El teléfono de Ethan sonó cuando este estaba en la ducha y sonó unas cuantas veces más antes de que el hombre pudiera atenderlo.
—Perdón, perdón —dijo Ethan— me estaba duchando. No he podido cogerlo antes, ¿ocurre algo?
—Por fin das señal de vida —. Victor sonaba agitado tras el auricular—. Tengo que pedirte un favor. Igual llegas tarde al trabajo.
—No pasa nada, dime qué tengo que hacer —. Ethan hizo una breve pausa antes de hablar— ¿Estás bien?
—Perfectamente —contestó Victor—. Apunta bien lo que voy a decirte.
Ethan sacó de su mesita de noche una pequeña libreta y un bolígrafo y empezó a escribir la dirección e instrucciones que Victor le estaba dando. Miró el reloj que estaba colgado en la pared. Efectivamente iba a llegar tarde.
—Esto es peligroso, ¿verdad? —se atrevió a preguntar Ethan.
Silencio al otro lado de la línea. Ethan suspiró.
—De acuerdo, pero me debes un favor muy gordo —cedió finalmente el enfermero.
Ethan terminó de vestirse, cogió su Glock del 45 y se la guardó por dentro de los pantalones .No le gustaba ir armado, pero menos le gustaba la idea de perder la vida.
***
Maya se levantó del asiento intentando no hacer ruido y se dirigió a la puerta, descalza y sin encender las luces. No quería que quien fuera que estuviera en la puerta supiera seguro que había alguien dentro.
Se acercó a la mirilla y observó con inquietud. No se veía nada. La luz del pasillo estaba encendida, se activaba por movimiento, pero desde la mirilla no se veía a nadie. ¿Habré tardado demasiado en llegar? se preguntó. Una parte de ella quería abrir la puerta y mirar a su alrededor, pero la parte más lógica de su interior sabía que era una idea nefasta hacer algo así. Se quedó un rato detrás de la puerta, sin moverse ni hacer ningún ruido, pero no sintió nada moverse en el pasillo, y la luz acabó apagándose al fiinal, como hacía cuando no detectaba movimiento por un rato.
Escribió un mensaje en el grupo de whatsapp que tenía con el resto de vecinos del edificio; ¿Alguno ha llamado a mi puerta? He oído el timbre, pero me estaba duchando y cuando he salido ya no había nadie. Los "noes" no se hicieron esperar. Es cierto que no todo el mundo contestó, pero sí los vecinos con los que tenía más relación y que era más probable que hubieran llamdo.
Con bastante inquietud, y la puerta bien cerrada, Maya se fue a dormir. Necesitaba descansar por lo menos unas horas antes de empezar con el turno en la clínica. Tardó en conciliar el sueño, y cuando se durmió soñó, por primera vez desde aquella noche, con la agresión que había sufrido aquel día. Se despertó temblando y envuelta en sudor frío. Era completamente de noche y tenía que empezar su turno en el hospital. Se vistió a prisa y corriendo y se dirigió a la entrada. Antes de salir puso un ojo en la mirilla. El pasillo estaba completamente oscuro. Tragó saliva y giró el pomo. Miró a derecha e izquierda y no vio a nadie. Cerró la puerta con llave y mantuvo las llaves en la mano a modo de arma. La parte que más le asustaba del edificio era el aparcamiento. Las luces iban encendiendose a su paso conforme bajaba las escaleras piso a piso. Lo único que podía escuchar, incluso estando tan atenta, era el sonido de sus propios pasos y el clic de los sensores de movimiento cuando encendían la luz al pasar.
Abrió la puerta del garaje y le dio corriendo al interruptor de la luz, que se apagaba solo con temporizador. Corrió literalmente a su coche. Sentía que si miraba para atrás encontraría a alguien detrás. Sentía todo el rato una mirada en la nuca, pero al volverse no había nadie. Metió las llaves en la puerta del vehículo con dificulta y casi se tiró al asiento. Comprobó que no hubiera nadie escondido en los asientos de atrás y echó el seguro a las cuatro puertas. Como el control automático de la puerta esté otra vez roto, me llevaré la puerta por delante, pensó. Por suerte para ella la puerta automática funcionaba. Conduciendo por las casi desiertas calles de la ciudad de noche se sentía más tranquila, pero no podía evitar sentir como pensamientos intrusivos intentaban apoderarse de su mente. ¿Dónde narices me he metido? se repetía una y otra vez.
El aparcamiento del hospital, por suerte, estaba a cielo descubierto y había siempre seguiridad a la entrada. Maya no sintió tanto miedo al bajarse del coche, pero aun así comprobó varias veces haber cerrado todas las puertas antes de dirigirse, a paso rápido, a su oficina.
—¡Maya! Parece que has visto un fantasma —dijo Juan al verla— ¿Quieres que me quede este turno contigo?
Maya sonrió lo mejor que pudo y negó con la cabeza.
—Eres muy amable, pero no te preocupes. He tenido un mal día, solo eso.
Maya fue dejando sus cosas mientras Juan recogía sus pertenencias.
—Por cierto, Maya, el enfermero todavía no ha llegado hoy —dijo mirando el horario—. Veo que te toca con Ethan. Qué raro, suele ser puntual.
Maya sintió un escalofrío. Era la primera vez que coincidía con él desde aquel día, y justo ahora que descubría eso. Temió seriamente por su seguridad. ¿Y si me ha descubierto y no ha llegado porque me seguía? ¿Y si ha ido a contarle lo que he descubierto a sus compinches y de esta noche no salgo?, pensó cada vez más paranoica Maya.
—¿Seguro que no quieres que me quede? —volvió a preguntar Juan al ver cómo su rostro se volvía pálido por momentos— ¿Y si te vuelves a casa?
—No te preocupes, estoy bien de verdad. Voy a tomarme un café con mucha azúcar y verás como me espabilo.
Juan abandonó la habitación no sin antes volver a insistir en quedarse. Se sentía realmente preocupado y eso apenaba a Maya, que se sentía responsable y tonta por haberse metido en aquel lío.
—Vaya, yo a ti te conozco.