Hoy Luc no parece especialmente contento.
Desde que vengo más a menudo al bar me he dado cuenta de que se le da bien sonreír. De cara a sus clientes puede transformar su semblante en cuestión de segundos. Su sonrisa, casi estudiada, es perfecta. Y daría el pego si no fuera porque sus ojos se notan cansados. Todo su rostro luce apagado.
Hoy ni siquiera su sonrisa tiene fuerza. Quiero pensar que está cansado, que no ha dormido bien o que simplemente no es su mejor día.
—¿Qué miras con tanta atención?
La pregunta es inocente, pero mi reacción da que pensar. Doy un respingo por el cual casi se me cae el vaso de agua que intento llevarme a los labios. Esta vez Nina no nos ha acompañado a tomar nada, ha preferido quedarse a tomar el sol.
Noah entrecierra sus ojos cuando no le respondo. Nunca creí que diría esto, pero casi me dan ganas de abrazar a Liam cuando aparece.
—¿Necesitáis de mis servicios?
—Con todo mi respeto, no me apetece verte —le suelta Noah con total calma.
Liam sonríe y coloca la mano con la que sujeta una bandeja en su cadera. Con la otra se apoya en una de las sillas libres que hay alrededor de nuestra mesa.
—¿Qué motivos tienes para decirme algo tan cruel?
—¿La borrachera de ayer te ha dejado tonto?
—Me acabas de insultar. —Parece contento cuando se sienta en la silla como si nada—. Nina me dijo que eres muy educado, y que si insultas a alguien es porque le tienes confianza.
—Esta es la excepción, entonces —comenta con semblante indescifrable.
—¿Por qué? ¡Dijiste que te caía bien!
—Pero eso no significa que puedas saltar sobre mi espalda como un maldito simio en celo. —Liam aprieta los labios para contener su sonrisa—. Me has dejado la espalda molida.
El moreno deja la bandeja en la silla libre que tiene al lado y se inclina sobre la mesa, donde apoya sus brazos. Mira directamente a Noah con una sonrisa de lo más maliciosa.
—Estoy seguro de que no le has dicho lo mismo a Nina. Ayer estuvo casi toda la noche pegada a ti como un koala y no soltaste queja alguna.
Desvío mi mirada hacia Noah, que se sube con nerviosismo las gafas por el puente de la nariz.
—Eso es porque ya estoy acostumbrado a la Nina borracha.
—Ajá...—murmura Liam cada vez más sonriente.
—Deja de mirarme así —refunfuña mi amigo—. ¿No deberías estar trabajando?
—Soy casi como el jefe del lugar, puedo quedarme aquí todo el tiempo que necesitéis.
—No te necesitamos aquí.
—Tienes una manera muy peculiar de mostrar amor, Noah. No soy muy masoquista, pero podría acostumbrarme —bromea.
Liam se echa a reír y decide dejar de bromear cuando el rostro de Noah comienza a tornarse algo rojo. Antes de que el moreno logre irse, aparece Nina. Con ojos curiosos nos mira cuando apoya la barbilla sobre el hombro de Liam. Este ladea la cabeza hacia un lado para mirarla.
—¿De dónde has salido?
—Vengo a por Noah. Me aburro allí sola.
Liam vuelve a mirar al nombrado. Su sonrisa se hace más grande.
—Estás de suerte, amigo.
—¿Por qué dices eso? —pregunta Nina.
—Por nada. Noah y yo tenemos una conversación pendiente. La aplazamos para otro día.
Nina se queda quieta en su sitio cuando Liam se gira y vuelve al trabajo. Mira a su amigo, y después nos mira a nosotros con un ápice de desconfianza. Se cruza de brazos, examinándonos con minuciosidad.
—¿Qué ha hecho Liam?
—Nada —responde Noah con calma, como si no acabara de ponerse rojo.
—No me mientas —le pide sentándose en una silla y mirándolo con algo de nerviosismo—. ¿Qué te ha dicho? Ya sabes que a Liam le gusta molestarte tanto como a mí. No te tomes muy en serio todo lo que diga.
Me sorprendo porque noto a Nina inquieta mientras ella analiza a Noah. Parece preocupada por algo. Desvío la mirada a Noah, que del mismo modo, parece haberse percatado de la expresión de Nina. Suaviza sus facciones y le sonríe con gesto tranquilizador.
—No te estoy mintiendo. Liam no ha dicho nada del otro mundo, solo ha venido a ser un tormento con patas, nada del otro mundo.
Nina aprieta los labios, como si no estuviera del todo segura. Me mira a mí esta vez, y cuando consigue mi asentimiento, relaja sus hombros.
—Bueno, ¿qué? —Noah se lleva el vaso a los labios y se termina la bebida de un trago—. ¿No habías venido a por mí?
Nina sonríe como si se le hubiese olvidado de eso. Copia a Noah cuando este se levanta.
—¿Te animas a venir con nosotros?
Tenso una sonrisa que funciona como un "lo siento" y niego con la cabeza. Después le doy dos golpecitos suaves al libro que tengo sobre mi regazo.
—Tengo una cita con el futuro rey de un reino fantasioso. Otro día será.
Cada vez que rechazo hacer algo divertido con ellos me preparo para que Nina desista en sus intentos y tire la toalla. Quizá suena egoísta o ilógico decir esto teniendo en cuenta cómo soy, pero me gustaría que no se rindiera conmigo.
Sin embargo, Nina demuestra una vez más ir en contra de todos mis pensamientos negativos y asiente con la cabeza.
—¿Sigues con ese libro?
—Síp.
—¿Y el rey ya ha follado con ese guardián buenorro? —pregunta con una curiosidad maliciosa.
A Nina nunca le ha atraído la lectura. Me lo dijo cuando descubrió que a mí, por el contrario, me encantaba. Pero eso no ha sido ningún impedimento para que ella quisiera averiguar mis gustos, saber más sobre los libros que leo y sobre las historias que creo en mi cabeza.
Fue una noche en nuestro piso, cuando Nina llamó a la puerta de mi habitación para ver cómo estaba. Al parecer había estado más ausente de lo normal y la había preocupado un poco. Tras tranquilizarla, clavó su atención en una pila de libros que tenía sobre el escritorio y se acercó a ellos. Tomó el primero, lo abrió por cualquier página y se aventuró a leer lo que ponía. Tan pronto como proceso la escena, me miró con sorpresa. Ese día, tanto ella como yo descubrimos que a Nina podía interesarle alguna clase de lectura en especial.