❆ Nivea Edelweiss
Nivea solamente había averiguado que su huésped era un Edurne, un descendiente de las nieves, pero no su prometido, no era aquel que ansiaba encontrar y que le pondría fin a la maldición de siglos que llevaba cumpliendo. Aun así, no sabía el origen del ataque hacia él y menos de cómo el ente misterioso sabía de ella como la novia inmortal.
La segunda noche que él había pasado en su pequeña y acogedora cabaña, había sido muy agradable porque ambos platicaron de todo y de nada sin rebasar los límites porque todavía eran desconocidos, al menos Nivea se enteró de cómo Adriel había llegado a su escondida y paradisíaca propiedad. Ella dormía con el sueño ligero, pues en realidad no necesitaba reposo, era inmortal y su cuerpo no exigía lo mismo que el de los mortales normales.
Se levantó de un salto al escuchar un quejido del portón de su propiedad a eso de la media noche, se acercó a una ventana que daba al lago y se sorprendió al visualizar a su huésped salir con determinación, pues no volteaba la vista hacia atrás y caminaba con pasos decididos, por completo erguido.
Inmediatamente Nivea tomó una bata de seda blanca que estaba a los pies de su cama y la puso sobre sus ropas de dormir para salir de la cabaña descalza y apresurada, detrás de Adriel que parecía absorto al entorno que este se adentraba, solamente quería llegar a la orilla del lago brillante por la luz de la luna que estaba acompañada de algunas nubes, parecían aguas negras a punto de tragarse a cualquiera que se adentrara en ellas.
Nivea no quiso interrumpir a Adriel, quería ver hasta donde llegaba totalmente abstraído. Ya estaba sobre una canoa vieja y remando adentrándose al lago cuando Nivea escuchó una voz femenina como un susurro que vagaba en el aire:
—Adriel... Adriel... apresúrate y ven a mí...
«Está siendo atraído por alguien», pensó a unos pasos de la orilla sin quitar la vista de Adriel que parecía alma en pena remando hacia lo más oscuro del lago.
Nivea observó a todos lados para ver si alguien más aparte de ella era un espectador del narrado suceso. La respuesta fue negativa, así que no lo pensó más y comenzó a caminar sobre las aguas dulces, congelando estas a su paso descalzo y precavido; después de unos pocos minutos caminando a una buena distancia detrás de Adriel, ella observó a lo lejos un remolino de viento en el que un ser bailaba en su centro como espectáculo ante la canoa que se había detenido al margen del remolino, los vientos se elevaron y ese ser volvió a hablar, dando la oportunidad de que Nivea también escuchase, pues era un ente inmortal y ella era como un puente entre ambos mundos.
—Pero si eres buen mozo... es una lástima que tengas que morir —sentenció—. Ven conmigo, deja que te abrace...
Al escuchar esas palabras, Nivea entendió que quería ahogarlo, así que corrió hasta el punto en el que Adriel se hundía en las aguas. Cuando ella llegó, los vientos volvieron a elevarse, huyendo de la novia inmortal; esta saltó a lo profundo de las aguas, envolviendo la cintura con una mano al pobre hombre y atrayéndole con la otra desde el cuello quedando cara a cara para elevarlo con la ayuda de las mismas aguas que trataba de controlar, pero estas se resistían por mandato del ente que yacía en el fondo oscuro.
Nivea enfureció y con todas las fuerzas que tenía, usó su poder para elevarse con la intensión de las aguas o la imposición de su deseo y voluntad sobre las mismas para salir a flote; como si el propio lago los hubiese escupido hacia los cielos a poca distancia de la superficie, tal y como un geiser emite una columna de agua y vapor hacia el aire, así fue como ascendieron al aire libre. Nivea no soltó en ningún momento a Adriel que yacía inconsciente; ella cayó de cuclillas sobre la superficie del agua congelada por su orden mental, como si una lámina de hielo estuviese debajo de sus pies. Fue entonces que el ente que permanecía en las profundidades salió a la superficie levitando sobre las aguas con clara molestia.
—¿Quién eres tú? ―preguntó Nivea de inmediato conservando su furia—. ¡¿Por qué querías matarlo?! ―exigió saber con la respiración agitada, casi bufando.
—Soy dueña de estas aguas, yo di origen a este lago ―replicó con clara molestia la mujer de ojos brillantes y cabello oscuro con algunas plumas adornando su larga cabellera—. ¿Con qué autoridad vienes a dar órdenes sobre estas aguas?
—¿Por qué querías ahogarlo? ¿Qué hizo para que te enfurecieras contra él? ―demandó Nivea, ignorando el reclamo del ente frente a ella.
Nivea permanecía en cuclillas elevando la vista y la quijada para observar a los ojos al ente nativo, mientras Adriel permanecía inconsciente en los brazos de ella.
—Solamente cumplo un trato y por lo que veo, tú debes ser la novia inmortal ―apuntó el ente nativo.
—¿Cómo lo sabes? ¿De qué trato hablas? ¿Quién quiere matarlo? ―interrogaba Nivea con cierto desespero por no obtener respuestas directas a sus preguntas.
—Lo sé porque me lo dijo aquel que desea fuera del camino a ese hombre, quiere que sigas maldita ―respondió el ente que veía con curiosidad a Nivea—. Realmente eres única, puedes ver y escuchar lo que hay en ambos planos...
―Soy un ente inmortal, un puente entre los hombres este plano, pero en realidad no estoy viva —mencionó Nivea sin dejar de ver a la criatura espectral que tenía enfrente―. Adriel no tiene la culpa de nada, él no puede hacer nada por mí y mucho menos romper la maldición, no entiendo, ¿por qué ‟aquel" quiere desaparecerlo? —inquirió de nuevo, haciendo énfasis en ‟aquel".
Nivea se percató que Adriel estaba frío, muy frío para la temperatura de un hombre sano como él, así que lo colocó sobre la canoa, recostado e inconsciente, en la cual ella también se metió de pie y sin una señal del remo, esta con ayuda del viento puso en movimiento la canoa, de regreso a la orilla.
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Editado: 13.12.2023