¿cual es Susana?

Capitulo II

      Años después...

Las luces de las sirenas y los oficiales de policía rodeaban la mansión de la familia Mazzantini.

Las constelaciones se negaban a iluminar la tierra e incluso el claro de luna. Uno de los oficiales disparó un haz de luz, rompiendo la profundidad del cielo nocturno.

En la puerta principal apartados de todo el caos, discutían un hombre y una mujer.

—¿Dónde se encontraba la señorita Susana Mazzantini a la hora de las cuatro y cuarto?—interrogó el detective.

—No lo sé.

—Señora Mazzantini el caso es complejo ¿Puede cooperar?—insistió. Cuando se horrorizo al descubrir una pequeña mancha en la solapa de su saco—En la llamada que realizó al 112 ha confesado haber presenciado el asesinato—continuó, dejando de lado la pequeña mancha de su solapa—¿Se sometería a una prueba de polígrafo?

—No.

—Está dispuesta a ensuciar su impecable...

Grace Mazzantini era en el pueblo del norte, considerada una ciudadana modelo, iba a la iglesia los domingos, lideraba los grupos de ayuda caritativos y preparaba las más suculentas exquisiteces en dulces, que vendía en una tiendecilla en la calle 46...¿Por qué desconfiarían de ella?

—La escena del crimen es una de las más perturbadoras que he visto en todos mis años como detective—sintió la boca exageradamente seca —El autor no pudo ser solo una persona. ¿Está encubriendo a alg...

—¿Qué está insinuando?

Las hipótesis del detective descartaban la posibilidad de que Grace fuese una víctima en el caso Mazzantini. Las malas palabras asaltaban los pensamientos del hombre. Colocó las manos en su cintura e intentó no pronunciarlas.

—¿Dónde está Susana?

La señora Grace enmarco las cejas—Hace más de 73 horas desde que mi hija desapareció ¿Y qué han hecho para... ?

—Por favor, señora Mazzantini—una especie de sonrisa se pintó en los labios del detective—¿Dónde la ha escondido?

Ésta dio un alarido. Todos los oficiales de policías se volvieron a ellos.

—Muy bien—el detective apretó los puños a los costados, chasqueo la lengua y asintió con la cabeza—Se le acusa de ser cómplice en el asesinato de Samantha Mazzantini—hizo una pausa—Procederemos con el cateo de la mansión...

—¡No lo permitiré!—replicó el sacerdote desde lo lejos, avanzando a travéz de la multitud policiaca.

El detective volteo con frustración y arrugó la nariz—Normalmente en estos casos es necesario—aseguró. Ya estando cara a cara.

El sacerdote meneo la cabeza—Vera detective—comenzó, tomándole del brazo para guiarle al otro lado.

La señora Mazzantini soltó un suspiro. Se cruzó de brazos y recostó su espalda contra el umbral de la puerta. Contemplando las montañas ocultas bajo el manto de la noche y la blanca neblina.

Desvió la mirada, miró sin mirar el jardín rodeado por oficiales de policía. Y pensó «Esto le está sucediendo a otra persona».

Al otro lado, los dos hombres intentaban llegar a un acuerdo.

—La señora Mazzantini no se encuentra en condiciones de dar declaraciones.

—Los oficiales de policía y mi persona estamos cumpliendo con nuestro trabajo—expuso el detective, removiendo desinteresadamente la pequeña mancha de su solapa.

La expresión en el rostro del sacerdote era de abatimiento. Resopló y vislumbro a Grace, a penas, las luces de las sirenas se estrellaban contra su silueta.

—¿Ha olvidado lo que es perder a un hijo, Señor Hector?

El detective cerró los ojos y frunció el ceño ¿Qué mierda había dicho? En el pueblo nadie se había atrevido a tocar ese tema ¿Qué pretendía? Abrió los ojos, y miro al sacerdote.

Era un hecho que él tenía aprecio por la familia Mazzantini como también por cualquier otra familia en el pueblo pero ¿Por qué el misterio? ¿Acaso sabía algo? Y de ser así ¿Por qué encubrirlos? Tarde o temprano se encargaría de descubrirlo. Por los momentos respiraría hondo e intentaría mostrarse comprensivo—Volveremos mañana.

En cuanto las patrullas se alejaron dejando un infinito eco detrás y el jardín se consumió en su propia soledad, la gran puerta de la mansión se cerró.

El sacerdote coloco las llaves en el porta llaves, y al volverse, se encontró sumido en las penumbras del vestíbulo. Respiró, elevando los hombros y dejando escapar un suspiro.

—¿Grace?—vocifero—¿Grace?.

En las paredes resonó esa voz potente y gruesa.

Echo un vistazo a los alrededores y atisbo solo el dorso de los sillones.

—Oh...Dios—grito la señora Mazzantini.

Las miles de suposiciones en su cabeza hicieron que echara a correr hasta las escaleras. La planta alta era la única con electricidad en la mansión.

Subió a trote los escalones, levemente su sotana quedo suspendida en el aire. Llevaba de bajo, un abrigo con cuello de tortuga acompañado con los típicos pantalones y calzados de vestir.



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En el texto hay: locura, obsesion, amor

Editado: 10.08.2018

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