Abrió la puerta con temor y no se equivocó ya que lo primero que recibió fue una fuerte bofetada de parte de su padre. Él ya la había visto llegar mientras miraba atentamente por la ventana de su estudio que estaba a un costado de la entrada. No dejó que ningún empleado la recibiera. Él se encargaría personalmente de darle la “bienvenida” a esa hija rebelde.
Antonia cayó al suelo de lo fuerte que fue el golpe. Su muñeca resintió la caída y su mejilla el profundo rasguño del anillo naval de su padre. No alcanzó a procesar lo que acababa de suceder cuando sintió que la jalaba del cabello y la llevaba a rastras al estudio. Ordenó al personal de la casa que nadie los interrumpiera y que no se acercaran a menos de 50 metros del lugar con la amenaza de despedir a cualquiera que desobedeciera sus órdenes. Una vez en el estudio, el Capitán empujó bruscamente a Antonia al sillón que tenía para recibir a sus camaradas. Sin preguntar, pero a su vez, sin temor a equivocarse, el Capitán la interpeló. “Te acostaste con él ¿no es cierto?”.
Antonia bajó la cabeza sin decir ni una palabra sabiendo que no ganaría nada con seguir mintiendo respecto a dónde o con quién estaba. “Yo....yo lo amo papá. Lo amé desde la primera vez que lo vi y él también me ama a mí. Por esa razón no puedo, ni quiero casarme con Emilio. Desde el momento en que conocí a Eduardo, supe que estábamos hechos el uno para el otro, por eso me niego rotundamente a aceptar el arreglo que hiciste para mí. Y ya que preguntaste si.... estuve con él, te respondo que lo más probable es que en nueve meses seas abuelo, razón más poderosa aún para no casarme con el hijo del Vicealmirante”.
El Capitán sintió su cabeza dar vueltas y sus piernas flaquear. Cayó en la silla de su escritorio con la mente en blanco por unos segundos, segundos que Antonia sintió como si fueran una eternidad. Luego su rostro se desfiguró por la ira. Golpeó con fuerza sus manos en la mesa una y otra vez y le ordenó seguir su plan al pie de la letra, de lo contrario.....
“Como hombre de armada siempre quise tener un hijo varón para que siguiera la tradición familiar de pertenecer a las fuerzas armadas. Dios sabe lo mucho que le costó a tu madre quedar embarazada y lo difícil que fue el parto, al extremo de casi perder la vida. Sabíamos que sería su único embarazo y sin embargo cuando naciste, aún siendo niña, te amé de inmediato y poco me importó la tradición. 'Ya vendrán nietos que podrán cumplir mis deseos', me dije. Fuiste mi mayor logro, mi orgullo ante todos. Te presumía ante mis amigos de lo tan hermosa e inteligente que eras. Tenía todas mis esperanzas puestas en ti y ¡maldición Antonia!, ¡cómo pudiste traicionarme así cuando ya sabías que te había prometido en matrimonio al hijo de mi mejor amigo! Confiaba en que mi nieto seguiría la tradición que ha estado generación tras generación en nuestras familias. Me has decepcionado enormemente. Solo por el enorme amor que aún te tengo no te obligaré a abortar a ese bastardo. Sin embargo te casarás cuanto antes con Emilio y ese hijo será un Müller ¡te guste o no!”
“Pero papá, - gritó Antonia llorando -. Yo amo a Eduardo y juntos queremos formar una familia. Aún puedes cumplir tu sueño de tener a un nieto bajo las alas de las fuerzas navales. No necesito casarme con Emilio. Eduardo ya me ha dicho que quiere casarse conmigo y que se hará responsable de nuestro bebé, si es que lo hay, una vez que vuelva a tierra de nuevo. Por favor no me hagas esto, soy tu hija y el bebé será tu nieto independiente de quien sea el padre.”
“No digas estupideces. Jamás podré aceptar como yerno a un simple marino sin futuro. Mi nieto tiene que tener un padre de renombre y con un estatus igual al tuyo. Nunca será como quieres. Y ni se te ocurra fugarte. Mañana a primera hora nos embarcamos y te prohíbo siquiera ir a despedirlo. Te mantendré bajo estricta vigilancia. En un mes le haré saber que no hay bebé del cual responsabilizarse y que has decidido casarte con el Teniente Müller. El matrimonio lo haremos dentro de dos semanas más. Pediré un permiso especial para estar de vuelta en esa fecha junto a Emilio. Te casarás, consumarás el matrimonio aunque no quieras, te mostrarás como una esposa devota y enamorada y en un mes más, le dirás a Emilio que será padre. No se puede enterar jamás que ese hijo no es de él. Si te niegas a cumplir tu responsabilidad como hija, haré de la vida de tu marino un infierno una vez que estemos mar adentro. Y si te atreves a contarle la verdad, te juro que lo mato. Arrojar un cuerpo en altamar y hacerlo desaparecer, te aseguro, será muy fácil. Ya estás advertida.”
Antonia salió del estudio derrotada. Jamás podría permitir que su amado Eduardo sufriera por su culpa. Sabía que independiente de cómo fueran las cosas, igual rompería su corazón. Pero de solo pensar que su padre podría acabar con su vida, una sensación de terror invadió su alma. ¿Quién era ese hombre que la estaba obligando a tal barbaridad? ¿Cómo pudo venderla en nombre de la tradición y la amistad? Estaba claro que ese hombre que la mimó sin límites hasta no hacía mucho tiempo atrás, ya no era el mismo.
Lloró amargamente al ver hasta dónde estaba dispuesto a llegar su padre con tal de ver cumplidos sus deseos egoístas. Se sintió un simple objeto, una moneda de cambio y que ahora no valía nada. No tenía otra opción que echar a un lado sus sentimientos para proteger aquello que más amaba, aunque ello le significara morir por dentro.
Editado: 03.05.2022