Salió por la ventana que daba paso al balcón, encendiendo uno de sus cigarrillos. Aun no lograba asimilar lo ocurrido, no sabía si debía ir a buscar a Emilia, cerciorarse de cómo estaba; o si, por el contrario, fingir que no había escuchado absolutamente nada. Si ella prefirió ocultarle el acontecimiento, muy seguramente no necesitaba de su apoyo ni el de nadie. O tal vez sí, pero prefería callarlo.
Una mano acarició su espalda, antes de que expulsara el humo que contenía en sus pulmones.
—Lo siento —mencionó Skyler con suavidad, demostrándole consuelo—. No debes guardarle rencor, la mayoría de veces se nos ha inculcado que debemos actuar siendo condescendientes con las emociones de los demás, pero para ella también debió ser difícil y supongo que quiso pensar principalmente en sí misma. Se trataba de algo concerniente para ambos, sin embargo, el mayor peso recaía sobre Emilia. Las mujeres siempre llevan la responsabilidad más grande.
—No me habría opuesto a lo que ella decidiera, ¿Sabes? Lo que me lastima es que me haya mentido, de nuevo. Como ser humano debes tener la capacidad de decir las cosas como son, aunque se te caiga el mundo encima. Al fin y al cabo, fue consecuencia de nuestras elecciones.
Le dio otra calada al cigarrillo, observando a las pocas personas que continuaban en el jardín de la casa, embriagándose y bailando sin preocupaciones en la vida. Después, su mirada se concentró en ella.
Sus ojos verdes resaltaban por la intensidad del cielo estrellado. Logan acarició su rostro con la mano que tenía libre.
—¿Por qué me miras así? —cuestionó con nerviosismo la castaña, manteniendo el contacto visual.
—Creo que es más que evidente. Eres encantadoramente preciosa.
Skyler esbozó una diminuta sonrisa.
—Qué romántico decírmelo justo cuando estamos hablando de que estuviste a punto de ser padre con tu ex novia.
—Las cosas suceden cuando menos te lo esperas —bromeó, originando que Skyler lo apartara de un empujón—. Hay algo que me tiene intrigado.
Ella lo miró a la expectativa de saber qué tenía por decir.
—¿Qué ha pasado con Ian?
Se quedó pensativa por un momento, mientras él esperaba con ilusión la respuesta.
—Nada, finalmente comprendí que no tenía sentido esperar por algo que no iba a llegar.
—¿Ya no te gusta?
—No, amplié mi panorama y percepción de las personas a mi alrededor. ¿Y a ti te gusta aun Emilia?
—No, yo también amplié mi panorama y descubrí nuevas posibilidades a mi alrededor.
Se adentraron en un silencio confortable, mientras Logan terminó de fumar el cigarro. Se sintió en paz con él mismo después de mucho tiempo y con la esperanza de perdonar todo aquello que le había ocasionado daño a lo largo de su existencia. Aún tenía cosas por solucionar, pero sentía que todo comenzaba a cobrar sentido.
—Gracias, chica cielo —habló, con tranquilidad.
—¿Por qué?
—Por haberme mostrado el otro lado de lo que es vivir —complementó, sin despegar su mirada de ella.
—Tú también me has enseñado lo mismo
—concordó ella. Logan tenía su mano puesta sobre el barandal y Skyler la tomó, con cariño—. También te lo agradezco, este tiempo me ha llevado a pensar que… creo que te quiero, Benedetti.
—Yo no lo creo. Yo sé que sí te quiero, Skyler.
No hicieron falta más palabras para expresar el sentimiento de amor que se formó inevitablemente entre los dos y el que los hacía imaginar lo que juntos podrían llegar a ser. Las miradas, los gestos, los sentimientos, iban mucho más allá de lo que se pudiera decir. Él se posicionó mirándola de frente y acarició su rostro, finalizando con sellar sus labios en un beso que aclaraba todo.
Ahora solo serían ellos dos.
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Decidió que lo mejor era expresar lo que sentía y pensaba en una carta, no le veía sentido a hablar con Emilia y tampoco se sentía bien ante el hecho de ni siquiera desearle pronta recuperación por lo ocurrido. Dejó la carta debajo de su puerta.
Cuando Emilia la leyó, no pudo contener las lágrimas. Con esas palabras se daba por finalizada una etapa en su vida, había sido la despedida definitiva. Logan le había plasmado que se enteró de lo del aborto y que, pese a haber querido que las cosas se dialogaran, podía ponerse en su lugar y entender el porqué de su decisión, que esperaba no le causara arrepentimiento en algún momento. Asimismo, le hizo saber que cerraba ese ciclo sin inconformidad, dolor o rencor y que esperaba ella igual lo hiciera. Finalmente, auguró que tuviera felicidad y lo que tanto quería para su vida, pero que él nunca le habría podado brindar.
Él se quedó afuera de la propiedad unos minutos, antes de marcharse rumbo al hospital en una motocicleta que pertenecía a los Henderson. Recogería a la pequeña Annie, quien había sido dada de alta y tendría que conversar con la trabajadora social al llegar a casa. Lo alteraba un poco pensar en que aquella visita no resultara bien.
Al entrar al edificio, se encontró con la imagen de Abril Henderson y la niña llevando colgada en su espalda una mochila. La última sonrió de oreja a oreja al verlo.
—¡Logan! —corrió la pequeña en su dirección, apoyando todo su peso en su cintura.
—Hola, mi luciérnaga —respondió, acariciando su cabello—. Señora Abril, es un gusto verla después de…
—¿Unas ocho horas? —indagó con diversión la mujer, enfatizando en el cálculo de la última vez que Logan estuvo en su casa.
—Exactamente —replicó y su mirada se estancó en Annie—. ¿Lista para regresar a casa?
—Solo si no tengo que volver aquí —sentenció la niña, posando su mirada en la doctora. Esperaba que le asegurara que eso no sería necesario.
—Confiemos en que así sea, Annie. Que se haya producido la remisión es una noticia maravillosa, pero no nos asegura que sea permanente. Esperemos que sí —señaló Abril, esperanzada porque su paciente no tuviera que continuar en la lucha con la enfermedad.