❆ Nivea Edelweiss
Desde que Nivea se enteró de la maldición de los hombres Edurne ella sintió algo de culpa. Su pecado debía ser tan grande, al grado de extinguir una sociedad de la que no se tiene ningún registro en todo el mundo y para llevar a un linaje entero a estar malditos con muertes prematuras, tales como las cónyuges de los hombres Edurne.
Nivea fue a Invernalia para tener más información acerca de la maldición, pero lo único que logró obtener fue más de lo mismo, un sentimiento de vacío y una media culpa; la confirmación de que ella era la causante total. Decidió alejar a Adriel para que estuviese a salvo de los atentados que él sufría a causa de ella, no tenía el valor de confesarle quién era en verdad.
Tantos años viviendo alejada de todo y de todos, acostumbrada a estar sola y ver a la humanidad evolucionar e involucionar en muchos sentidos, presenciar guerras, tratados, revoluciones, muertes y muchas cosas más; pero nada era cómo enfrentar a un Edurne para decirle que ella era ese cáncer que cobraba las vidas de sus amadas, incluida la esposa y la madre de su inocente huésped.
Regresó a su cabaña en Centroamérica decidida a irse lejos de él donde no la siguiera, que mejor remedio que escalar el volcán que tanto quería subir por sí sola. Fue esquiva en su despedida y dejó muy claro que no deseaba tener más contacto con él de lo que tuvo, incluso le dejó solo en su cabaña para que entendiera que no lo quería cerca.
Nivea necesitaba meditar y buscar una manera de llevar una enmienda a esa familia y la manera en que tenía pensado hacerlo era estar sola, sacar la frustración de siglos en cada paso de la agotadora escalada al volcán, aclarar la mente en un lugar donde la presión atmosférica fuera más evidente que en el suelo, pero se llevó una tremenda sorpresa que frustró sus planes, Adriel la encontró en el volcán mientras descansaba en una caverna.
El hombre vestía pants impermeables, una rompe vientos, botas de montaña y una enorme mochila de montañismo, en toda su vestimenta predominaban los colores verdes y grises, realzaban sus hermosos ojos.
Estaba perdida.
Nivea no llevaba nada de lo que un humano normal necesitaría en el pico del volcán, ella no lo requería, planeaba únicamente comer y poner una manta en el suelo y observar las estrellas desde el pico acostada para aclarar su mente; el frío no le hacía nada, era parte de ella controlarlo, en especial en Invernalia. A toda costa, ella logró separarse de Adriel para abrir un portal en los árboles, ir al pueblo a comprar las cosas y regresar al volcán para aparentar que llevaba todo. Pero su plan se fue a la basura en cuanto sintió la tierra vibrar bajo sus pies, le avisaba que Adriel estaba cayendo a unos metros de distancia de ella, con las palmas de las manos en el suelo, pudo escuchar como él resbalaba.
Sintió una punzada en el pecho cuando descubrió que una barranca le esperaba al final.
Hundió más las manos en la tierra e impulsó a la misma para sacar ramas y raíces que atrapasen el cuerpo del humano que caía torpemente. Con velocidad, ella se dirigió al lugar del incidente y observó que Adriel estaba inconsciente entre las raíces gruesas que salían de la pendiente de la barranca. Dio un suspiro de alivio involuntario, su corazón se permitió tener un latido de tranquilidad —hecho que no le sucedía en siglos—, cerró los ojos un breve momento y se apresuró a buscar en la enorme mochila de él —que se había quedado arriba sobre una roca segura, más que el dueño— para sacar una cuerda y de ese modo que él escalara al despertar.
El resto de la subida, Adriel sufrió más veces el mal de montaña, haciendo constantes las paradas. Llegaron al pico cuando estaba oscuro, solamente veían el camino por las linternas que Adriel sacó de su mochila. Descansaron un poco por la larga caminata de casi las ocho horas y Nivea buscaba una excusa en su mente para cuando Adriel le preguntara: ¿Por qué no llevó lo que necesitaba para sobrevivir las temperaturas bajas de las alturas?
Su temor se cumplió cuando este le dijo que había que montar las tiendas de acampar y preparar las bolsas para dormir con un fuego y calentar bebidas. No tenía de otra que decir que no llevó el equipo necesario. Se quedó quieta observándolo y le confesó que no llevó nada.
—¿Entonces por qué subió un volcán sin el equipo necesario? —le cuestionó, incredulo—. A menos que subiera para morirse de hipotermia.
Una risita boba se le escapó de la boca a Nivea, pues ella nunca sufriría de hipotermia con la maldición que cargaba, ni siquiera una gripe se atrevía a enfermar a la novia inmortal.
—Es que no pensaba subir hasta el pico m-me iba a regresar a medio camino, justo cuando nos separamos, pero tuvo el accidente y no creí que dejarlo sólo...
—Ya entendí. —Le interrumpió Adriel a su compañera mientras sacaba y sacaba cosas de su mágica mochila—. Compartiremos la tienda y la bolsa, ¿al menos trajo comida? —inquirió.
—Mi mochila está repleta de comida enlatada —respondió ella de inmediato, sentándose sobre una roca para revisar la susodicha.
—Bien. Ayúdeme a armar la tienda y buscar algunos palos secos para hacer una pequeña fogata —pidió el hombre que acomodaba la tienda en el lugar más plano que encontrara.
—Buscaré los palos —dijo ella sin más y desapareció.
Nivea se tardó un poco a propósito debido a que no sabía armar la tienda y menos encender un fuego. Lo suyo era el frío, el clima helado, congelar cosas como el agua u otros cuerpos. De preparar cosas se encargaba Doroteo, su siervo fiel.
Cuando Nivea llegó con Adriel, ella observó que la tienda estaba montada; dejó los palos que llevaba cerca y vio que él acomodaba cosas dentro.
—Armé la tienda mientras usted buscaba material para el fuego. Encárguese de prenderlo por favor, el encendedor está en mi mochila.
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Editado: 13.12.2023