Capítulo 12–Un lugar de paz y recuerdos agridulces.
Trist me llevó a un lago ubicado a las orillas de un bosque que quedaba muy lejos del pueblo.
La vista era preciosa, y deseé poseer una cámara de buena calidad para capturar el bello paisaje. Caminé sobre la nieve hasta la orilla del lago que, en ese momento, se encontraba congelado. Apreté mi abrigo contra mi cuerpo para calentarme y suspiré, creando una nube blanca en el aire.
El blanco de la nieve lo llenaba todo, era tan brillante como hermoso. El lugar en sí no llamaría la atención de muchas personas, pues era un simple lago congelado rodeado por árboles; ese tipo de paisajes era normal en el pueblo, ya estábamos acostumbrados a ellos. Pero, de alguna manera, ese tenía algo que lo hacía especial. En ese momento no sabía el qué.
La poca capa de ropa que llevaba encima no me cubría por completo del viento helado, pero no me importó. Jamás me molestó sentir el frío contra mi piel, amaba la sensación. Así como también amaba sentir el sol brillante de verano en mi rostro y el fresco viento del otoño.
Cerré los ojos y respiré profundamente, llenándome de la paz que ese lugar me hacía sentir.
—¿Te gusta? —preguntó Trist en voz baja.
Abrí los ojos y me giré a él.
Su cabello café oscuro y sus ojos resaltaban entre todo lo blanco, y pensé que esa imagen era tan hermosa como dolorosa, pues en sus orbes podía distinguir la tristeza y el dolor que él sentía en ese momento.
Esas emociones eran tan típicas en él, que ya no tenía problema con identificarlas. La realización de eso me llenó de tristeza.
En lugar de ser imprudente y preguntar algo que probablemente nos habría hecho discutir, sonreí ampliamente.
—Me encanta, Trist. Es hermoso— dije maravillada con la vista.
Rápidamente saqué mi teléfono del bolsillo de mi abrigo y tomé una foto del lago, de los árboles, de los pocos animales que eran lo suficiente valientes como para salir a pesar del frío. Le tomé foto al precioso cielo azul cubierto por pocas nubes grises, de las plantas que aún seguían vivas, y de todo lo que pude. No quería desaprovechar la oportunidad de tomar fotos en un lugar tan bonito como ese.
Trist no dijo nada mientras que yo lo capturaba todo, él se quedó a un lado y se movía a otro lugar si notaba que me estorbaba en una fotografía. Le agradecí varias veces con una sonrisa que él no correspondió, pero tampoco esperé que lo hiciera, sabía que algo (no sabía el qué) le dolía. Pensé en que una persona doliente no debería de fingir sonrisas que no siente.
Terminé pocos minutos después, pero yo quería caminar sobre el lago, adentrarme al bosque y capturar el alma de aquel lugar, quería capturar la paz y tranquilidad que me envolvían.
Amaba tomar fotografías porque podía capturar momentos que sabía no se repetirían. Así después podría mirarlos y recordar que en un momento, hace mucho tiempo, fui feliz. A veces necesitamos algo que nos recuerde que la felicidad siempre vuelve, que no todo es malo, que los problemas se van y la tristeza no perdura para siempre.
Yo necesité repetirme todas esas cosas durante mucho tiempo, aún lo hago, pues la tristeza de vez en cuando me visita, ahogándome y asfixiándome. Solo que ahora… ahora puedo decir que esta vez no me dejaré hundir por ella.
—¿Podemos caminar sobre el lago? —le pregunté después de unos minutos.
—¿Acaso quieres caerte y romperte el cuello?
Rodé los ojos.
—No me caeré, Trist.
—Es demasiado peligroso, Allegra. No podemos.
—No es peligroso, mira— dije antes de caminar con lentitud y cuidado hacia el lago congelado.
—Allegra, no sigas— advirtió, caminando hacia mí.
Pero no le hice caso, claro. Siempre hacía lo que quería, y la verdad es que eso me llevó a… a todo.
Lo escuché maldecir antes de caminar detrás de mí. Pensé que me tomaría del brazo para llevarme de nuevo a la orilla, pero me sorprendió cuando pasó su brazo por mi cintura y me atrajo a su cuerpo.
No puedo mentir, en ese momento me sentí muy nerviosa.
—¿Qué haces? —logré decir después de balbucear.
Odiaba que cuando me sentía nerviosa comenzaba a balbucear.
Un sonido que parecía una risa corta salió de sus labios, mientras yo no me podía mover de mi lugar.
—Te ayudo a caminar, ¿qué no ves? —respondió con simpleza antes de comenzar a caminar junto a mí.
Moví mis pies y… joder, estaba muy resbaloso. De verdad alguien podía romperse el cuello ahí si no andaba con cuidado.
—Puedo caminar sola, Trist— me quejé cuando me di cuenta de que caminaba más lento para que yo no me cayera.
—Solecito, he caminado sobre el hielo de este lago desde que tenía cinco años, sé cuán resbaloso puede ser.
Rodé los ojos.
—Es como cualquier otro en el que yo haya caminado. Puedo hacerlo.
Él se detuvo minutos después, cuando estuvimos más alejados de la orilla. Me giró con cuidado, poniendo sus manos en mis brazos. Eché la cabeza hacia atrás para poder verlo, pues apenas le llegaba al hombro.
Editado: 28.11.2022