Cuando las Estrellas Dejen de Brillar

Capítulo 11

Capítulo 11—El chocolate hecho desde el corazón.

Días después de que habíamos hecho aquella apuesta, Trist me invitó a su casa para por fin llevarla a cabo. Sabía que iba a perder, pero aun así fui con la barbilla en alto.

Su casa tenía un aroma delicioso, era una mezcla entre pino, naturaleza y algo dulce. Cerré los ojos y aspiré profundamente, deseando poder oler eso todos los días. Trist cerró la puerta detrás de mí y le extendí mi abrigo para que él pudiese colgarlo en el perchero.

—Pensé que sería más justo si tú me vieras prepararlo— explicó, caminando a la cocina.

Asentí.

—Claro, no quiero que hagas trampa y ganes.

Me miró con los ojos entrecerrados.

—No necesito hacer trampa para ganar, solecito.

—Ya veremos— sonreí.

Acomodé una silla para sentarme de modo que pudiera verlo moverse por la cocina. Sus movimientos eran ágiles y seguros, como si tuviera la receta para el chocolate caliente perfecto justo en su mente.

—¿Cómo te fue en clases hoy? —le pregunté mientras él calentaba la leche.

Se encogió de hombros.

—Bien, normal. ¿A ti? ¿Alguien te molestó hoy?

—No, las miradas siguen, pero no hicieron ningún comentario, al menos no frente a mí.

—¿Y Liam? —su voz ya no sonaba segura como segundos atrás.

—No se me ha acercado, creo que la última vez que hablé con él dejé las cosas bien en claro— sonreí al recordar la amenaza que le había hecho. 

—Ya, incluso parece asustado de acercase a ti— sus labios se extendieron en una pequeña sonrisa.

—Le dije que le daría una patada en las pelotas tan fuerte que no podría sentarse en una semana— dije orgullosa.

Trist me miró por encima de su hombro, con expresión sorprendida y divertida.

—Estoy casi seguro de que cumplirías tu palabra.

Asentí.

—Lo haría sin dudarlo.

Él no dijo nada más, volvió la vista a lo que estaba haciendo.

Lo observé atenta y, conforme pasaban los minutos, noté que la expresión de Trist se oscurecía más y más, que sus hombros se encorvaban y esa tristeza profunda volvía a opacar es claro brillo que tenían sus ojos.

Me pregunté cómo es que era capaz de cambiar de ánimo tan rápido. No era la primera vez que pasaba; en la cafetería, cuando él no hablaba y miraba un punto lejano, esa expresión, esa que estaba mirando en ese momento, lo llenaba y envolvía por completo. Era como si el no estar haciendo nada lo afectara demasiado. Como si el dejar zambullirse en sus pensamientos lo llevara a un lugar oscuro y triste.

Lo miré por mucho tiempo, estudiándolo, formulando preguntas que nunca llegué a pronunciar, pensando en qué podría hacer para que ese dolor desapareciera…

—Listo— anunció, sacándome de mis cavilaciones.

Observé cómo llenaba una taza con líquido café. Olía delicioso. Supe que perdería.

Con expresión seria, se acercó a mí y me tendió la taza. Sus manos temblaban pero hacía lo imposible para que yo no lo notara.

—Eso fue rápido— alcé una ceja en su dirección, tomando la taza.

Se encogió de hombros, pero no dijo nada. Regresó a la cocina y se recargó de la encimera, mirándome y esperando a que probara lo que había hecho.

Llevé la taza humeante a mis labios, soplé aire sobre el líquido antes de dar un sorbo. El sabor de la canela y el delicioso chocolate llegó a mí, y me fue imposible no gemir y cerrar los ojos. Sabía tan bien, que no dejé de tomar aun cuando me quemé la lengua.

Asentí varias veces cuando aparté la taza de mis labios, y miré a Trist con una sonrisa.

—Bien, no está tan bueno…

—Allegra— pronunció en advertencia.

Solté una pequeña risa, lo cual lo hizo sonreír suavemente.

—Solo bromeo. Está muy rico, Trist. Mucho mejor que el de la cafetería.

—¿De verdad? —preguntó dudoso, rascándose la ceja.

—Sí, ni siquiera lo dudes. Está muy bueno— tomé de nuevo otro sorbo—. ¿Tú no tomarás? —inquirí, señalando con la cabeza el chocolate.

Trist negó y se sentó frente a mí.

Nos quedamos callados por unos momentos. En mi mente busqué algo de lo que pudiéramos hablar, pues la tristeza nuevamente se había apoderado de su mirada y quería que esta se fuera. Quería que Trist no luciera triste.

Así que hice lo que mejor sabía hacer: hablar de estupideces.

—Amo ver videos de ¨¿Qué hay en mi bolso?¨¿Sabías? —dije de la nada.

Trist me miró con una ceja alzada y con gesto confundido, pero yo seguí hablando.

—Me interesa saber qué es lo que llevan las celebridades en su bolso. Y también me gusta obtener ideas de lo que yo podría comprar para meter en el mío— sonreí antes de tomar otro sorbo.




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