabeza de Millaray quien aun no me soltaba, aunque ya ha dejado de llorar—. No te preocupes, iré a buscar a papá...

 

Le hablé a la niña pequeña, quien solo movió la cabeza en silencio.

 

 —Papá siempre dijo que eras una mujer muy fuerte y bondadosa.   




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