Capítulo 5—El libro de una tristeza doliente.
¿Qué es el amor?
En ese entonces no sabía cómo responder esa pregunta. Tampoco le daba mucha importancia, pues no me había enamorado.
Pero, como todos, tenía una mínima idea. Para mí era esa sensación de nervios. Los latidos acelerados del corazón. La manos sudorosas. Esas ganas de tocar y besar a la otra persona. Las bromas sin sentido. Las palabras que te arropan.
Para mí, era intimidad. Deseo. Libertad. Pasión. Diversión. Respeto. Admiración. Eran todas las cosas que yo veía en mi casa. La manera en la que mi padre parecía siempre respetar a mi madre, la libertad que le daba de ser ella misma y comportarse como adolescente a pesar de su avanzada edad. La admiración de mi madre hacia él. Lo miraba como si fuese un diamante raro y precioso; siempre tenía ganas de saber más sobre él, incluso si ya lo sabía todo.
Pero ahora… ahora que lo pienso, tal vez eso no es todo lo que significa el amor. Tal vez hay más. Tal vez no me di cuenta de aquello hasta tiempo después.
°°°°°
Caminaba en dirección a las gradas. Me decía que iba hacia allá porque quería disfrutar del viento fresco que hacía. Pero esa no era la única razón; sabía que lo encontraría allí.
No quise aceptarlo. Era muy estúpido que quisiera verlo cuando solo había hablado con él tres veces. Pero bueno, el corazón no entiende la razón, ¿cierto? Al menos eso lo deduje meses después.
Y ahí estaba él, con sus pantalones negros rotos, una sudadera del mismo color con el estampado de una banda de los 80´s, y con un libro entre sus dedos. Sonreí, porque el libro que estaba leyendo era de mis favoritos.
Cuando llegué frente a él, Trist no se movió. No me miró. Continuó con su lectura. Era claro que se había dado cuenta de mi presencia, pero no le importó mucho.
—Hola— sonreí.
Él alzó la vista por unos segundos. Sus ojos color café me miraron sin emoción alguna. Estos eran de un color común. Básico. Pero, de alguna manera, eran únicos. En ese momento supe que jamás encontraría un par de ojos tan bonitos como los de él.
—Hola— dijo y regresó la vista al libro.
Me senté junto a él y dejé mi mochila a un lado.
—¿En qué parte vas? —pregunté mientras sacaba mi almuerzo.
Trist me miró con una ceja arqueada. Mordí mi sándwich y lo miré.
—¿Lo leíste?
Asentí. Terminé de masticar y tragar, y hablé.
—Sí, es de mis libros favoritos. Lo leo por lo menos tres veces al año— respondí emocionada.
Trist se veía sorprendido, como si no se lo hubiese esperado.
—No sabía que te gustaba leer.
—Me encanta leer, siempre llevo un libro conmigo— saqué el libro que leía en esos momentos y se lo mostré—. Nunca salgo de mi casa sin uno en mi bolso o mochila.
Trist dejó su libro a un lado y tomó el mío. Lo miró con atención.
—¿Casos sin resolver? —me miró—. ¿Te gusta leer casos de asesinatos?
Asentí.
—Me parece muy interesante la mente de los asesinos.
Alzó ambas cejas.
—¿Qué vas a ser? ¿Psicóloga? —bromeó.
—Así es. Planeo trabajar en un sanatorio mental y atender a todos ellos que tienen trastornos mentales.
—Lo decía de broma— dijo serio.
Sonreí.
—Lo sé.
Negó con la cabeza y leyó la sinopsis. Al parecer le interesó, porque comenzó a leer las primeras páginas.
—¿En qué parte vas? —cuestioné de nuevo.
Frunció el ceño cuando me miró, sin saber a qué me refería. Asentí en dirección a su libro. Lo miró y lo tomó con la otra mano, lo pegó a su pecho como si fuera su objeto más preciado.
Mordió su labio.
—Voy en la parte en la que él le confiesa que la ama en el hospital— murmuró.
—Oh, te falta poco para…
—Para que él se muera, lo sé— me interrumpió.
—Entonces ya lo habías leído.
Asintió, pese a que no fue una pregunta.
—Es mi favorito también— admitió en voz baja.
Él me miró, le sonreí cuando lo hizo.
—Es muy lindo ¿sabes? Lo leo cada que puedo aún cuando me hace llorar. De verdad, deberías de verme, duro como tres horas llorando. Tomo un respiro y lloro de nuevo. A veces no entiendo por qué los escritores no les dan un final feliz a sus personajes, se me hace muy injusto después de todo por lo que ellos han pas…
—Porque así es la vida, Allegra— me interrumpió, su voz sonaba firme.
Fruncí el ceño.
—No creo que sea cierto.
—¿No?
—No—negué—. La vida no es tan mala como la pintan en los libros de drama. Siempre se supera aquel amor. Siempre se logra superar los miedos. Siempre…
Editado: 28.11.2022