34| Piera sabe la verdad.
—Creo que es aquí—le digo deteniéndome unos pasos detrás de él cuando el numero de una puerta coincide con los dígitos que tengo anotados en un papel.
—¿Esta es la casa de la señora Rizzo? —me pregunta observando con cautela la casa que tenemos en frente.
Está alejada de las plazas grandes, en una calle pintada de casitas coloridas y ladrillos. Hay un enorme cartel que dice «despacho de abogado» en italiano y una alfombra color café que hace juego con el color de la casa. Toco la puerta y espero a que alguien nos reciba.
Desde dentro se escuchan pasos y aprieto con fuerza mis manos cuando el ruido de la cerradura cesa y una señora de unos cuarenta y tantos años se asoma detrás de ella.
—Sí? Vuoi qualcosa? «¿Desean algo?» — Nos pregunta con una sonrisa plasmada en la cara.
—Mi chiamo Quinn Montesinos e lui è Damian. —Me presento —Vorremmo parlare con voi di Alegra Montesinos. «Nos gustaría hablar con usted sobre Alegra Montesinos»
—¿Montesinos? —repite.
—Ti ricordi di lei? «La recuerda?» —Pregunto. Su mirada me escruta sin disimulación alguna y por primera vez analiza cada poro de mi cara.
—Chi sei? «¿Quién eres?»
—Sua figlia. «Su hija»
—Quinn...—Repite mi nombre casi de manera inhundible. —Avanti «Adelante»
Damian y yo compartimos una corta mirada antes de avanzar.
—Me sorprenden que hayan llegado a mi —Anuncia después de cerrar la puerta. Nos señala un pasillo que nos lleva hacia una sala de estar.
Su buen inglés llama mi atención.
—Era muy buena estudiante en mis clases de inglés avanzado —me explica, deduciendo la sorpresa en nuestras caras. —Y conocí a tu madre cuando éramos unas niñas, en la ciudad de Candeli donde ella y yo nacimos.
—Lo sabemos, fuimos allí primero y encontramos un registro escolar, conseguimos hablar con otra mujer de la misma generación, que nos dijo donde tú vivías; no sé si la recuerda, se llama Vivian Shamash.
—Vivian...sí. Su familia y la mía fueron amigas durante mucho tiempo. —Nos invita a pasar a la sala de estar y la seguimos, se sienta en un sofá pequeño y nos deja libre otro mucho más grande en donde los dos cabemos. —Pero no has contestado a mi pregunta, ¿Para qué me has encontrado?
—Quero saber más de mi madre, sé que fueron muy buenas amigas. Ella murió hace mucho, apenas pude conocerla, pero sé que usted vivió con su compañía en la adolescencia.
—Fuimos amigas hasta la universidad —confirma—Incluso nos mudábamos juntas a Florencia cuando terminamos la escuela, yo fui a derecho y ella a artes escénicas. Su sueño era ser actriz, allí conoció a Dante, tu padre, los tres terminamos viviendo juntos en una residencia mixta.
«Alegra era una maravilla de mujer, risueña, soñadora, vivaz, su unico defecto fue nacer en la cuna de una familia deformada por la codicia y el dinero. No se si ya lo han descubierto, pero en viejo pueblo de tu madre, en la iglesia de...
—El incendio y las actas falsificadas, lo sabemos.
—La gente se aprovechó de un pueblo pequeño y de las familias que deseaban concebir un hijo, claro que todos esos niños terminaron siendo hijos de otras familias pudientes, pero no de la manera legal como debieron haberlo hecho. La familia de Alegra se vio afectada puesto que su padre había echo otros negocios con las familias más implicadas en el tema. Tenia amistades con varios, jamás supe si el padre de Alegra tuvo algo que ver, ella jamás me lo dijo, pero no volvió a confiar en su familia luego de que saliera a la luz todas las verdades de lo que había sucedido. Fue por las fechas cercanas a cuando partimos a Florencia.
—¿Qué fue lo que sucedió?
—El padre de Alegra era un banquero endeudado para cuando Alegra tenía diecisiete, el dinero fácil que le otorgaba la iglesia y sus amistades por los contactos de familias que estaban interesadas en los niños fue lo que hizo que su riqueza se mantuviera en pie. Un dia el sacerdote y las internas religiosas que colaboraban en el orfanato, se negaron a seguir siendo parte del delito, el sacerdote quiso denunciar lo sucedido, e incendiaron la iglesia para quemar las evidencias, supongo que no sabían que el todavía permanecía allí. O quizá si, no lo sé. Lo que sí sé es que después de eso, la familia Montesinos vendió su terreno, donde se reformó la nueva iglesia citadina y se marcharon del pueblo.
—¿Qué pasó con mi madre?
—Cuando todo salió a la luz, tu madre volvió al pueblo para hacer frente a tus padres, yo le dije que no fuera, todavía vivíamos juntos los tres, pero no me escuchó. Fue junto a tu padre a Candeli, estaba furiosa, no quería saber más nada de ellos, ya no eran su familia, quería proteger a su hija de sus abuelos, les diría que jamás se acercaran a ellas, pero no lo pudo hacer.
—Murió en el accidente.
—Así es. —asiente—Esa tarde yo te cuidaba, me quedé contigo hasta que al encender el televisor vi lo que había ocurrido. Una colisión de un túnel bajo tierra, cuatro coches destruidos, doce desaparecidos, tus padres eran dos de ellos.
—¿Y mis abuelos?
—Ellos jamás supieron si te encontrabas con tus padres ese día. Yo conocía muy bien a tu madre, sabía que jamás habría deseado que estuvieras a cargo de ellos, sabía de una bisabuela al otro lado del océano, a ella la llamé para que se hiciera cargo de ti.
—¿Por qué no te quedaste tú conmigo?
—Hubiera sido lo más bonito que me hubiera pasado en la vida, la realidad es que eres la viva imagen a tu madre—admite, sonriendo con tristeza—Pero no estarías segura en Florencia, tu familia tenía contactos, te encontraría. Alessandra Montesinos no podía permanecer en Italia.
Titubea antes de contestar:
—¿Alessandra?
—Fue el nombre que te dio tu madre, doy por hecho que tu bisabuela hizo lo que pudo también para que estuvieras a salvo en Estados Unidos.
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Editado: 13.09.2025