Cuando el destino llama

Capítulo 2

Llegué al aula y toqué la puerta, el ruido del interior se pausó de pronto. Abrí la puerta y ahí vi al profesor, un hombre de cincuenta y tantos años vestido con un pantalón formal de color café oscuro, una camisa manga larga de cuadros de tonos verdes y blancos y un moño rojo alrededor de su cuello, el típico estilo de vestir de un nerd.

-Sr. Parker ¿puedo pasar? –Mencioné con cierto descontento. La playera no me gustaba pero no tenía nada más. Escuché risas en el aula.

-¿Pero que está usando? –Jaqueline mencionaba a sus seguidoras con una sonrisa burlona y me miraba de reojo.

-¡Es de edición limitada! –Gritó Evan apareciendo detrás de mí. Intenté ignorar a la rubia tonta y centré mi atención en el profesor.

-Sr. Phillips puedo saber ¿Por qué osa interrumpir mi clase con esa actitud? –Se acercó a nosotros con ciertos aires de superioridad.

-Lo siento señor, pero tuve un percance. –Dijo Evan bastante relajado.- Quise comprar unas galletas de una máquina expendedora, pero se tragó mi dinero e intenté que me lo devolviera. -Era quizá la excusa más estúpida que hubiera escuchado, el profesor Parker era muy astuto, no caería tan fácilmente.

-¿Y las galletas? –Preguntó.

-Se atoraron en el resorte metálico, ahora no tengo galletas ni dinero. –Se encogió de hombros y desvió la mirada. Yo sobé el tabique de mi nariz avergonzada por lo que acababa de escuchar. De ninguna manera creería eso.

-¿Y usted Srta. Monaghan? ¿Cuál fue su percance? –Aparté mis dedos de mi rostro y lo miré. ¿Realmente había creído esa tontería? Al contrario que Evan, yo no podía crear malas excusas improvisadas al instante. Asi que solo me encogí de hombros y dije con una sonrisa falsa:

-am… me vomito un unicornio…

Todos comenzaron a reír ante mi comentario, realmente me sentí estúpida en ese momento, el Sr. Parker no estaba para nada contento con mi respuesta y se cruzó de brazos. Tamborileo el suelo con la punta de su pie y dijo:

-Ya que parece que ambos disfrutan de hacer reír a mi clase, dejaré que lo sigan haciendo, pero en otra parte.

 

Evan y yo nos encontrábamos en un aula separada con pupitres vacíos a excepción de nosotros y dos chicos más. Al frente había un escritorio de madera y una mujer de gran tamaño leyendo una revista de chismes. Detrás ella en la pizarra había una palabra escrita con tiza blanca en mayúsculas DETENCIÓN.

-No puedo creer que estaremos aquí hasta el almuerzo. –Le dije a Evan, la mujer detrás del escritorio chitó para que me callara.

-No pasa nada, en realidad yo lo prefiero, no tenía ganas de entrar en la clase del profesor Parker, es muy aburrido. –Me respondió y la mujer nuevamente hizo ese molesto sonido con sus dientes.

-Todo esto es culpa de esa diva malcriada. –Me quejé. La señora pareció perder la paciencia porque golpeó el escritorio con la palma de su mano. Entonces cerramos la boca. El tiempo pasaba muy lentamente, observaba el reloj en la pared encima de la pizarra, las manecillas parecían no moverse en absoluto. A mi lado había una chica de cabello largo y oscuro con mechones azules y morados, vestía de negro y usaba unos guantes de malla en las manos, tenía un piercing en el labio inferior de su boca, y una gargantilla de púas. Era la chica gótica de la escuela, siempre se le veía sola vagando por los pasillos como un espíritu. Aunque siempre decía que podía ver fantasmas y los ayudaba a cruzar al otro lado. Se percató de que la miraba y su rostro giró posando sus ojos sobre mí. Usaba lentes de contacto de tono azul hielo súper pálido y un grueso delineado alrededor de sus ojos, lo cual hacía que tuviera una mirada intensa y muy intimidante. Desvié la vista.

El sujeto detrás de mí no importaba mucho, solo estaba durmiendo sobre el pupitre. Miré a Evan de nuevo, estaba dibujando garabatos en su libreta. No sabía cómo lograba adaptarse a las circunstancias tan rápido. Miré por la ventana, el frío viento de otoño agitaba las copas de los árboles y se llevaba las hojas secas consigo. Entonces empecé a imaginar muchas cosas, si yo fuera una hoja ¿A dónde me llevaría el viento? No lo sé, a lugares que no conozco o no hubiera imaginado conocer nunca. O quizá simplemente me dejaría caer en el pavimento para morir destrozada por el neumático de un auto. El viento podía ser tanto amable como cruel. Por alguna razón, eso lo sabía muy bien.

La campana sonó y Evan y yo nos dirigimos a la cafetería. Había pasado las tres horas más condenadamente aburridas de mi vida. Tomamos bandejas y fuimos desplazándonos por la barra de metal, mientras las cocineras nos entregaban los platillos. El menú de hoy era puré de papa, verduras al vapor y carne molida para nada apetecible. Buscamos una mesa libre para sentarnos y pudimos hallar una cerca de Jaqueline y sus perros fieles. Evité mirarla, no quería que me arruinara el almuerzo también.




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