Ya era Domingo y todo estaba listo para recibir a la familia que venía de visita para el almuerzo familiar. De a poco fueron llegando. Primero llegaron los abuelos, Raimundo y Amalia. Luego llegaron Rocío y Benjamín, y detrás de ellos, sus padres, Roberto, Constanza y un par de visitas muy especiales.
Resulta que cuando la tía Constanza supo que sus queridos sobrinos Santiago y Olivia estaban de regreso, se las quiso dar de celestina y trajo consigo a los hijos de su mejor amiga para emparejarlos con ellos. Ambos hermanos lucían muy similares. Eran altos como modelos, de cabello castaño y ojos azules. Sus rostros eran realmente hermosos con rasgos griegos heredados de sus abuelos que podrían haber confundido a cualquiera como hijos de alguna divinidad.
Sus nombres eran Isabel y Álvaro Katsaros.
Isabel tenía 23 años y estudiaba arquitectura. Álvaro, por su parte, era Subteniente e instructor en la Escuela Naval. De hecho, fue el instructor de Lucas durante su primer año.
Luego de los respectivos saludos y presentaciones, Isabel y Álvaro comenzaron a llevar a cabo el plan que la tía Costanza les había solicitado previamente. Isabel había visto a Santiago en más de alguna oportunidad cuando ambos iban en busca de sus hermanos cuando éstos llegaban de alguno de sus viajes. Había hecho de ese hombre su objetivo y esperaba ansiosa que se le presentara una oportunidad para acercarse a él, oportunidad que su madre le había brindado gracias a su amistad con la tía Constanza.
Álvaro por otro lado, nunca había visto a Olivia, pero su padre ya le había advertido que debía casarse cuanto antes si no quería ser desheredado. Según él, el legado castrense debía traspasarse a los hijos que fueran naciendo, pero hasta ese momento, Álvaro aún no daba luces de siquiera buscar una compañera, mucho menos engendrar hijos. Para él, casarse era un mero trámite, por lo que no puso mayor resistencia ante la petición de su progenitor. Sin embargo, cuando vio a Olivia, quedó prendado de ella y la idea de hacerla su esposa no le pareció mala en absoluto.
Lo que jugaba a favor de ambos, era su personalidad arrolladora y confiada. Jugaban a ganar y no dejarían que nadie los desviara de su objetivo.
Cuando la familia fue invitada a tomar sus posiciones en la mesa para almorzar, Isabel se apresuró en tomar el asiento al lado de Santiago. Álvaro hizo lo mismo con Olivia. Al final, los cuatro terminaron sentados unos frente a los otros.
La comida fluía sin complicaciones y el ruido de las voces y las risas se escuchaba por todo el comedor.
Álvaro hablaba animadamente con Olivia y a simple vista parecía que se estaban llevando bien. Isabel trataba de hacer lo mismo, pero no estaba resultando. Santiago estaba teniendo problemas para controlar sus celos y su cara lo evidenciaba sin disimulo. Tal era su enfado que empezó a beber una copa de vino tras otra hasta casi rayar en la ebriedad.
Sin ningún respeto interrumpió la conversación de Olivia respondiendo por ella cada pregunta que Álvaro le hacía.
“Supe que hace poco llegaste de París”, le dijo Álvaro muy cerca de su oído, lo que incomodó un poco a Olivia y enervó a Santiago.
“Sí, hace solo unos días que llegó. Estaba trabajando para Ross”, contestó Santiago antes que Olivia pudiera decir nada. Álvaro lo ignoró por completo y siguió su interrogatorio.
“¿Tuviste oportunidad de conocer la ciudad?”. Siguió intentándolo de nuevo.
“Sí, sí la tuvo. Conoció la Torre Eiffel, el Museo de Louvre, la Catedral de Notre Dame, los Campos Elíseos, el Arco del Triunfo y tuvo un romántico paseo por el Río Sena, ¿no es verdad mi querida Oli?". Santiago podía sentir la rabia fluyendo caldeada por cada vena de su cuerpo. Quería gritar a los cuatro vientos que había sido él el que había compartido con Olivia todos y cada uno de aquellos paseos y que era él el hombre del que ella se había enamorado.
Olivia miraba impactada a Santiago sin entender por qué se estaba comportando así.
“¿Romántico?, ¿Acaso tuviste una pequeña aventura en la ciudad del amor con algún francesito?”, preguntó Isabel con un dejo de sarcasmo mientras Álvaro la fulminaba con la mirada. No quería que su hermana trayera a colación ningún indicio de romance pasado de Olivia.
Nuevamente Santiago se apresuró a contestar por Olivia. A esa altura, el resto de la familia empezó a poner atención a la conversación que las parejas de hermanos estaban teniendo.
“Algo así”, dijo Santiago. “Lamentablemente la cosa no funcionó y terminaron por separarse. Resultó ser un amor sin ningún futuro”. Ahora era Olivia quien empezaba a sentir la rabia fluir por su cuerpo en oleadas cada vez más potentes. ¿Qué pretendía Santiago? ¿Acaso no se daba cuenta de que estaban siendo el foco de atención de toda la familia y que más de alguno comenzaría a sospechar del arrebato de celos?
“¿Qué le pasa a Santi?”, preguntó Esteban mirando a Lucas.
“No lo sé. Quizás tiene complejo de hermana, qué se yo”, respondió Lucas.
Olivia se puso de pie y golpeó furibunda con ambos puños la mesa. Al mismo tiempo, Rocío se paró de su asiento y agarró a Santiago arrastrándolo al estudio ante la mirada de asombro de todos, en especial, la de Emilio.
Editado: 03.05.2022