Tras una pila inmensa de documentos y papales, se encontraba el joven Lord. Whitmore, sin interés alguno de terminar su trabajo, pero completamente convencido de que no sería de su agrado seguir aplazando sus labores y que se terminasen acumulando peor, de lo que ahora estaban.
No hace falda decir que se encontraba hastiado de estar la mayor parte de su día entre una inmensidad horrenda de papeles aburridos, o que le tocara reunirse de vez en cuando con señores aun mas aburridos que el contenido de los papeles, que ha decir verdad siempre buscan ocasión en las reuniones para decirle que tenían una hija en edad casadera y que sería un completo honor que el pusiese sus ojos en alguna de ellas y así anunciar un compromiso con tan honorable hombre.
Ciertamente eso a él le llegaba a importar muy poco, puesto a que no se consideraba interesado en contraer nupcias a esa edad, aunque la idea de formar una familia no le parecía indiferente, por el momento no era asunto de mucha importancia, como lo seria terminar su trabajo o conseguir a alguien que lo hiciera por él, o que le ayudara con la mitad de todo.
Cuando se encontraba dentro de su máximo punto de concentración, decidido a terminar mas de un tercio del trabajo para antes del anochecer, irrumpió en su estudio su madre, la señora Rashmes, alta, refinada, rubia de ojos verdes, ciertamente lo único que había heredado de ella, eran esas profundas gemas que ambos poseían por ojos.
-Querido mío, disculpa que te interrumpa – menciono con voz endulce su madre asomada por la rendija de la puerta – pero quise pasar a saludarte.
- Madre, sabes bien que no cometes molestia alguna, en que puedo ser de ayuda – menciono saliendo detrás de su escritorio y tomando asiento junto a su madre.
- Manuel, he venido a decirte, que hoy ha venido a visitarme la señora Rosma, junto a la señorita Rosma, no te negare que han venido a pedir por mi ayuda para poder agendar una cita contigo- menciono su madre recorriendo el estudio con la mirada – he de decir que no paso por alto el que tratasen de cubrir que venían a probar suerte y saber si tenían oportunidad de casar a la señorita Rosma contigo.
- Espero madre, que te negases a brindarle esperanza alguna de eso, es bien sabido por ti, que el casarme no es cosa de mi interés por el momento, y menos con señoritas que solo busquen apellido.
- En efecto, tienes razón, me he negado a tan siquiera darles opción de una audiencia, ante tu negativa al entablar relación, pero no he de pasar por alto el hecho de decirte que tienes que buscar esposa pronto, no es posible que Lord. Whitmore se niegue a casarse, con tanta señorita bella por estos lados.
- He de ser honesto al decirte que no me he interesado por el momento en ninguna dama de las que me rodean, con el motivo de que en lo poco que he logrado conocer de ellas, ninguna me parece tan interesante, para querer entablar más de una conversación y las que han logrado tal acto de mi parte, siempre sacan a relucir, todo lo que podrán presumir o hacer siendo mi pareja- menciono el joven un poco cansando y tocando el puente se su nariz – pero he también de decirte que mientras pueda seguir buscando a una mujer que llene mis expectativas, lo hare, y si no llegase a existir esa dama tan brillante, que no busque solaparse tras de mí, sino ponerse el frente mío, optare por la dama que sea de tu agrado, pero para que tal suceso ocurra, aún falta tiempo.
Poco tiempo después de tener una conversación mas trivial con su madre y de ella despedirse, excusando que tenia una cita, con su tan leal amiga Lady. Mercedes Castelban, decidió ponerles fin a sus faenas, no tan satisfecho, pero si conforme de que había logrado terminar una buena parte de ellas.
Camino a paso lento por el pasillo que daba a la puerta trasera de aquella gran casa heredada a el por su difunto tío, junto al titulo de Lord. Whitmore, recordando a la perfección aquella tarde junto a sus padres sentados en el salón leyendo, donde el señor Bofman, un señor algo pequeño y canoso, quien fue el mayordomo de su tío, llego a informarles de tan fatídico fallecimiento, con el testamento en mano, diciendo que Maximilian era su heredero, al no tejer hijo ni pareja alguna y que quedaba en sus manos la responsabilidad de su nombre y titulo.
Aunque podía contar con un numeroso personal, que se encargara de las labores del hogar, prefería realizar ciertas acciones el mismo, no queriendo sobrecargar a las personas de trabajo o alguna cosa parecida, así que cosas tan simples, como enviar cartas, ensillar caballos y demás, las hacia él personalmente. Poco se habla de que, a pesar de ser una persona más bien distante, tenía un carácter apacible, era muy cordial y amable.
Al llegar a los establos, fue directo con su mas fiel amigo Avalon, ese gran ejemplar de Caballo Shire, que tenia desde que era un potrillo, no por alguna compra de este, sino que, en un viaje, encontró al pobre en medio de un camino desolado, sin señal de la madre, pero con varios coyotes asechando, así que, con ayuda de su padre, subieron a este y se lo llevaron.
Al acercarse Avalon, se acerco a la puerta de su establo y bajo solo un poco la cabeza para recibir una caricia y un cubo de azúcar, tras Manuel ensillarlo, ambos salieron juntos de camino a dar un paseo por el bosque, una actividad que ambos ciertamente compartían, más cuando Avalon sabía que podía recorrer los alrededores del lago, mientras su dueño estaba descansando.
Al llegar bajo el gran roble y posterior a quitarle la montura a su corcel, Manuel se sentó bajo el gran roble a escribir un poco, pues había descubierto que muchas veces se inspiraba cuando se encontraba en ese lugar y de vez en cuando le surgían algunos hermosos versos que anotaba en un pequeño cuadernillo.
"cuan serena será es mañana