Cruzaría mil montañas solo para amarla

¿Quizás ella ya me olvidó?

Esa noche Santiago no volvió.

Durante aquella semana tanto Santiago como Olivia estuvieron charlando y saliendo con Isabel y Álvaro respectivamente. Mientras una pareja salía a cenar o de compras, la otra iba al teatro o navegar. Casi no se veían, aunque estaban muy pendientes la una de la otra.

En casa de los Müller se respiraba un ambiente muy extraño y el resto de la familia podía notarlo, aunque no podían saber a qué se debía específicamente. Lo atribuyeron al hecho de que los hermanos Müller se estaban viendo con los hermanos Katsaros. Y aunque en cierto sentido era verdad, la razón principal aún estaba oculta a la vista de todos…. o al menos eso creían.

 

Olivia pasaba cada vez más tiempo con Álvaro. Él hacía el mayor esfuerzo posible por enamorarla y aparentemente estaba funcionando. Habían dado un gran paso en su relación. Si bien, aún no eran novios, Olivia le permitió tomar su mano cada vez que caminaban lado a lado. Él la llenaba de afecto, de detalles, de caricias, de dulces palabras que cualquier mujer hubiera caído rendida a sus pies. Pero no Olivia. No aún.

Álvaro tenía más que presente que el hombre que había estado con ella en Paris había marcado con hierro su corazón y que temía enamorarse de nuevo, por eso puso un doble esfuerzo para curar sus heridas. Estaba decidido a esperar lo que fuera necesario por ella a fin de ganar su cariño.

Isabel también estaba decidida a conseguir lo mismo, pero no le estaba resultando "tan bien" como a su hermano.  Se esforzaba mucho por verse bella a los ojos de Santiago, pero él aún no caía en sus redes. Se preocupaba por vestirse sensual y sofisticada. Se maquillaba de forma sencilla pero atrayente, enfocándose siempre en resaltar sus carnosos labios de manera que Santiago sintiera la atracción suficiente para besarla..... cosa que hasta ese momento aún no sucedía y eso solo la frustraba y la hacía actuar imprudentemente. No era extraño que le hiciera escenas de celos aún sin haber ningún lazo que los uniera, sobre todo cuando Santiago constantemente la comparaba a su “hermana” Olivia.

Santiago le tenía paciencia y le aguantaba sus reacciones infantiles, pero ni su hermosura ni su personalidad podían llenar el vacío que dejó Olivia en su alma. Por más que quisiera que las cosas resultaran con Isabel, no podía dejarla entrar en su corazón aún. Más bien dicho…. no quería. No quería ni siquiera besarla. Se negaba a borrar el rastro de los besos de Olivia de sobre sus labios. Sabía que era una insensatez, pero simplemente no estaba preparado para borrar nada de la presencia de Olivia en su vida por mucho que Isabel se esforzara.

 

Las semanas pasaron y Santiago y Olivia estaban cada vez más distanciados. Cada uno estaba viviendo su propia vida, pero ninguno se decidía a dejar entrar por completo a un nuevo amor.

La resistencia involuntaria se hacía presente. Quizás solo les faltaba un empujón. ¿Podría la cena anual del Club Naval ser ese empujón que Santiago y Olivia tanto necesitaban?

 

“¿Estás nerviosa prima?”, le preguntó Rocío a Olivia.

“¿Por qué debería estarlo?”. No era cierto. Estaba nerviosa puesto que esa noche vería nuevamente a Santiago y nada menos que en compañía de Isabel. Había obviado coincidir con ellos por el dolor que aquella estampa le significaba. Sin embargo, no tenía derecho a sentirse así. Lo sabía. Ella mostraba la misma imagen ante Santiago cuando estaba junto a Álvaro. En su fuero interno, le producía cierto placer culpable saber que quizás lo que ella sentía era un claro reflejo de los sentimientos de Santiago. Que él también sufría. Aunque.... en el fondo, sabía que no podía, ni debía permitirse seguir albergando ningún afecto romántico por su "hermano".

“Bueno, porque esta noche es tu presentación oficial como miembro de la familia Müller. Además, puede que hasta sea el primer día en tu relación con Álvaro. ¿No crees que es tiempo de dar el siguiente paso y darle el sí que tanto espera? Al pobre lo tienes comiendo de tu mano. Sabes bien que si le pides la luna, con gusto la bajaría hasta tus manos”. Rocío trataba por todos lo medios de meterle hasta por los ojos a Álvaro, que lo viera como futuro prospecto de marido y se olvidara de una buena vez de lo que había vivido con Santiago.

“Pero qué cursi Ross. ¿Qué me dices de ti?”. Rocío abrió los ojos sin saber a qué se refería su prima.

“¿Yo?, ¿yo qué?”. 

“Ya sabes. Tú y Agustín. Se conocen de toda la vida. ¿Nunca has considerado estar con él?”. ¿En qué momento Olivia le arrojó la pelota?

“Pero qué dices Olivia. Agus y yo solo somos amigos”, rio Rocío nerviosa.

“¿Solo amigos? A mi no me lo parece. ¿Qué hombre te seguiría ciegamente a todas partes cada vez que se te ocurre, dejando todo de lado y sin quejarse? ¿No crees que es tiempo que averigües si esa devoción es por algo más que amistad y trabajo? Además es guapo y atento y tiene los mismos gustos que tú en cuanto a modas y es tu mano derecha en tu empresa y….”

“Ya basta, deja de decir tonterías. Mejor vamos a la tienda a buscar nuestros vestidos antes de que se haga tarde”, la cortó Rocío. No estaba para ahondar en el tema de Agustín en ese momento.




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