El frio viento de la montaña nos golpea con crueldad aun cuando nuestros abrigos intentan cubrir todo nuestros cuerpos. Los copos de nieve arrastrados por una fuerte tormenta no resultan tan amigables como esas postales navideñas del hemisferio norte. Fernando respiró agitado haciendo que el vapor rodeara su boca. Con los ojos entreabiertos ambos contemplamos la pequeña cabaña que se encuentra en la cima, no es más grande que una habitación y su cubierta luce demasiado delgada como para proteger del frio a quien estuviera viviendo en ella.
Nos acercamos de inmediato a la puerta dando dos golpes. Nadie responde, solo el ruido del viento parece hacerse presente. Vuelvo a golpear y mi instinto me empuja hacia atrás llevando la daga delante de nosotros para protegernos con su hoz, justo a tiempo porque una criatura salto con fiereza desde el interior de la endeble vivienda siendo sus garras detenidas con el filo de mi hoz. Fernando gruñó mostrando sus dientes mientras que yo empuje mi arma con intenciones de alejar a la horrible bestia, pero esta sonriendo con ironía soltó a Aeternus y sus ojos asesinos se enfocaron en los míos regocijándose de una forma inquietante.
—Vaya por un momento pensé que se trataban de vampiros más poderosos pero solo son dos niños —se arregló sus ropas con calma dándonos cuentas de que se trata de un vampiro en un estado desastrozo. Lleva el cabello largo y desordenado y una larga barba que cubre casi todo su rostro.
—¿Quién eres? —preguntó Fernando arrugando el ceño y en actitud de ataque. No confiaba en quien ahora lo miraba con sorpresa.
Sonrió con una maldad que no oculto y su blanca dentadura fue clara señal de su actitud amenazante, por sus ojos es claro que no ha bebido sangre desde hace mucho tiempo por lo que puede resultar peligroso si nos descuidamos.
—No debiesen primero presentarse quienes han interrumpido mi sueño —levantó sus cejas sin borrar su temible sonrisa.
Si alguna vez creí ver maldad en los ojos de Marcos, en los de Samanta o en los de Víctor, no se comparan con la de este tipo, hay crueldad, regocijo, tal como aquellos que gustan de hacer sufrir pero de una forma inimaginable. El aroma a sangre que emana, sus ropas manchadas, evidencian que ha matado antes de llegar a este lugar. Su cabello largo entremezclado con cabellos oscuros y canas se mueve con brusquedad por el viento y al contrario de su incipiente barba que parece no sentir el aire invernal.
—Soy Catalina Alcaraz —respondí sin soltar la hoz —esposa de Víctor Fuentes y miembro de la familia principal del Clan Vis Erinys.
Al escuchar el nombre del clan me pareció ver un destello de odio en sus oscuros ojos, pero no dejo de sonreír, al contrario, fue como si apretara sus dientes para hacer notar más sus colmillos.
—Fernando, hijo de Rafael Fuentes, segundo en familia del Clan Vis Erinys —respondió mi compañero secamente notando cada uno de los movimientos del desconocido.
Se rió en perturbadas carcajadas antes de estirar sus manos hasta hacer sonar los huesos de sus dedos, se rasco la barba contemplándonos uno al otro.
—¡Justo cuando muero de hambre aparecen dos miembros del clan que más odio!
No alcance a gritarle a Fernando quien justo a tiempo lo detuvo pero no logró evitar que lo agarrara del cuello aprisionándolo hasta casi inmovilizarlo. Lo ataque con la hoz pero esquivo el ataque, aunque por lo menos liberó.
El desconocido sonrió emocionado.
—Me presentaré, soy Baltazar Vendrell —y sus ojos ahora de tono rojo parecieron burlarse de nuestra estupefacción.
Baltazar Vendrell es el vampiro que una vez llevo a su clan contra los humanos revelándose al resto de los clanes, intentó crear un reino que tomara el control llevando a los vampiros a dominar la humanidad, pero Francisca en ese entonces lo detuvo impidiendo que lograra su cometido. Los tres clanes de vampiros restantes decidieron eliminar al clan traidor, y encerrar a Baltazar y a muchos otros en la prisión.
—Baltazar Vendrell —hablé con voz ronca—. Hemos venido con la intención de reunir a todos los vampiros...
—Catalina —me interrumpió Fernando con cortesía—. No creo que sea seguro pedirle a alguien como él que se nos una.
—Cada vampiro de este planeta tiene que poner de su parte para acabar con la bruja —apreté los dientes notando la burlesca sonrisa de Baltazar.
—¿Quieres que participe de una guerra que no me incumbe? —preguntó aquel vampiro antes de reirse—. Bien mocosa, toca a mi cuerpo con tu hoz y te ayudaré, de lo contrario serás mi alimento.
Extendió sus brazos dejando su pecho sin protección.
Titubeé más aun antes la desaprobativa mirada de Fernando, es claro que no está de acuerdo con esa idea por lo peligroso que resulta. Suspiré con intranquilidad arrugando el ceño y contemplando la siniestra sonrisa de aquel individuo que parece disfrutar de la tensión que ha creado. Aprieto mis dientes sintiendo como mis colmillos se asoman producto de la molestia que me produce encontrarme en esta situación.
—¿Tienes miedo? —preguntó irónico.
Sinceramente no lo sé, la adrenalina corre por mi cuerpo pero es mi mal presentimiento el que me mantiene callada y sin moverme. Aferró mis manos en la hoz sin aun responder su desafío.
—Bien, entonces no me queda de otra que...
—¡Acepto! —lo interrumpo, el aroma que impregna a muerte fue una clara advertencia que planeaba matarnos de todas formas.
Sus ojos se fijaron en los míos como si intentará penetrarlos para llegar a mis pensamientos. Su seriedad contrastaba con la burlesca sonrisa que antes había en su rostro. Su expresión seria y su mirada atenta resultaban más temibles que su cruel jovialidad.