Empezaron a besarse tiernamente, besos suaves, cariñosos, dejaban sus frentes y sus narices juntas. Él la tomó de la mano y acercó su cuerpo al de ella. Ella cerró los ojos y respiró muy cerca de él.
—Dios, Diego, te juro que no sé dónde ni como vaya a acabar todo esto, pero es más fuerte que yo, nunca me he sentido así —murmuró.
Diego la abrazó ella se recostó en su pecho.
—Amo estar así contigo —dijo él—. Cuando estamos así, siento que nada puede salir mal y que esto es todo lo que me importa en realidad.
Él acarició su cabello y pasó suavemente la yema de sus dedos por el contorno de su rostro, de su oreja, de su nariz, de sus ojos, de sus labios.
—Eres tan bella —susurró—, me vuelves loco y lo sabes —sonrió.
—Y tú sabes que me tienes igual —respondió ella y abrió los ojos para mirarlo—. Bésame, Diego.
Él se levantó un poco para quedar más cómodo y la besó con mucha más pasión, sus labios se buscaron de una forma brusca, salvaje, primitiva. Estuvieron así, entre besos y mordisqueos que duraron unos cuantos minutos. Las manos de Tiziana viajaron a lo largo de todo el torso de Diego hasta llegar a la base de su camisilla y quitársela. Diego se apartó para sacársela y la miró.
—¿Qué haces? —le preguntó con dulzura y sin oponer resistencia.
—¿Qué crees? —preguntó ella.
—No lo sé... explícamelo —dijo volviendo a besarla.
—Me saco las ganas de ver tu torso desnudo y acariciarlo como en mis sueños —murmuró ella cerca de su oído—. ¿Esa explicación es suficiente?
—Sí... —respondió él tomando de nuevo los labios de ella entre los suyos mientras Tiziana se incorporaba para poder mirarlo y acariciar su torso a medida que lo iba llenando de besos. Diego cerró los ojos y se dejó llevar.
—Esto no está bien, Tizi —le dijo con la respiración entre cortada.
—¿Por qué? —preguntó ella
—Porque los amigos no hacen estas cosas —dijo él respirando con dificultad mientras ella seguía besando y mordiendo su pecho.
—Siente esto —le dijo besándolo en los labios—. ¿Lo sientes? —preguntó alejándose y él asintió con la cabeza—. Ahora arrodíllate aquí —dijo señalándole la cama— y cierra los ojos. Entonces, ella se sacó la camisilla quedando con el torso completamente desnudo también y lo abrazó. El calor del contacto de sus cuerpos enloqueció todos los sentidos de Diego que sin abrir los ojos pudo percibir su desnudez y soltó un gemido involuntario. Tizi sonrió, se aferró más a él y pudo sentir que todo su cuerpo. Estuvieron así abrazados un rato. Ella se apartó y lo miró.
—Abre tus ojos —le dijo y él no le hizo caso—. Vamos, ábrelos —insistió.
—No quiero, no quiero verte desnuda…
—No estoy desnuda, solo me saqué la camisilla, ¿por qué no quieres verme? —le preguntó confundida.
—Porque voy a enloquecer más y no puedo seguir enloqueciendo, debo mantener la cabeza —Ella sonrió.
—¿Por qué debes mantener la cabeza? Justamente lo que quiero es que la pierdas por completo... Diego abre los ojos —ordenó.
Él abrió sus ojos y la miró directamente a los ojos. Intentando que su vista no saliera de allí, tenía miedo, no quería dañar a Tiziana, ella era importante para él.
—Mírame…
Diego bajó la mirada para contemplarla por completo. Era hermosa, su piel se veía deliciosa. Se mordió el labio, estaba explotando en deseo. Ella tomó su mano y la guio con lentitud hacia su abdomen.
—Tizi... No quiero hacerte daño... —dijo él tímidamente mientras el contacto con su piel lo trasportaba a otro mundo.
—No me harás daño…
Por un rato se dejaron ir en tiernas caricias, nuevos besos y más abrazos.
—Tizi —dijo él mirándola con dulzura—, me vuelves completamente loco, cada centímetro de tu piel despierta a mi cuerpo de una forma distinta a todo lo que he sentido antes. Pero no quiero que sigamos más, no quiero que pasemos el límite y cada vez que nos veamos terminemos así. Acabaremos sufriendo y yo no quiero eso ni para ti ni para mí. Tampoco quiero que pienses que es sólo esto lo que quiero de ti, no quiero que te sientas utilizada... muero por tenerte aquí y ahora... pero...
—Siempre hay un “pero” contigo, Diego —dijo ella apartándose un poco—. Siempre siento que me estás rechazando, que no soy suficiente para ti. —Quedó de espaldas a él y él la abrazó hablándole al oído.
—No te rechazo... Me gustas, me enloqueces, me vuelves loco, te pienso cada segundo de cada día, y también te sueño en todas las formas posibles... Y no es que no eres suficiente para mí, es al revés, yo no soy lo suficiente para ti... tú eres demasiado para mí.
—Odio a los hombres que dicen eso, sólo soy una chica como cualquier otra —dijo y cerró fuerte los ojos, de pronto tenía ganas de llorar.
—Eres la mejor chica que conozco, y para mí no eres una chica de una sola noche. No puedo estar contigo hoy y que mañana hagamos como si nada, no puedo. Lo siento. —Tizi suspiró, él tenía razón en eso, ella tampoco quería eso.
Se quedaron en silencio por un largo rato, el abrazándola y deseándola, haciéndole pequeñas y tiernas caricias. Ella con los ojos cerrados fingió dormir y pensó en lo mucho que lo quería, que lo necesitaba.
Se quedaron dormidos en esa íntima posición.
Cuando despertaron eran cerca de las diez de la mañana. Diego le dijo a Tizi que lo acompañara a su casa para cambiarse y luego irían a almorzar con Silvia y Fio. Ella aceptó.
Se levantó de la cama y fue al baño a darse una ducha. Diego seguía allí esperándola y recordando todo lo sucedido la noche anterior. Ella salió del baño envuelta en una toalla y con el pelo mojado. Él la miró y frunció el ceño. ¿Por qué estaba en toallas?
Sin mirarlo ella dejó caer la toalla y buscó entre sus maletas la ropa que se pondría. Lo único que tenía puesto era una braga de color verde agua. Diego casi se muere al verla así y por un instante sintió que le faltaba aire. Su cuerpo por completo reaccionó.