❆ Adriel Edurne
La visita de Venecia al pueblo donde Adriel estaba, fue una sorpresa muy grande para él y al parecer también para Nivea y su amigo Doroteo, pues Venecia no paró de hablar del atractivo amigo de la señorita Edelweiss en todo el camino hacia el pueblo, en el hotel y en el restaurante del hotel en el que comían con vista al lago.
—Creo que exageraste en venir hasta aquí a buscarme —aseguró Adriel, llevando un bocado de comida hasta sus labios.
—¡¿Qué?! ¿Y perder la oportunidad de conocer estas tierras, a la mujer que ha hecho a mi hermano pensar más allá de la soledad y la madera; a eso súmale el privarme de conocer a ese espécimen de hombre que está cómo quiere? —le preguntó ella dando a entender que él estaba equivocado—. ¡Claro que no! Además, has sufrido atentados por lo que me contaste y quería ver con mis propios ojos que estuvieras bien.
—Pues ya ves que estoy bien, no tenías por qué venir para comprobarlo.
—Te llamé y te escribí varias veces, no me contestabas y creí que debí tomar más en serio lo que me decías —declaró ella preocupada, con el tenedor en la mano y el bocado en el mismo—. Me asusté.
—Venecia, discúlpame si te asusté, pero antes de subir al volcán te llamé y no me respondiste, no tenía tiempo para redactar un texto y... —contó Adriel, tratando de explicar su ausencia—. Así que decidí contarte en el camino, pero la señal se perdió. Solamente me queda mostrarte las fotografías que tomé para que veas donde estuve.
—Espera un momento —pidió Venecia. Levantó la mano en señal de alto—. ¿Dijiste subir al volcán? —preguntó asombrada con los ojos bien abiertos.
—Exacto. —Asintió Adriel—. Subí el volcán que está justo detrás de la cabaña de la señorita Edelweiss.
—Oh por nuestra madrecita que en paz descanse... —dijo ella, luego cubrió su boca con la mano suelta—. ¿Por favor dime que no estaba activo el volcán? O juro que serás mi ídolo.
Adriel sonrío mostrando sus dientes ante su hermana, sacó el celular y buscó las fotografías que tomó para la señorita Jale y mostrarle las maravillosas vistas que disfrutó desde el pico. Venecia arqueaba las cejas de asombro y su sonrisa decía que le agradaba lo que veía.
—Esto es realmente maravilloso, Adi, es hermoso y quiero hacerlo también —concluyó ella, sin dejar de ver una y otra vez las fotografías.
—Te aconsejo que prepares tu cuerpo para escalar y que lleves lo necesario para sobrevivir arriba —mencionó Adriel, recordando su propia experiencia y terminando el plato de comida que tenía para sí mismo.
De un momento a otro, Venecia se quedó en silencio y quieta, una señal de suprema alarma viniendo de ella.
Adriel observó que su hermana miraba con los ojos como platos la pantalla del celular, así que procedió a quitárselo para ver qué la tenía de esa manera. De inmediato se arrepintió de no tener cuidado, porque en la pantalla se reflejaba una foto de Nivea que estaba de perfil, observando el horizonte.
Aquella foto la logró tomar en un momento en que Nivea se distrajo un pequeño segundo con el horizonte, hizo la pantomima de estar tomando fotos al horizonte los 365° grados, pero en realidad solo sacó la de ella.
Venecia sonrió muy guasona y arqueó las cejas.
—No puedo creerlo, mi hermanito subiendo un volcán con una mujer extraña además de bonita. —Puso ambos codos sobre la mesa y juntó las manos para sostener su quijada—. Cuéntamelo todo, quiero saber qué sucedió allá arriba.
Adriel supo que no tenía escapatoria, su hermana era muy perspicaz y no podía ocultarle nada, nunca había logrado esa proeza y estaba claro que aun siendo adultos nunca lo lograría.
Las reacciones de Venecia al contarle lo que había sucedido en los días pasados, le daban a Adriel una pequeña porción de entusiasmo, felicidad, vigor y vida, cosas que no experimentaba desde antes de que él se hubiese casado. Al fin él era el que contaba las aventuras y no el que las escuchaba.
—Para empezar: estuve a punto de morir por el mal de montaña, me dio mareos, dolor de cabeza y sentía que me faltaba el aire, también llegué a vomitar y me desmayé cuando caía en una pendiente —contó él, dejando en total silencio y asombrada a su hermana.
—¿Es una broma verdad? —preguntó Venecia, incrédula.
—Claro que no, sabes que no bromeo con esas cosas —afirmó Adriel, mientras bebía su taza de café—. Fue un golpe de suerte que cayera y quedara atrapado entre las raíces salidas de unos árboles. Después Nivea me ayudó a escalar porque me lanzó una cuerda.
—Vaya que sí tienes suerte, ya veo que la llamas por su nombre de pila. Me gusta. —sonrió—. Y los demás atentados, ¿cómo fueron?
—Acabando de llegar al pueblo, un hombre que parecía nativo de este lugar intentó enterrar una navaja en mi pecho sin razón alguna —contó él, arrugando la frente—, lo más curioso es que cuando llegó Nivea este dejó de atacarme y la vio a ella con odio, la llamó ‟la novia inmortal".
—¿La novia inmortal? Me suena ese nombre... ¿Qué más te sucedió? —preguntó sin menguar la curiosidad.
—La otra vez iba a morir ahogado por sonámbulo, según Nívea caminé dormido hasta el lago e iba ahogarme —volvió a contar—, lo curioso es que esa noche tuve un sueño extraño con ella, pero era diferente.
—¿Diferente? ¿Cómo?
—Pues me ahogaba por algo que me jalaba desde las profundidades del lago oscuro y cuando estaba a punto de rendirme la vi a ella, pero de cabello blanco platinado, ojos azules brillantes como luz neón y su piel era literalmente blanca —describió Adriel recordando sus sueños—, ella me sacaba del agua y no supe más hasta despertar al otro día.
—¿Algún otro atentado o hecho en el que estuviste a punto de morir? —preguntó ella muy pensativa e impactada por lo narrado en ese momento.
—No, solamente esas tres y espero que no más.
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Editado: 13.12.2023