Luego de la clase de Literatura, no hablé más con Ryan. Le ignoré. No porque estuviera enfadada con él, sino porque lo que dijo él al final de la clase provocó que la batalla entre la parte que quería seguir conociéndole y la otra que quería alejarle por miedo, creció. Y sabía que, si seguía buscándole, solo empeoraría las cosas.
El resto del día pasó con normalidad. Comí con Melissa. Aunque me sentí miserable. Ya había hecho dos comidas. Las cuales estaban repletas de grasa, hidratos, calorías...Era demasiado. Bien lo sabía mi cabeza, pues, no pude concentrarme en las clases. Solo pensaba en Ryan, en la comida o en la culpabilidad. Y cuando llegué a casa, estuve casi toda la tarde haciendo ejercicio para quemar lo máximo que pudiera. Por lo que no tuve mucho tiempo para estudiar.
Más tarde tuve que cenar con mis padres. Pero, por suerte, estaban de mal humor. Así que pude vomitar tranquilamente.
Aquello me alivió. Más o menos.
Al caer la noche, me centré en estudiar todo lo que pudiera. Tenía que compensar las horas que no había podido hacerlo. Así que aproveché el insomnio para tratar de estudiar en paz.
De esta forma, a la mañana siguiente, bajé las escaleras con unas ojeras muy visibles que tapé con algo de corrector.
Al llegar a la cocina, no vi a mis padres. Cosa que me extrañó. A estas horas estaban tomándose el primer café del día.
Miré a mi alrededor para ver si habían dejado alguna nota. Y, efectivamente, en el frigorífico había una hoja que ponía:
"Hemos tenido que salir antes por una emergencia. Te hemos dejado el desayuno en la nevera. Cómetelo"
Una parte de mí se alegró al leer la nota. Podía librarme del desayuno con total tranquilidad. Por lo que, sin pensarlo, agarré una bolsa de basura, saqué el desayuno del frigorífico y lo tiré todo. Lo único que me quedaba por hacer era tirar la bolsa en el contenedor de basura que estaba al lado de mi casa. Pero eso lo haría antes de ver si Adam estaba presente.
En teoría podría llevarme, pues ayer me contestó a los mensajes y me dijo que mañana iría a clase.
No obstante, como aún quedaban cinco minutos, los aproveché para tomarme un vaso de agua con limón. Sabía horrible. Sin embargo, me ayudaba a quemar más grasa. Algo que necesitaba, ya que últimamente había visto que mi tripa estaba algo más hinchada de lo normal. Y no creo que fuera por la regla. Hacía tiempo que no me venía. Así que lo achaqué a una subida de peso. La cual no podía saber con exactitud puesto que en casa no teníamos un peso y no podía arriesgarme a comprarme uno. Mi madre seguramente lo encontraría.
En cuanto me acabé el agua, agarré mi mochila, la bolsa de basura y salí de casa.
Primero me dirigí hacia el contenedor para tirar el desayuno y, más tarde, ir a la casa de mi mejor amigo para ver si realmente no se había vuelto a escapar.
Afortunadamente, Adam estaba esperándome.
—Kiara, lo siento mucho por de ayer —dijo mi amigo realmente arrepentido.
No podía enfadarme con él. Aunque lo intentara, era incapaz. Se le notaba que no me dejó plantada con mala fe.
—No te preocupes, en serio. Solo avísame la próxima vez y ya —le contesté junto a una sonrisa.
Él, de golpe, me dio un fuerte abrazo. Al cual yo le correspondí.
—Eres la mejor —confesó con alegría.
Por mi parte, le respondí con una risita.
—Venga, vámonos —comenté.
Así pues, ambos nos metimos al coche.
Y, como de costumbre, Adam puso música a todo volumen mientras el cantaba. Yo aún me animé un poco a cantar parte de la letra de "How Deep Is Your Love". Pero no la de los Bee Gees, sino la de Calvin Harris.
Estuvimos así un rato más hasta que Adam bajó el volumen. Cosa que se me hizo rara.
—Tengo una pregunta que hacerte —sentenció mi amigo con algo de seriedad.
—¿Qué pasa? —pregunté preocupada.
Adam tuvo que respirar hondo. Lo que agravó mi preocupación. En contadas veces le había visto así, por lo que me inquietaba un poco su actitud.
—¿Qué harías si estuvieras conociendo a alguien, pero quisieras alejarle por miedo? — señaló con una palpable tensión.
—Depende a lo que temas y si esa persona merece la pena —declaré.
Yo le miré con la esperanza de que él me devolviera la mirada. Pero no lo hizo. Se quedó mirando a la carretera mientras agarraba con más fuerza el volante.
Él se lo tuvo que pensar unos segundos.
—¿Qué pasa si merece la pena y aun así el miedo al qué dirán o a perderlo es más fuerte? —volvió a cuestionar con la voz entrecortada.
Tras escuchar su pregunta, la imagen de Ryan pasó por mi cabeza y sentí como si me hubiesen quitado el aire.
No supe cómo interpretar aquello. Sin embargo, traté de evadir aquellos pensamientos.
—¿Por qué merece la pena? —inquirí mientras procuraba mantenerme cuerda.
—Es una persona amable, buena, que se preocupa por los demás y que parece comprenderme cuando ni yo mismo lo hago. No sé, me siento...
—¿Seguro? —señalé rápidamente.
Él me miró con una sonrisa tonta dibujada en su rostro.
—Sí. Es como cuando estoy con vosotras, puedo ser totalmente vulnerable —respondí, aun manteniendo su sonrisa.
Iba a decir algo. Mas no pude, parecía como si alguien me hubiese arrancado la voz. Y lo peor es que no podía quitarme la imagen de él de la cabeza. Lo que me hizo frustrarme más. Deseaba dejar de ver su rostro en mi cabeza por unos segundos. Al menos hasta que me aclarara.
De repente, noté la mano de Adam en mi brazo.
—¿Estás bien? —preguntó mientras me miraba a mí y a la carretera simultáneamente.
—Sí, tranquilo. Estaba pensando en una cosa —indiqué aun con la cabeza hecha un caos.
En ese mismo instante, escuché que soltaba una corta risa.
—¿Qué? —cuestioné.
—Nada. Es que me hace gracia que estemos en la misma situación.