—Edward—
—Al parecer su cuerpo entró en un estado de shock por lo que la pérdida de memoria puede ser temporal. El estrés al que se sometió fue severo así que solo podemos confiar en el tiempo. Como dije anteriormente, en algunos casos los síntomas de TEPT pueden aparecer y desaparecer. Les sugiero consultar con un terapeuta para ayudarla, y no someterla a tanto estrés. Por el momento, les propongo que limiten sus visitas o estudien en todo caso aquello que le genera tensión. Esto no es bueno para su salud o corazón —citó el médico a cargo mientras miraba a Edward y a Leonard frente a su escritorio.
El hombre analizó unas cuantas cosas más con ellos y después de una breve charla terminó con la consulta.
—Así que…
—¿Así que…?
—Ganaste —afirmó Edward con un tono serio una vez que estuvieron en el estacionamiento.
Leonard distorsionó su rostro, creyendo saber a dónde iba Edward con sus palabras.
—Lo lograste —bisbiseó al detenerse—. Al fin conseguiste arrebatarme todo y quedarte con la mujer que más amaba.
El chico a su lado cerró los ojos, luego soltó un largo suspiro, se giró hacia él y le habló:
—No, te equivocas. —Le dijo. No tenía caso seguir guardando lo que sentía. Edward alzó una ceja—. Fuiste tú quien al final ganó. Tú fuiste quien me quitó todo lo que tenía porque al final no importa lo que Ayrton me haya dejado, eso no me sirve de nada si no tengo el amor de la mujer a la que también amó. —En esos momentos Leonard se echó a reír. No esperaba que las palabras fluyeran de esa manera, pero así así habían sonado—. ¿Sabes…? No te culpo, después de todo en el corazón de una mujer nunca se manda. Mamá siempre lo decía, aunque es un infortunio que ella no te recuerde. —Su risa se hizo más potente, luego se acercó un poco y besó la frente de su hermano—. Edward, te amo y siempre te amaré así que… Hasta aquí llegó contigo. Me rindo. Ya no te molestaré, y ni tu ni ella volverán a saber de mí.
Edward no podía creer los que sus oídos habían escuchado.
—¿Qué? ¿Te rindes, ahora? ¿Solo así?
Leonard se encogió de hombros, posteriormente volteo el rostro y miró hacia el frente, decidido, serio, como si nada hubiera pasado, como si siguiera siendo el mismo hombre cruel y arrogante que llegó ahí hace dos años.
—Edward. —Lo nombró cuando volvió nuevamente a él—. Aquí ya no hay nada para mí. En realidad, creo que nunca lo hubo.
—De... ¿de qué estás hablando?
—De que es hora de que seas feliz —citó con una hermosa y pequeña sonrisa en su rostro, de esas que expresan felicidad y armonía, un gesto sincero, de paz—. Edward… Me voy. Ya hice los preparativos y en cuanto den de alta a Lara tomaré un vuelo a Reino Unido.
Edward discretamente sonrió, la noticia de que su hermano se iba lo ponía feliz, pero al mismo tiempo un sentimiento de tristeza lo invadió. Si Leonard se iba ahora estaba seguro de que no volvería a verlo, jamás. Leonard tenía en sus ojos esa ferviente mirada que lo aseguraba, por lo que preguntar si era realmente verdad, estaba de más.
—Supongo que al menos vas a despedirte, ¿no?
—¿Despedirme? —murmuró taciturno—. ¿De quién? De ella. Hmp. Creo que eso ya lo hice. —No es necesaria otra dolorosa despedida, pensó—. Por favor, Edward… Cuando despierte, solo dile que tuve que irme y de nuevo, cuídala bien.
Dicho eso, Samuel como su nuevo chofer y su mano derecha que era, se acercó, extendió su abrigo y se lo ofreció.
—Es todo…
—Es todo.
Y con esas últimas palabras, Leonard se marchó, no sin antes hacer una visita a la tumba de sus padres.
Tres días después, cuando el sol ya se estaba ocultando en el horizonte. Edward no pudo evitar recordar, las palabras de su hermano aún seguían dando vuelta en su cabeza. ¿En serio Leonard se había rendido? ¿En verdad iba a irse? ¿Qué era lo que lo había hecho tomar tal decisión? Si hasta donde él sabía, Leonard era más terco que él, y la palabra rendición, no existía dentro de su vocabulario. Algo le debió haber pasado, sin embargo, prefirió no investigar. En cierto modo, Edward había ganado. Además, si Leonard ya había dicho que se iba, ¿acaso no era mejor dejarlo así? Por la paz.
No obstante… Otra clase de interrogante surgió en su cabeza.
Edward se tallo los oídos, como si no lo hubiera escuchado bien. ¿De verdad su hermano había llamado por su nombre a su padre? ¿En verdad lo había hecho?
—Vaya… —murmuró tirándose contra el asiento del auto.
Se refregó la cara. Eso sí que era una gran sorpresa. Pero no era más sorprendente que su herencia.
Edward acarició suavemente el volante de cuero negro entre sus dedos. De nuevo tenía de regreso su auto favorito, aquel Mustang 68 que su padre le quitó. Sonrió para sus adentros. Jamás pensó que lo extrañaría tanto y mucho menos que el mismo Ayrton se lo hubiera devuelto.
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“—Y a mi hijo Edward… Le dejó lo más preciado y amado que tengo…
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pasado enemigos venganzas, tragedia amor y dolor, secuestro asesinatos y peligro
Editado: 08.08.2020