—vamos, Jack, mi hermana y yo tendremos muchos problemas si mamá ve que llegamos más tarde— la voz apurada y asustada de mi hermano me hizo reaccionar y apartar la vista de la mirada dura de Jack, su gesto no era furioso pero la frialdad a veces no es mejor. Tenía la mandíbula apretada y era clara la resolución en sus ojos.
Le había mentido y ahora él lo sabía.
Aunque "lo bueno" es que reaccionó igual y nos dirigió hacia su camioneta, claro que esa vez no me dejó sentarme en el copiloto. Él empezó a conducir en silencio y no dije nada tampoco. Estaba más concentrada y ansiosa mirando la hora en mi teléfono. Tenía quince minutos para llegar, de todas formas ya sabía lo que me tocaba cuando llegara a casa mas eso no aliviaba el temor que sentía y la presión en mi pecho poco a poco empezaba a doler.
Sentí la manito de mi hermano y abrí los ojos para verlo, los había cerrado para empezar a calmarme antes de entrar en un ataque de pánico y esos no me habían pasado mucho tiempo, prefería que no volvieran jamás.
—tranquila, Jess, no será tan malo si digo que yo te pedí venir— le sonreí triste.
Él no tenía idea.
—quince minutos, Jamir— le mostré la pantalla y él jadeo de forma leve. Sí, eso él lo sabía. Cuando mamá o papá nos daban tiempo exacto quería decir que estaban muy molestos, y en ese entonces no los culpe, había sido mi irresponsabilidad no avisar que yo estaba con Jamir, habían pasado horas, muchas, debían estar preocupados, no podía culparlos.
Minutos después llegamos a la mansión, —luego de que el guardia me reconociera en la entrada de la calle— y Jamir bajó corriendo para identificar su huella en la primera entrada, sí, mis padres se preocupaban mucho por nuestra seguridad y de nuevo no pude culparlos, eran unas de las personas más poderosas de la ciudad, era obvio que necesitaban tanta protección, sobre todo para y por sus hijos.
Mientras me deslizaba por el asiento podía notar las luces prendidas de la mansión a través de la gran reja negra, Jamir entró y se quedó a esperarme. Cerré la puerta de la camioneta y miré a Jack, pero él solo tenía la vista al frente apretando el volante. Me recordó a lo que pasó esa misma mañana al salir de la escuela, pero ya no había música ni aclaraciones, no había tiempo para eso, no en esos instantes.
—déjame explicarte todo, pero en un par…
—mañana nos vemos en el parque donde nos conocimos, Jessenia Lynch— dijo remarcando mi apellido y arrancó.
¡Mierda! Y al mierda el vocabulario. Estaba realmente jodida.
Cerré los ojos por unos segundos y cuando los abrí ya no quise pensar en Jack porque tenía un problema mayor. Entré y las rejas se cerraron detrás de mí. Jamy me cogió la mano y ambos empezamos a correr a la casa, ni siquiera me molesté en buscar las llaves porque la sonrisa malévola de Jelena nos recibió de inmediato. Ingresé y no di más de dos pasos cuando la imponente figura de mamá estuvo frente a mí.
Y decir que me sorprendió cuando me volteó la cara de una bofetada sería una mentira. Apreté mis puños con fuerza al igual que mis labios para no emitir quejido cuando me agarró por el cabello importandole poco que mis hermanos y padre estuvieran presentes aunque dudaba que les importara a excepción de Jamir.
—¡no! ¡mamá! Jess no tiene la culpa, yo le pedí que me llevara al parque— Jessica dejó de forcejear con mi cabello y me quité la lágrima velozmente, eso agravaría el problema. Mamá miró furiosa a mi hermano, pero a comparación de mí, sabía que ella no le haría nada.
—y esperas que te crea, esta estúpida irresponsable ni siquiera llegó a la casa, ¡¿acaso no tienes más hermanos?! Ellos se quedaron aquí sin almorzar a esperar a esta idiota, ¡no me mientas Jamir!
—pero…
—¡pero nada! ¡vete a tu cuarto!—ordenó y Jamy no se movió, miré a mis hermanos dolida, estaban al final de las escaleras pero ellos solo miraban a Jamir, me evitaban. La traición cayendo como agua helada y aún con toda esa frialdad me estaba quemando por dentro al ser consciente de lo que ellos me habían hecho.
No debía sorprenderme supongo, por supuesto que ellos habían mentido para salvarse "¿qué importa Jessenia?", "La patética niña perfecta no nos interesa", "que se meta en problemas sola" "seguro es tan perfecta que sale sola del problema"
—no pienso repetirlo, vete ahora.
—no hasta que…
—sube Jamir— temblé al escuchar la voz dura y fría de mi padre. Muerto estaba el hombre quien me perseguía de niñita y al que gritaba papi cuando me atrapaba para que parara de hacerme cosquillas, su sonrisa ya no existía, en su voz y sus ojos había cruda y helada frialdad, al igual que mi madre. No entendía porque habían cambiado tanto, ¿qué rayos los había cambiado? Esos no eran mis padres, o quizá sí pero yo no quería dejar el recuerdo de ellos siendo dulces conmigo enterrado.
Chillé cuando otra cachetada llegó de su parte, del gran magnate Isaac Lynch. Hubiera sonreído de no ser por el labio roto y la sangre deslizándose por mi boca. ¡Já!, eso no era nada a comparación de sus anteriores castigos. ¿Qué era un labio roto a cicatrices de hebillas y días sin comer? Al menos con lo último me salvaba de las dietas estrictas de mamá.
—eres una estupida irresponsable ¡¿qué carajos te tomaba mandar un maldito mensaje?!¡mírame cuando te hablo!—alcé la mirada temerosa y dolida, porque ¿qué más podía hacer? Si hablaba me iría peor.
Pero al menos te defenderías.
Oh, apareciste.
Sonreí internamente ¿defenderme? ¿Valía mi voz en esa casa? Era una cobarde que no podía evitar bajar la mirada ante sus padres, que callaba y solo veía como la vida pasaba llevándola consigo y ahogandola en el proceso.
Miré a mi padre directo a sus ojos dándome cuenta que eran un reflejo de los míos.
Tan iguales y tan distintos a la vez.
Pensé en qué podía perder además de un poquito de sangre.